La firma televisada de los decretos que sacan a Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático, la Organización Mundial de la Salud e incluso del pacto que lideró con la OCDE para gravar a las grandes multinacionales es pura marca Donald Trump. También lo es su primer ataque en este nuevo mandato —y solo horas después de haberlo estrenado— contra el orden international: el mandatario republicano ha dejado claro que quiere decir adiós al multilateralismo y apuesta por una grosera mezcla de aislacionismo y expansionismo.
Los anuncios del lunes, que la Casa Blanca ha festejado con alharacas, pueden no ser los únicos. Un día después la candidata de Trump a embajadora ante la ONU, Elise Stefanik, apuntaba la posibilidad de revisar las contribuciones de Washington a varios organismos de Naciones Unidas. Además, en la campaña electoral, el ahora presidente dejó claro que tiene a la OTAN, su misión y las contribuciones de sus miembros, en el punto de mira.
Aunque Trump defienda esos pasos como beneficiosos para su país y reciba una respuesta jubilosa por parte de su público, puede encontrarse con lo contrario de lo que pretende. Si con la retirada quiere protestar contra una creciente influencia de China en esas instituciones o emplear el dinero que ahorra en contribuciones para otros objetivos, lo que puede lograr es crear un vacío de poder en esos organismos que aprovechen naciones a las que considera rivales para expandir su management. O dejar pasar oportunidades económicas muy lucrativas. En el sector de las energías limpias, por ejemplo.
China ya se ha apresurado a salir al paso para defender esas instituciones que critica el presidente estadounidense. Pekín sostiene que la OMS es una herramienta imprescindible para la gobernanza de la salud international y que, como tal, hay que fortalecerla, no debilitarla.
La visión de Trump sobre el orden mundial se basa en un concepto decimonónico en el que Estados Unidos tiene como destino manifiesto la hegemonía y la expansión territorial. “Nosotros no necesitamos a otros países. Ellos sí nos necesitan a nosotros”, apuntó el lunes, en referencia a América Latina, entre decreto y decreto.
Con su desdén hacia otras naciones, y su miopía sobre cómo funciona el mundo, el presidente estadounidense puede estar forzando aquello mismo que dice querer evitar. Si Estados Unidos no quiere colaborar con otros países o cree que no recibe un trato justo en las instituciones internacionales, sus actuales aliados pueden optar por buscar alternativas. Así, los miembros de la OTAN llevan ya meses diseñando planes B para reducir su dependencia del gigante americano ante la perspectiva de una nueva Administración trumpista en Washington. Y algunos países que se sientan desdeñados pueden volver su mirada a la bestia negra de Trump: China.