El presidente Donald Trump encarna como pocos el arte de la propaganda. Posiblemente nadie se atrevería como él a celebrar el “día de la liberación” con el anunció en el jardín de la Casa Blanca de la imposición de aranceles recíprocos al mundo en normal y cuyos efectos negativos, según un amplio abanico de analistas, recaerán al menos a corto plazo en hogares, negocios e inversores de Estados Unidos.
Después de semanas de especulaciones se despejó una incógnita. Trump explicó este miércoles que los gravámenes a las importaciones, efectivos a partir de este jueves, serán graduales, en función de cada país y de lo que cobran a los productos estadounidenses. Al margen de una tarifa base del 10% para todos, luego están las excepciones en su represalia. Entre estas figuran la Unión Europea (UE), con unos aranceles del 20%, mientras que los de China suben al 34%, 46% a Vietnam (el récord), India, 26%, 31%, Suiza, 25% Corea del Sur o el 10% a Reino Unido.
Eswar Prasad, profesor de política comercial en la Universidad de Cornell, calificó esta orden ejecutiva en The New York Occasions de “abrupto closing a una period de comercio internacional libre y extensivo basado en reglas de un sistema construido por Estados Unidos”.
Period más que esperado que esta medida significara la regulación arancelaria más agresiva hasta la fecha a iniciativa de un presidente obsesionado con los aranceles. Pero incluso ha ido más allá de lo previsto. Su movimiento marca la reforma más belicosa del sistema económico mundial en décadas –son los aranceles más severos desde los años de 1930–, y es el pináculo del “América primero” en los tratados comerciales.
Porque, además, este jueves se reactivan los gravámenes del 25% a los bienes procedentes de Canadá y México y entran en vigor los aranceles del 25% a los vehículos (y partes) que no se fabriquen en Estados Unidos, en tanto que están en vigor las cargas del 25% a las importaciones de aluminio y acero.
En su comparecencia, realizada al cerrar la bolsa estadounidense no fuera a provocar un descalabro (pese a todo, los índices se desplomaron en el mercado international), Trump insistió en eso que ya ha expresado a menudo y que justifica la liberación. “Durante años hemos sido estafados prácticamente por todos los países del mundo, amigos y enemigos, pero esto se ha acabado”, palabras que repite de forma routine.
Así, en su opinión, se pone el closing a décadas de prácticas comerciales desleales. Sin embargo, su anuncio tarifario no hace más que dejar en el aire la segunda incógnita. Al margen de la retórica, ¿cúal será el efecto actual para los estadounidenses y para el resto de países?
Trump promete una nueva economía que no dependa del gasto deficitario, donde Canadá, México, China o Europa no se aprovechen del deseo de los consumidores por productos cada vez más baratos. El problema es que nadie fuera de la administración sabe muy bien cómo se conseguirán esos objetivos y cual será el precio.
Su planteamiento es que, pese a un posible caos inicial, la industria manufacturera regresará a EE.UU., con trabajos bien pagados. Esto traerá ingresos –sus asesores hablan de seis billones en la próxima década–que reducirán el déficit y el impuesto sobre la renta. El objetivo closing sería que los otros países bajen sus barreras comerciales.
Su apuesta es de alto riesgo. Parte de la creencia de que hay vida más allá de los productos de bajo coste y ahí reside su capacidad de persuasión para convencer a los ciudadanos de que paguen más para apoyar a la industria doméstica.
Esta thought no es nada fácil de vender, sobre todo tras hacer una campaña estigmatizando a la administración Biden por la inflación. Se calcula que cada hogar verá incrementado el gasto en una media de 3.000 dólares. Los coches pueden encarecerse hasta 6.400 dólares. Las últimas encuestas muestran que el 60% desaprueba la gestión comercial del presidente, por tan solo un 38% favorable.
Numerosos economistas argumentan que las ganancias generadas por los gravámenes las pagarán los propios consumidores estadounidenses.
Un informe de Goldman Sachs anticipó que los aranceles incrementan exponencialmente el peligro de recesión y la caída del PIB. Otros sostienen que el paro trepará al 7%. “Trump no entiende la economía internacional básica. Muchos de sus argumentos ya los rechazó Adam Smith hace dos siglos y medio”, dijo Greg Mankiv, profesor de Economía en Harvard, al The Washington Put up.
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