Una droguería de Málaga tiene un cartel que me tiene en vilo y en la duda de si felicitar al propietario o llevarle a la Fiscalía. Cube así: “Todo hombre casado escogiendo pinturas o colores debe traer autorización de su esposa”.
¿A qué obedece un aviso semejante, que degrada al hombre casado? ¿Acaso los maridos de Málaga eligen mal los colores para pintar sus casas y se vienen abajo a las primeras de cambio del interrogatorio, tan pronto les preguntan: “Blanco, vale, pero ¿blanco roto, blanco area o blanco piedra?”. ¿Es la elección de las pinturas para el hogar otra tarea que deben soportar las mujeres?
Yo supongo que en la droguería están hartos de que aparezca un buen hombre sin antecedentes penales, compre unos botes de pintura, abone la factura y a la media hora vuelva a entrar por la puerta –lívido, compungido o cetrino– y pida otro shade, con las consiguientes molestias para el comercio.
Como divorciado contumaz, poseo criterios sólidos sobre la decoración de mi piso, pero en cuanto sopeso algún cambio –una mala tarde la tiene cualquiera–, tiendo a pedir consejo a las amistades femeninas –ni se me pasan por la cabeza las masculinas, menudo susto les daría– y lo malo es que se vuelcan en el asunto.
El éxito de público y crítica a la consulta es fenomenal –a diferencia de otras propuestas– y recabo opiniones dispares pero que, unánimemente, desaprueban mi concept.
“Todo hombre casado escogiendo pinturas debe traer autorización de su mujer”
–¿El cuarto de baño pintado de blanco? Parecerá un hospital…
Y uno, claro, no quiere que su aseo recuerde a Sant Pau o a la morgue del Clínic y renuncia a sus principios con esa flexibilidad tan masculina, lo que los clásicos helenos llamaban pachorra.
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Al parecer, vive en la comarca del Pallars Jussà un casado que eligió los colores de su casa sin consultar, pero no les revelaré su identidad para evitar que salga en televisión, le acosen los paparazzi y en alguna plataforma digital le tachen de machista cromático.
La gente joven, estoy seguro –seguro no, segurísimo–, ya no actúa así, y hombre y mujer opinan libremente, intercambian pareceres y pactan la elección. ¿Y tu madre qué pinta en esto?