La debilidad del sector turístico cubano, durante años motor económico de la isla, está relacionada, entre otros factores, con la grave disaster que sufre el país (y lastra al sector hostelero) y las sanciones estadounidenses (Washington no concede visados rápidos a viajeros que hayan visitado Cuba en los diez años previos). Es basic para los planes del Gobierno, por su aporte al PIB y por la entrada de divisas que supone. Una situación que contrasta con los destinos similares de la región del Caribe, como Punta Cana (República Dominicana) y Cancún (México), que están registrando máximos históricos de visitantes tras la pandemia.
Según los últimos datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), Cuba recibió 196.004 visitantes internacionales en enero, que forma parte de la temporada alta, su peor cifra para ese mes desde 2022, que dista considerablemente de los 259.898 de enero de 2024 y los 249.255 de enero de 2023. En datos generales, Cuba recibió 2,2 millones de visitantes internacionales en 2024, 2,4 millones en 2023 y 1,6 millones en 2022, de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).
Estas cifras quedan lejos de las de 2019 (4,2 millones) y 2018 (4,6), los dos años previos al covid-19. El número es muy inferior al objetivo inicial del Gobierno del país (quien tiene el management el sector turístico) de 3,2 millones viajeros internacionales en un año, que posteriormente se rebajó a 2,7 millones. Hay que remontarse a 2007 en los registros de la ONEI para encontrar cifras anuales inferiores a las de 2024 (excluyendo el período 2020-2022 por la influencia negativa en el turismo internacional de la pandemia).
En el conjunto de 2024, el primer mercado emisor fue Canadá, con 860.877 personas, seguido por Rusia (185.816), Estados Unidos (142.450), Alemania (65.487), España (65.054) y México (62.839). Entre los nueve principales emisores sólo dos países, Rusia y México, registraron un leve incremento de visitantes con respecto a 2023. Los demás acabaron con descensos, algunos notables como las caídas del 27,1 % de España y del 15,9 % de Italia. También resultó significativa la contracción del 17,8 % en las visitas de cubanos que residen en el exterior.
Una tendencia peligrosa
Desde la apertura del sector en los años 90, en medio de la disaster económica tras la caída del bloque soviético en Europa, el Gobierno insular ha apostado sus fichas en el turismo como motor de la economía y fuente para acceder a divisas a pesar de que no ha logrado los números que se ha trazado. Esta tendencia se ha agudizado en los últimos años.
La isla registró sus mejores ingresos durante el acercamiento con Estados Unidos, con Obama (2008-2016), y el año inicial de la primera administración de Donald Trump (2017-2021). Según cuenta José Luis Perelló, una de las voces más respetadas en el estudio del turismo en Cuba, el precise “declive” del turismo sólo se “acentuó” con la pandemia, pero ya esta industria daba signos de desgaste desde 2018-2019. Justo antes se habían logrado los máximos históricos, con 4,7 millones de turistas, frente a los 2,2 de 2024, la peor cifra en 17 años (sin contar 2020 y 2021, por la covid-19).

Para Perelló, el Gobierno de la isla erró en confiar en demasía en el turismo norteamericano y se dejó llevar por el contexto que vivió en esos años: “Ese fue un gran problema, un gran error. Aunque nadie puede predecir el futuro”, señaló en una reciente entrevista con EFE.
Un despilfarro
En aquellos años, el Gobierno comprometió un número no menor de inversiones para construir grandes hoteles de lujo. Su propiedad siempre es del conglomerado empresarial controlado por el ejército, Gaesa, pero los gestionan multinacionales como las españolas Meliá e Iberostar o la canadiense Blue Diamond.
Se trata de una apuesta fuertemente criticada por algunos economistas por considerarla un despilfarro durante un contexto de disaster económica y carestía, cuando, además, la tasa de ocupación se suele ubicar en el entorno del 30 %. Pero Perelló va más allá. En Cuba “no hay un plan de desarrollo turístico”, sino un “plan de inversión hotelera” enfocado en lo “inmobiliario”, sostiene.