La escena tiene lugar en un café de Buenos Aires a pocos metros del antiguo teatro Grand Splendid, hoy reconvertido en la espectacular librería El Ateneo, una de las más bellas del mundo. En la mesa están Enrique García Espil y Daniel Goldar, dos urbanistas implicados en la planificación de la capital argentina. La conversación gira en torno a los problemas de la ciudad, en especial la vivienda, la movilidad, la seguridad o el modelo económico, que, sostienen, solo se podrán encarar desde una dimensión metropolitana. Entonces, uno opina que idéntica conversación se podría mantener en cualquier café de Barcelona, sobre Barcelona y con igual conclusión. Lo mismo, de hecho, en cualquier otra ciudad international. Ambos expertos coinciden en la necesidad de reconocer las realidades metropolitanas. De Buenos Aires, de Barcelona y de todas las grandes ciudades. Todo el mundo está de acuerdo sobre el papel. El problema viene cuando hay que pasar del papel a la decisión política. Entonces se bloquea todo intento de avanzar hacia una institucionalización metropolitana. En basic, por la desconfianza de los gobiernos nacionales y locales ante una hipotética pérdida de poder y autonomía.
De todos los problemas globales, destaca ahora mismo y es urgente el de la vivienda. Un conjunto de circunstancias, desde el impacto del turismo hasta la falta de suelo, ha puesto los precios de venta y alquiler inaccesibles para buena parte de la población. Barcelona está adoptando medidas, pero no va a encontrar por sí sola la solución. Como señalan los dos urbanistas bonaerenses, hay que hacerlo desde una magnitud y unas competencias metropolitanas. Es más, no basta encarar el problema desde los gobiernos locales. Se deben involucrar también a los gobiernos nacionales y autonómicos.
Barcelona toma medidas para afrontar el problema de la vivienda, pero por sí sola no hallará la solución
Después de décadas de no enfrentar esta cuestión, la reelegida presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado que la vivienda será una de las prioridades de su mandato. Incluso va a nombrar un comisario de vivienda asequible. La UE ha tardado décadas en darse cuenta de que la vivienda es un problema europeo, pero hay que saludar la iniciativa a la espera de ver cómo se dota económicamente.
En el Reino Unido, el nuevo premier laborista, Keir Starmer, reunió hace unos días a los alcaldes metropolitanos para anunciarles su intención de transferirles más competencias. También les trasladó el mandato de movilizar suelo para poner en el mercado 1,5 millones de nuevas viviendas en cinco años. En caso de que los resultados no sean satisfactorios, advirtió, será el propio Gobierno central quien asumirá esta tarea. Starmer ha entendido la dimensión metropolitana para afrontar la solución a la disaster residencial. Claro que los ingleses ya hace tiempo que han decidido dotar de poder institucional a sus regiones metropolitanas. Es el camino, ya sea para tratar en un café de Buenos Aires o en uno de Barcelona.