Una niña de pelo negro y vestido gris se planta en la orilla del mar. Azul, inmenso, inquieto. El cielo, blanco como la playa, completa los colores en las páginas: apenas cuatro. Palabras hay menos aún: ninguna. Con tan básica paleta, Suzy Lee pintó hace casi dos décadas uno de los álbumes infantiles más celebrados de este siglo. Desde que La ola (Barbara Fiore) se publicó, allá por 2008, no ha parado de ganar lectores y premios. Ha sido aplaudido por las ilustraciones, la atmósfera, por contar toda la infancia sin necesitar texto, solo con el vaivén del agua. Ahora, la obra acaba de sumar otro mérito: ha entrado en la selección de libros para contrastar la violencia machista que la asociación italiana Scosse (Sacudidas) presentará la semana próxima en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, la más importante del sector. Tras aprender a lidiar con la marea, la protagonista se mide con el patriarcado.
“Hemos partido de una reflexión. Una persona pequeña expuesta a muchas concepts distintas crea en su cabeza un imaginario más rico que puede favorecer comportamientos más respetuosos hacia su entorno. Si individualiza qué le hace estar cómoda, y a quienes le rodean, tiene más posibilidades de contrastar situaciones donde pueda surgir violencia”, explica Elena Fierli, una de las responsables de Scosse. Su asociación lleva desde 2011 volcada en tres pilares: activismo transfeminista, investigación académica y educación, a través de talleres en colegios, con el profesorado o la Administración pública. Entretanto, lanzaron el proyecto Leggere senza stereotipi (Leer sin estereotipos), un catálogo que suma 350 recomendaciones de libros y en Bolonia desvelará su reciente actualización hasta 1.000 títulos. “Todos ellos muy accesibles, que se encuentran fácilmente en bibliotecas o librerías”, subraya Fierli.
La evolución de esa búsqueda llevó últimamente a Scosse hacia álbumes infantiles que trataran algún tipo de violencia. Cuenta la experta que la propia escasez, de partida, fue una primera respuesta. “Tan solo encontramos 48 en complete. Y algunos no se pueden incluir porque precisan de una mediación importante”, apunta la experta. Entre los que sí ve capaces de contribuir a un futuro con menos feminicidios aparecen, disponibles en España, Sirenas (Kókinos), de Jessica Love, sobre un niño que se divierte disfrazándose de mujer pez; Sexo es una palabra divertida (Bellaterra), de Cory Silver, que intenta impulsar conversaciones sobre cuerpos, género o consentimiento con lectores a partir de siete años; ¡En familia! (Takatuka), de Alexandra Maxeiner y Anke Kuhl, un repaso con cierto humor absurdo a distintos hogares; o Julia, la niña que tenía sombra de chico (El jinete azul), reedición del clásico de 1976 de Christian Bruel y Anne Bozellec sobre el derecho a ser uno mismo.
La actualidad añade relevancia a la labor de Scosse. Pese a la reducción de los asesinatos machistas, en 2024 hubo 114 y 47 vidas truncadas en Italia y España —datos del Observatorio que elabora la organización italiana Non una di meno y del Gobierno español—. El Ejecutivo italiano acaba de enviar al parlamento un diseño de ley para crear el delito de feminicidio, endurecer las condenas, reforzar la formación especializada dentro de la justicia y obligar al fiscal a escuchar personalmente a la víctima de violencia, sin que pueda delegar el interrogatorio a la policía, entre otras medidas. Pero la propia Fierli admite que las encuestas entre los jóvenes despiertan temores de cara al futuro, e incluso al presente. Junto con las dudas de que tal vez los avances logrados se antojen menos sólidos de lo esperado.

En España, solo el 35,1% de los chicos de entre 18 y 26 años se considera feminista, el porcentaje más bajo de entre todas las franjas de la sociedad; enfrente, las chicas de la generación Z proporcionan la mayor adhesión: el 66%, según una encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la SER presentada el año pasado. Pero un reciente análisis en 24 países (con miles de entrevistados entre España, Italia, Francia, Alemania, el Reino Unido, Suecia, Brasil, EE UU o Japón) arroja respuestas casi idénticas: solo un 32% de los chicos de entre 14 y 26 años se califica de feminista, un 59% cree que se espera “demasiado” de los hombres en la lucha por la igualdad y un 57% considera que la batalla ha ido tan lejos que ahora se les está discriminando a ellos. En los tres casos, el estudio —de Ipsos UK y el World Institute for Girls’s Management del King’s School de Londres— muestra que la generación Z es la que arroja la mayor brecha entre las convicciones masculinas (los hombres de esta edad son los más reacios de toda la encuesta) y femeninas (se colocan como las más volcadas con la causa en casi todas las preguntas formuladas). ¿De verdad pueden los libros hacer algo al respecto?
“El problema existe y es muy grande. Entre los adolescentes se está expandiendo una cultura de atención al género, la identidad y una sexualidad más libre. Pero también se está fortaleciendo la visión de la extrema derecha. En un colegio encuentras cada vez más a gente no binaria, que se expresa como quiere. Pero lo mainstream es cada vez más conservador. Es cierto que las chicas jóvenes son muy feministas, pero no todas. Hay muchas que aceptan relaciones violentas porque creen que así funciona. Es muy grave”, apunta Fierli. Como buen espejo del mundo, la literatura infantil y juvenil refleja ambas realidades. Varios autores, editores y expertos subrayaban justo en la feria de Bolonia de 2024 los grandes avances en igualdad e inclusividad. La edición de este año también acogerá una charla sobre cómo acercar la literatura a los jóvenes varones y narrar los hombres del futuro. Sin embargo, a la vez, las mismas voces alertaban sobre una vuelta de muchos libros al amor que siempre se llamó tradicional y hoy las gafas moradas ven tóxico. El éxito de la corriente literaria Enemies to lovers (de enemigos a amantes) incluye novelas donde se normaliza el abuso, algo de lo que han sido acusados superventas como Traficante de lágrimas o After.

La conclusión principal de Fierli es que hay que redoblar los esfuerzos. Ahí está, ahora incluso triplicado, su catálogo de libros infantiles que desmontan estereotipos de género. Muchos de los álbumes que aparecen están disponibles en España. Pequeña belleza, Más allá del bosque, El árbol de los recuerdos u Orejas de mariposa figuran en una selección que junta viejos clásicos como Pequeño azul y pequeño amarillo, de Leo Lionni; Elmer, de David McKee, o La oruga glotona, de Eric Carle, con autores contemporáneos de renombre como Beatrice Alemagna (Los cinco desastres) o Chris Haughton (Un poco perdido). También Con Tango son tres (Kalandraka), inspirada en la historia actual de dos pingüinos machos que adoptaron un cachorro, que desató en EE UU la ira de familias conservadoras y una batalla por sacarlo de colegios e incluso librerías.
Esas familias, o una mirada escéptica, detectarán en la selección de Scosse sobre todo las obras con un enfoque evidente ya desde el título, pero la lista incluye muchos álbumes de reconocida calidad, que apuestan por la narrativa en lugar de la moraleja, simplemente en un marco libre de viejos prejuicios. La propia Fieri aborda ese debate: “A menudo los ‘libros de temática’, por ejemplo sobre una familia monoparental, corren el riesgo de ser malos, con un pensamiento muy fuerte sobre el mensaje, pero ninguna atención al resto. Sucede con la mayoría. Nosotros buscamos historias bien escritas, con distintos estilos estéticos, que contando algo a lo mejor incluso muy ajeno nos lleven a reflexionar”. Y añade: “También identificamos libros negativos, o controvertidos”. No los incluyen en sus listas públicas, sino que los guardan para utilizarlos en las formaciones. Resulta que también sirven para construir un mundo mejor. Aunque sea a su pesar.