El ya expresidente de Corea del Sur Yoon Suk-yeol ha pasado en dos años de ser percibido como una figura que ajusticiaba a quienes abusaban del poder desde su cargo de fiscal a ser visto como un líder cuya prepotencia y paranoia lo han aislado cada vez más de la ciudadanía y de su propio partido.
Nacido en 1960 en un hogar acomodado en Seúl, cursó secundaria y bachillerato en la escuela Choongam, centro privado de la capital que jugaría un rol clave en sus últimos días como presidente.
Tras licenciarse en Derecho por la Universidad Nacional de Seúl, inicia en 1994 una carrera en la fiscalía cuajada de casos en los que trata de tumbar a figuras cercanas a distintos presidentes surcoreanos, al director del Servicio Nacional de Inteligencia (NIS) o al entonces presidente de Hyundai Motors, Chung Mon-koo.
En 2016 es elegido para encabezar el equipo que investigó a la presidenta conservadora Park Geun-hye por la trama de corrupción que involucró al líder de Samsung, Lee Jae-yong, y acabó con ambos en la cárcel y la mandataria destituida, al igual que él hoy.
Semejante curriculum gustó al sucesor de Park, el liberal Moon Jae-in, que lo nombró fiscal common en 2019. Desde ese puesto cesa por corrupción al ministro de Justicia, Cho Kuk, ganándose la enemistad del entonces gobernante Partido Democrático (PD). Desde ese puesto cesa por corrupción al ministro de Justicia, Cho Kuk, ganándose la enemistad del entonces gobernante Partido Democrático (PD).
Un Donald Trump a la surcoreana
Tras los choques con el PD y el Gobierno, dimite en 2021 convertido ya en una suerte de Donald Trump a la surcoreana para el Partido del Poder Common (PPP), al que se une en junio como candidato presidencial.
Pero el idilio de buena parte de la opinión pública con el exfiscal dura poco; sus nueve meses como aspirante están repletos de gazapos que lo empiezan a retratar como un ególatra y un charlatán, mientras afloran los primeros escándalos en torno a su mujer, Kim Keon-hee. Esto recorta por completo toda su ventaja en los sondeos para las presidenciales de 2022, que gana por apenas 247.000 votos.
Su mandato arranca con un polémico y costoso traslado de la Oficina Presidencial al recinto del Ministerio de Defensa que resultaría paradójicamente premonitorio teniendo en cuenta la relación que acabó tejiendo con los militares de su entorno cercano antes de declarar de la ley marcial.
Al inicio de su mandato, Yoon propone aumentar la semana laboral a 69 horas para enfado de unos sindicatos que desde el primer momento lo tienen en el punto de mira o cerrar el Ministerio de Igualdad en el país de la OCDE donde las mujeres padecen la mayor brecha salarial.
Con su popularidad por debajo del 30 % a los tres meses de llegar al poder, Yoon cierra su primer año presidencial lanzando un ataque furibundo contra el canal de televisión MBC, que le capta usando un lenguaje soez durante una visita a Washington.
Para entonces las rencillas son constantes con la cúpula del PPP, que siente que no tiene ningún peso actual en un Gobierno al que siguen salpicando controversias, como el aparente encubrimiento de responsabilidades en el Ministerio de Defensa por la muerte de un marine en el verano de 2023 o los repetidos escándalos que acechan a la primera dama.
Batacazo electoral
En abril de 2024 llega el batacazo electoral en las legislativas, en las que su partido no solo no arrebata la mayoría parlamentaria al PD si no que queda aún más debilitado, convirtiendo a Yoon en el único presidente de la democracia surcoreana en no contar con el management de la cámara en ningún momento del mandato.
Yoon, rodeado ya de una corte de ministros y comandantes que acudieron al mismo colegio que él, pasa los siguientes meses mascando en secreto la teoría de que las legislativas fueron manipuladas por hackers norcoreanos y repeliendo embestidas de la oposición a golpe de vetos presidenciales.
Convertido ya de largo en el presidente surcoreano que más vetos ha aprobado en la historia (25), Yoon parece verse completamente acorralado el 3 de diciembre, con el PD habiendo propuesto unos presupuestos generales escuálidos o mociones para destituir a miembros de la fiscalía que se niegan a enjuiciar a la primera dama, cada vez más asediada por un supuesto caso de manipulación de acciones entre 2009 y 2012.
Yoon invoca la ley marcial ese día argumentando que la oposición es una fuerza pronorcoreana que socava el Estado y envía tropas al Parlamento para evitar que los diputados revoquen el estado de excepción (algo que logran) y a la Comisión Electoral Central (NEC) para requisar servidores informáticos y probar el supuesto fraude de abril.
Lo hace aconsejado por figuras como el ministro de Defensa Nacional, Kim Yong-hyun, o el comandante de Contrainteligencia Militar, Yeo In-hyung, ambos compañeros de bachilllerato en el colegio Choongam, al igual que su ministro del Inside, Lee Sang-min.
Lo que sigue son retazos de un hombre que apenas vuelve a aparecer ya en público, y que, tras un discurso pronunciado tres antes de su destitución, deja la imagen de alguien convencido de que su pasmosa declaración de la ley marcial estuvo plenamente justificada.
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