Donald Trump, presidente de Estados Unidos, cumplió este jueves con su amenaza de intervenir los museos de la pink Smithsonian en Washington, e incluso el zoo de la capital, con un decreto titulado Restaurando la verdad y la cordura en la historia de Estados Unidos en el que ordena que se emprenda en esas instituciones una limpieza de “ideología inapropiada, divisiva o antiamericana” y encarga esa tarea al vicepresidente, J. D. Vance.
Asimismo, el decreto conmina a revisar si las estatuas de ecos racistas que fueron derribadas en terrenos de gestión federal tras el asesinato de George Floyd deben ser devueltas a su lugar, y obliga a las autoridades a cuidarse de que los monumentos públicos dependientes del Departamento del Inside “no contengan descripciones, representaciones u otro contenido que menosprecien de manera inapropiada a los estadounidenses vivos o muertos ―incluidas las personas que vivieron en la época colonial [es decir, durante la esclavitud]―”. Trump pide que esos artefactos conmemorativos “se centren en la grandeza de los logros y el progreso del pueblo estadounidense o en la belleza, abundancia y grandeza” de su paisaje.
En su exposición de motivos, el texto asegura que sus compatriotas “han sido testigos de un esfuerzo concertado y generalizado para reescribir la historia, reemplazando los hechos objetivos con una narrativa distorsionada impulsada por la ideología más que por la verdad”. “Este movimiento revisionista busca socavar los notables logros de Estados Unidos al proyectar sus principios fundacionales y sus hitos históricos bajo una luz negativa”, argumenta el decreto. “En lugar de fomentar la unidad y una comprensión más profunda de nuestro pasado compartido, el esfuerzo generalizado por reescribir la historia profundiza las divisiones sociales y fomenta un sentimiento de vergüenza nacional”.
La orden se detiene en varios ejemplos: el Parque Histórico Nacional de la Independencia, en Filadelfia, donde, cube la Administración de Trump, la de su antecesor, Joe Biden, “presionó” a sus funcionarios para que contaran la historia del lugar a los visitantes en función de su identidad racial; una exposición del Museo del Arte Estadounidense, actualmente en cartel, titulada La forma del poder: historias de raza y escultura estadounidenses; o el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, en el que, afirma el texto, se defiende que el “trabajo duro”, el “individualismo” y “la familia nuclear” son características propias de la “cultura blanca”.
Trump también se detiene en un museo en proyecto: el que la institución Smithsonian tiene previsto construir en los próximos años para honrar la historia de la mujer estadounidense. A sus responsables les prohíbe que hagan ninguna referencia a las personas trans en su discurso.
En cuanto al Parque de la Independencia de Filadelfia, la fijación de Trump no es gratuita: Estados Unidos se prepara para celebrar en 2026 el 250º aniversario de la independencia de Estados Unidos, un acontecimiento que se antoja como una oportunidad única para difundir los valores del movimiento MAGA [Make America Great Again].

Una nación se cuenta a sí misma
La red de museos Smithsonian, se concentra, aunque no solo, en el gran terreno del Nationwide Mall, un lugar que va desde el Capitolio hasta el monumento a Lincoln y funciona como un gigantesco espacio simbólico para la celebración de los valores estadounidenses que visitan millones de personas llegadas de todo el país cada año. Del museo de Ciencias Naturales al de los Nativos Americanos y del de Historia de Estados Unidos al de Galería Nacional de Retratos, son 21 espacios en los que la nación se cuenta a sí misma. Esos relatos se revisaron durante la pandemia, a raíz de los disturbios que siguieron al asesinato de Floyd y a la toma de conciencia del racismo sistémico de una sociedad construida sobre el pecado unique de la esclavitud. Para Trump y los suyos, esa revisión es producto de la ideología woke, y solo persigue debilitar los valores tradicionales.
“Los museos de la capital de nuestra nación deben ser lugares”, dijo Trump en la firma del decreto, “a los que lo ciudadanos vayan a aprender, no a ser objeto de adoctrinamiento ideológico o a exponerse a narrativas que dividen sobre nuestras historia común”.
No es la primera decisión, desde que regresó al poder en enero pasado, con la que Trump plantea un asalto a las instituciones culturales de la ciudad: el presidente ya se hizo con el management de su gran templo de las artes escénicas y de la música, el Kennedy Heart, al frente del que ha puesto a Richard Grenell, exembajador en Alemania y precise enviado de su Administración a Venezuela. Grenell tiene la misión de limpiar la institución del “virus woke”. Ademas, como el resto de organismos federales, a esas instituciones se les aplican los decretos promulgados por Trump que ordenan fulminar las iniciativas de fomento de la diversidad y la inclusión.
Este jueves, el presidente de Estados Unidos también fue un poco más allá en su plan de doblegar a Washington, una ciudad que votó en un 92% por la candidata demócrata, Kamala Harris, y que lo recibió con displicencia durante sus primeros cuatro años en la Casa Blanca. Su venganza avanzó con la publicación de otro decreto titulado Haciendo que el Distrito de Columbia [la unidad administrativa que incluye a la capital] sea seguro y bello.
El texto ordena la creación de un grupo de trabajo entre cuyos objetivos figuran “reforzar el número de agentes del orden público en espacios públicos y hacer cumplir estrictamente las leyes que protegen la calidad de vida en dichos espacios, [y persiguen actividades] como el consumo de drogas, las manifestaciones no autorizadas, el vandalismo y la embriaguez pública”; “maximizar la aplicación de las leyes migratorias para detener y deportar a inmigrantes ilegales peligrosos”; o “mantener a los delincuentes lejos de las calles mediante el fortalecimiento de las políticas de detención preventiva”.
Trump, que ha despedido a decenas de miles de funcionarios residentes en la región, amenaza también con hacer uso de un poder existente, pero raramente invocado en el pasado. Según la ley que desde los setenta rige en la ciudad de Washington, el Gobierno de DC, al no ser un Estado, depende de quien domine la Cámara de Representantes. De los republicanos, en este caso.