Mientras el sol se esconde por debajo de la línea del horizonte en el Caribe, los ecosistemas de mangles que alguna vez florecieran a lo largo de la costa de Union Island son un crudo recordatorio de una realidad alarmante: los devastadores efectos de los peligros climáticos. El huracán Beryl, el primer huracán de categoría cinco registrado en el Atlántico, ha sembrado el caos en toda la región, dejando a much de personas desplazadas y a comunidades enteras en estado de desesperación.
Union Island, que alberga el mayor ecosistema de mangle de las Granadinas, ha sido especialmente castigada y los informes revelan que el 90% de estos bosques costeros vitales han resultado dañados. Kristy Shortte ha dedicado años a restaurar este hábitat essential a través de la organización Sustainable Grenadines Inc. Los mangles son un santuario de la vida marina y funcionan como una barrera pure contra las tormentas y la erosión costera.
“El cambio climático es una realidad. Los efectos son reales. Necesitamos actuar cuanto antes e implementar estructuras para desarrollar códigos y preparación para las tormentas”, enfatiza Kristy.
La pérdida de mangles a lo largo de seis hectáreas de la línea costera es mucho más que una easy catástrofe ambiental. Amenaza el delicado equilibrio de la biodiversidad. Estos bosques costeros albergan más de 25 especies de aves residentes y migratorias, como así también raras tortugas verdes, lo cual hace que su destrucción sea aún más preocupante.
La rápida intensificación del Huracán Beryl que comenzó como una depresión tropical y luego se convirtió en un huracán de relevancia con vientos de una velocidad superior a 160 mph en tan sólo 42 horas, pone de relieve el rol essential de las temperaturas oceánicas cálidas en la generación de eventos climáticos extremos vinculados al cambio climático.
“Al inicio de la temporada de huracanes, Beryl da ejemplos nuevamente para ilustrar de qué manera el cambio climático está sobrealimentando el poder de los peligros climáticos, que se están volviendo cada vez más intensos y frecuentes”, enfatiza Pablo Escribano, Oficial Regional de Migración, Medio Ambiente y Cambio Climático de la OIM, destacando una tendencia inquietante que demanda atención inmediata.
Implicancias de mayor amplitud
Las secuelas del huracán Beryl han dejado a las comunidades tambaleándose. En la zona norte de Granada, Marcus Alexander, un pequeño agricultor orgánico debe enfrentar una recuperación cuesta arriba después de la destrucción de sus cosechas de banana, coco y nuez moscada. “Serán necesarios al menos seis meses hasta que podamos volver a ser productivos”, se lamenta mientras limpia su terreno con un machete. Sus tres hijos conocen muy bien los impactos del cambio climático, lo cual motiva a Alexander a educarlos sobre sus realidades y a abogar por la reducción de las emisiones a nivel international.
En Jamaica, que también ha sido muy afectada por la tormenta, Sheila Barnes vive una situación related. Habiendo perdido medio acre de pimientos morrones (unos 2.023 metros cuadrados) y sus 50 pollos, lidera un grupo de 60 agricultores desafiados por la imposibilidad de pronosticar el clima. “Si no tomamos con seriedad al cambio climático, pondremos en riesgo nuestro futuro”. Este llamamiento a la acción se ha hecho eco en todo el Caribe, en donde muchas personas están experimentando de primera mano los devastadores efectos del cambio climático.
La conexión entre el cambio climático y el desplazamiento se vuelve cada vez más evidente. Los países del Caribe son especialmente vulnerables, con cerca del 70% de su población viviendo en zonas costeras. Las mareas en aumento y las tormentas intensificadas plantean amenazas significativas a los medios de subsistencia e infraestructura. A pesar de contribuir con menos del 1% a las emisiones de gasoline invernadero en todo el mundo, las comunidades del Caribe deben soportar la carga de las alteraciones climáticas, llevando a un aumento del desplazamiento ya que las personas buscan terrenos más seguros.
Resiliencia y urgencia de cara al cambio climático
Los eventos climáticos extremos como el Huracán Beryl se están volviendo mucho más frecuentes y severos, amenazando los medios de subsistencia y la infraestructura y exacerbando el padecimiento financiero en toda la región. “Necesitamos que los líderes mundiales actúen sobre el impacto del cambio climático en las islas pequeñas, en especial en aquellas que no cuentan con los recursos para lidiar con los efectos. Muchos de estos países han estado afectados por años”, enfatiza Jelani Glean, integrante de Dream Smile – una fundación con base en Granada.
Tan solo en la década pasada, los países del Caribe sufrieron múltiples embates con pérdidas que ascienden a billones de dólares incluyendo el desplazamiento de comunidades enteras, destrucción de infraestructura crítica, impactos negativos sobre la biodiversidad y medios de subsistencia, por los impactos de la Tormenta Tropical Erika (2015), el Huracán Matthew (2016), los Huracanes Irma y María (2017), el Huracán Dorian (2019), y la erupción volcánica de La Soufriere (2021), tan sólo por nombrar algunos.
Los expertos advierten que, si bien tormentas específicas como Beryl no pueden ser atribuidas solamente al cambio climático, el vínculo entre las temperaturas oceánicas cada vez más altas y el crecimiento de la intensidad de las tormentas no puede negarse. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha informado sobre temperaturas marítimas sin precedentes este año, creando las condiciones indicadas para huracanes poderosos como el Beryl.
El Huracán Beryl es una señal de lo que vendrá si no se toman acciones decisivas en la lucha contra el cambio climático. Mientras las comunidades se recuperan de este desastre, siguen unidas en un llamamiento para solicitar ayuda internacional y un compromiso con las prácticas sostenibles. La lucha en el Caribe contra el cambio climático no tiene que ver simplemente con sobrevivir. Se relaciona también con el desarrollo de resiliencia y de esperanza para las futuras generaciones.