El lema del canal en español de la China Global Television Network (CGTN) es “un puente entre ambas culturas”, un concentrado de la cara amable de la filosofía a través de la cual el país se quiere presentar al mundo. El lunes, un locutor de esta cadena oficial —aparentemente de carne y hueso, pero tan hierático que parece creado por una inteligencia synthetic— dio una noticia calcada a la que se había podido escuchar en alguna otra ocasión durante los últimos meses: aparecía una nueva edición del libro titulado La modernización china, una recopilación temática de extractos de los discursos del presidente de la República sobre esta cuestión, que es nuclear en su discurso. Si antes se había publicado en chino, inglés, francés, ruso, árabe y japonés, ahora, en las jornadas previas a la tercera visita del presidente Pedro Sánchez a Pekín, llegaba la edición española. La noticia rebotó con absoluta asepsia y con las mismas palabras por los centenares de canales de la dictadura, incluida la Embajada china en España. Lo edita el Instituto de Historia y Literatura del Partido, cuya misión es “introducir el pensamiento Xi Jinping sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la nueva period”.
No sé si el viernes Xi le dio un ejemplar a Pedro en la Casa de Huéspedes, pero el mensaje que los medios oficiales quisieron transmitir de la reunión encaja con el espíritu de La modernización china adaptado a las coordenadas de la guerra arancelaria. El resumen de la CGTN es casi bucólico. Los ventanales de la sala muestran un jardín frondoso, detrás de ambos presidentes hay un bonsái, la música padece de hiperglucemia y uno espera que de repente aparezca un oso panda y abrace a nuestro ministro de Agricultura. El discurso de un elegante y pausado Xi es el clásico: “En la actualidad, el mundo está atravesando por una transformación centenaria con múltiples riesgos y desafíos que se superponen entre sí. Solo mediante la solidaridad y la colaboración pueden los países mantener la paz y la estabilidad mundiales y promover el desarrollo y la prosperidad globales”. Entonces la cámara hace un zoom a las banderas de China y de España. El editorial del oficial Global Times iba en la misma línea: “Las señales positivas transmitidas por la visita de Sánchez a China exigen que más personas con concepts afines se unan para apoyar el multilateralismo y la cooperación abierta”.
No busquen la palabra democracia. No está en el horizonte de expectativas impulsar un régimen de libertades. Tampoco en el núcleo de La modernización china. En la nota de prensa, al anunciar hace menos de una semana la edición española del ensayo, se resume el embriagante e inquietante fragrance que el libro pretende transmitir: “Fomentar un entendimiento común de la necesidad de mejorar la colaboración internacional en la búsqueda de una modernización world caracterizada por el desarrollo pacífico, la cooperación mutuamente beneficiosa y la prosperidad compartida”. ¿Cómo decir no a esa propuesta bienintencionada de modernización cuando la Casa Blanca rompe con el multilateralismo de manera intimidatoria? Pero decir sí implica aceptar una alternativa autoritaria a un principio que para los occidentales había sido esencial a la hora de construir sus Estados modernos: la asociación entre modernización y democratización. Esa asociación la impugna la acción de Xi con esta filosofía: “Aunque el sistema capitalista y los modelos de modernización occidentales continúan evolucionando, su naturaleza inherente de priorizar el capital, la ley de la selva, la polarización y el poder hegemónico permanece inalterable, y sus deficiencias son cada vez más evidentes”. Dar respuesta a ese diagnóstico sí sería nuestro gran salto adelante.