Trump tiene cuatro años para utilizar el enorme poder que ha acumulado al frente de su coalición. Pero pondrá el turbo en sus primeras cuatro semanas o cuatro meses. A la “velocidad de la luz”, dicen sus colaboradores. Sin sorpresas. Hará lo que prometió. Lo primero, deportaciones tan masivas como pueda. Cuando usted lea estas líneas, quizás ya habrán empezado en Chicago. Pero tendrá problemas logísticos. Se estiman 13 millones de indocumentados. La agencia de management de la inmigración tiene unos 5.000 operativos. Pedirán ayuda a la Guardia Nacional y a los policías locales, pero estos dependen de gobernadores y alcaldes que en estados clave, como California, ya han dicho que no van a colaborar. Por eso Texas se utilizará para campos de detención. Empezarán por aquellos con antecedentes penales y luego irán añadiendo. Se busca un efecto mediático y disuasorio hacia futuros inmigrantes.
También se pondrá en marcha la venganza private contra quienes llevaron a Trump a los tribunales, utilizando el Departamento de Justicia para acusar a jueces y funcionarios de prevaricación. Para otros se dispone de la Agencia Tributaria, cuyo precise director ya ha dimitido.
Si los Brics y la UE no contrarrestan a Trump, el mundo se deslizará hacia un orden impuesto por EE.UU.
Mientras, Musk limpia la administración federal con miles de despidos. Rebajará impuestos a los ricos. Disminuirá impuestos sobre ganancias del capital y dejará a las multinacionales que operen desde paraísos fiscales. Reducirá la financiación federal a las universidades. Libertad de publicar lo que se quiera en las redes sociales, a la manera de X, a la que ya se han unido Meta y Google. Tal vez salven TikTok o faciliten su adquisición amigable por Oracle u otra empresa afín. Harán la vida imposible a medios como The New York Occasions, CNN o MSNBC. De The Washington Submit se encarga su propietario, Jeff Bezos, que también se subió al carro. Presionará a empresas del automóvil con aranceles en las importaciones de México y Canadá para que relocalicen su producción en las viejas regiones industriales de donde salieron. Incrementará el gasto de defensa, sobre todo en tecnología, misilística y drones, haciendo las delicias del complejo militar-industrial de nuestro tiempo.
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Acrecentará la guerra comercial con China al tiempo que negocia. La presencia del vicepresidente chino, Han, en la inauguración indica una doble estrategia. También presionará a la Unión Europea con nuevos aranceles estratégicamente enfocados. No invadirá Groenlandia porque no hace falta. Ya tiene allí la base aérea espacial de Pituffik. Y ofrecerá ventajas o condiciones al Gobierno de Nuuk para explotar minerales raros, oro y otras riquezas bajo una capa de hielo que empieza a fundirse.
A Panamá le impondrá rebajas de las tarifas del canal y prevención de la presencia china en la gestión de esa vía de agua. A Canadá le aplicará nuevos aranceles e intentará incrementar la presencia militar de la OTAN en el Ártico.
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Forzará a Zelenski a firmar una paz que reconozca la integración en Rusia del Donbass y Crimea. Se asegurará el management de la OTAN obligando a los países europeos a aumentar su gasto en defensa. Consolidará el management de Israel sobre su entorno y le autorizará para que bombardee las instalaciones nucleares de Irán.
En América Latina, el halcón cubano-americano Marco Rubio procederá al hostigamiento híbrido de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Y respaldará decididamente a Milei como su hombre en el Cono Sur para compensar la influencia brasileña. Debilitará a los Brics paulatinamente. Si este bloque y la Unión Europea no son capaces de contrarrestar el proyecto international de Trump, el mundo se deslizará hacia un orden mundial impuesto por un Estados Unidos que quiere ser “grande otra vez”.