Miente, pero cumple sus promesas. Las mentiras demandan credulidad; las promesas, en cambio, la verificación de su cumplimiento. En vez de los hechos, son los deseos, pasiones y sentimientos los que mueven las redes sociales en la época de Donald Trump, que los maneja a placer como campeón del populismo. Acreditado por sus 30.000 mentiras de su primera presidencia, miente como respira. Con una red social que se llama Verdad, no hay palabra trumpista que no tergiverse, exagere u oculte, y su investidura no iba a corregir tal comportamiento. Su discurso fue una exhibición de palabras con escaso soporte en la realidad. No así sus promesas, seguidas de los decretos ejecutivos, entre ellos el perdón presidencial para los casi 1.600 insurrectos que asaltaron el Capitolio, y de las primeras imágenes televisivas sobre su salida de las cárceles, comprobación del valor de su palabra y de la certeza sobre las amenazas que contienen.