La economía española creó el año pasado más de medio millón de empleos, hasta 21,3 millones de ocupados. El desempleo se redujo en más de 146.000 personas, hasta 2,56 millones, el menor desde el 2007. Con estos datos, el Ministerio de Trabajo, que dirige la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, ha caído en el triunfalismo, como si el mercado laboral español fuera el mejor de la UE.
Nada tan lejos de la realidad. Tendremos que esperar al 28 de enero para conocer los resultados de la Encuesta de Población Activa y la tasa de desempleo, que es el dato homologado en Europa. Es cierto que España está creando mucho empleo, como corresponde a una economía que crece por encima del 3%. Pero se trata de un crecimiento de baja calidad que aporta poco valor añadido y que no es sostenible en el tiempo porque no se basa en productividad sino en la inmigración, el endeudamiento, el fuerte aumento del gasto público y las subvenciones que llegan de Europa, y lo mismo se puede decir del mercado laboral. Todos los países de Europa, a pesar de crecer menos que España, tienen una tasa de paro que es la mitad que la nuestra. En el último trimestre del 2024, el paro en España period del 11,2% frente al 6,1% de media de la UE. Prácticamente toda la OCDE tiene pleno empleo o está cerca de conseguirlo.
Estamos en el pelotón de los torpes de la UE, con un modelo basado en bajos salarios
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se comprometió en su discurso de investidura a conseguir el pleno empleo en esta legislatura y a incrementar el poder adquisitivo de los salarios, lo cual está muy lejos. En tres años la tasa de paro no bajará del 11% y nos mantendrá como uno de los países con mayor desempleo de la UE.
La situación es más dramática aún si nos fijamos en los jóvenes menores de 21 años, para quienes el paro duplica el de los países desarrollados, y otro tanto se podría decir del desempleo femenino. Además, hay que tener en cuenta que 800.000 familias tienen a todos sus miembros sin trabajo y que España cuenta con la tasa de pobreza más elevada de la Unión Europea.
Pero, si nos fijamos en el salario medio, en España se sitúa en 32.587 euros, muy por debajo de la media europea, de 37.863 euros. Este dato es coherente con la permanente caída de la renta per cápita que sufre nuestro país desde la última década. Ya no se trata de comparar los salarios españoles con los de Irlanda, Dinamarca, Francia o Alemania, sino que hasta en Eslovenia están por delante.
Estamos instalados en el pelotón de los torpes, con un modelo productivo basado en bajos salarios, y cada vez nos distanciamos más. Si ponemos el foco en el empleo creado, no podemos obviar que ha sido ocupado por inmigrantes en puestos de bajo valor añadido y cerca de 90.000 son empleos públicos. A pesar de la reforma, la temporalidad y la precariedad siguen siendo altas, ya que 6 de cada 10 contratos dura menos de un mes y los despidos de fijos en periodo de prueba se han multiplicado por ocho. Menos triunfalismo y más autocrítica, hay mucho que mejorar.
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