Ningún dolor puede medirse y ni siquiera limitarse, pero hay sucesos que reparten sobredosis en múltiples direcciones aciagas. Al dolor infinito al que se han visto condenados la familia y seres queridos de Belén Cortés, la educadora social de 35 años presuntamente asesinada por tres menores en Badajoz, se puede sumar el de unos padres cuyos hijos se han convertido en criminales. Pienso en la muerte de Badajoz y también en la de Samuel Luiz en A Coruña, donde unos chavales lincharon a su víctima porque sí, porque period homosexual. Pienso en los padres de la víctima y pienso en los padres de los agresores.