Europa puede defenderse. Dispone de recursos equiparables a los de cualquiera, de una industria de la defensa propia y de una motivación sólida. La ciudadanía apoyará un esfuerzo del que depende la supervivencia de sus valores y de su estándar de vida, si se le habla con claridad y sin subterfugios. Contra una narrativa pesimista y reaccionaria, la Unión Europea ha demostrado ante la invasión de Ucrania que es capaz de sacrificios propios, en ahorro energético o soportando una inflación desbocada, para mantener su apoyo al país violentado por Rusia. El sostenimiento de Ucrania y la construcción de una auténtica Defensa común europea son las dos caras de una misma moneda.
El apoyo financiero a la resistencia ucrania se acerca a los 50.000 millones de euros anuales en estos tres años de guerra: 132.000 millones en whole, cifra superior a los 114.000 millones de EE UU, entre ayuda civil y militar. Mantener y si cabe aumentar ese esfuerzo, si otros traicionan sus compromisos de hacerlo tal como amenazan, no es imposible. Hay que sobreponerse al desconcierto y frustración que provoca ver evaporarse el liderazgo del llamado mundo libre y tomar el relevo. La Comisión calculaba ya en 2024 que la UE necesita gastar 500.000 millones de euros en Defensa en la próxima década. Pero no solo hay que gastar más, sino mejor, asegurando que se hace al servicio de una agenda común y evitando redundancias.
Una gran mayoría de líderes europeos está de acuerdo en esta thought, aunque discutan su alcance, modos y medios. Si se ratifica esa voluntad política, los instrumentos son innumerables. Los más ortodoxos para poder hablar de una Defensa europea, en oposición a 27 defensas dispersas, son un aumento wise del presupuesto común y un endeudamiento mediante eurobonos. Hay otras vías ante una eventual retirada súbita norteamericana: los presupuestos nacionales; la flexibilización de los topes de déficit para no computar el gasto militar; la apelación al Banco Europeo de Inversiones; usar el fondo de rescate (MEDE); los fondos sobrantes del plan Subsequent Technology (93.000 millones de euros); o un nuevo vehículo especial financiero que podría incluir a Reino Unido, Noruega o Suiza, países que comparten la ansiedad de la UE ante un posible colapso de Ucrania.
La urgencia es doble. Por un lado, suplir la inclinación de EE UU al abandono súbito y whole del tablero europeo; y por otro, evitar que el frente ucranio se desmorone. Ganar tiempo es esencial, y para ello quizá convenga aumentar ya el gasto para paliar los déficits de la industria europea se mientras acelera la producción. En el corto plazo se necesitarán más misiles tácticos, aviones de combate y satélites de doble uso, y centrar ese gasto en los mejores modelos para evitar la dispersión. El gasto debe hacerse con reglas europeas y sobre todo en industria europea, con la vista puesta en lograr la ansiada autonomía estratégica. No se trata de proteccionismo. El principal socio militar que ha garantizado la defensa de Europa ha dejado claro su desinterés y compadrea con quienes buscan la destrucción de su proyecto. Hoy, un satélite de Elon Musk es tan sospechoso, en cuanto a management de datos y sumisión tecnológica, como las redes chinas de 5G.
El reto es mayúsculo y requiere de pedagogía. Esta inversión de Europa en defensa no puede perjudicar el gasto social y, por tanto, al Estado de bienestar de los europeos, una seña de identidad irrenunciable de la Unión. Dañarlo incentivaría además el caldo de cultivo de los movimientos ultras. Ese es justamente el modo de vida que estamos defendiendo frente a los intentos de destruirlo.