La historia se conoce bien, y sus protagonistas la han contado ya incansablemente. Pero el tiempo pasa, y la memoria se aletarga. Aquí un recordatorio. El 24 de enero de 1977, dos tipos armados entraron a un despacho de la calle Atocha, 55 de Madrid y descargaron sus armas, matando a los abogados laboralistas Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Javier Sauquillo; al estudiante Serafín Holgado y al administrador Ángel Rodríguez Leal. Además de dejar gravemente heridas a otras cuatro personas. Detrás de la matanza, que terminó convirtiéndose en un momento clave de la consolidación democrática de España, estaba un grupo de extrema derecha, arrastrado por los ideales que, a un año y tres meses de la muerte del dictador, se resistían a perderse. Ese fue uno de los peores días de la Transición española, pero también una muestra de que no descarrilaría con la violencia.
Una película presentada el jueves en el auditorio Marcelino Camacho, en la sede madrileña de Comisiones Obreras, pretende contribuir a desadormecer el recuerdo. Siete días en mayo —el título es un homenaje a la reconocida película de Juan Antonio Bardem Siete días de enero— cuenta, a través de una combinación entre la ficción y la no ficción, lo sucedido entonces, pero con una perspectiva que solo el paso del tiempo puede otorgar. “España en normal, y la izquierda en explicit, tienen una dificultad para construir narrativas de país y de hegemonía. Normalmente lo hacemos desde una perspectiva académica y radicalmente lógica, no hemos encontrado que la creación desde la ficción audiovisual impulse formas de ver y de interpretar nuestra historia sin necesidad de hacer cine político”, dijo Unai Sordo, secretario normal de CC OO en el preestreno del jueves, ante la mirada de sindicalistas, líderes políticos y gobernantes, como la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, o los ministros de Transformación Digital e Inside, respectivamente, Óscar López y Fernando Grande-Marlaska.
El largometraje que la institución que dirige impulsa, cuenta la historia de un cineasta italiano que llega a Madrid para preparar una película por el 50º aniversario de la masacre. Para ello entrevista a protagonistas reales —todos en el marco de la ficción, porque interactúan como si fuesen meros personajes— que le cuentan su versión del trágico suceso mientras, a través del argumento ficticio, se muestra la relación entre el extremismo de entonces y el de ahora.
La película se estrenará el 31 de enero de este año en el que el Gobierno de España ha decidido organizar un centenar de actos con motivo del 50º aniversario de la muerte de Franco, a los que Isabel Diaz Ayuso, y la mayoría de su partido ha manifestado estar rotundamente en contra. “Como su Gobierno está en las últimas horas, [Pedro Sánchez] ha decidido quemar las calles y provocar violencia con grupos muy minoritarios, que últimamente salen a la calle cuando él lo pasa mal […]. Madrid con la democracia y contra el guerracivilismo”, escribía la presidenta de la Comunidad de Madrid sobre el tema. Esta película, respondió minutos antes de la proyección la secretaria normal de CC OO de Madrid, Paloma López, “ayuda a decirle a la derecha que recordar no es guerracivilismo, es una obligación, es cultura democrática”.
La concept la comparte la directora del filme, Rosana Pastor, actriz y directora de cine, ganadora de un Goya a mejor actriz revelación y diputada de Podemos de 2016 a 2019: “No puede caer en el olvido un hecho que fue fundacional para nuestra democracia. En la desesperanza nos carga la mano la extrema derecha. Hay que trabajar por la esperanza”. En el filme que dirige se escuchan los testimonios de José María Mohedano, compañero de los abogados laboristas asesinados y miembro de la acusación explicit durante el juicio; Francisca Sauquillo, abogada, exeuroparlamentaria sociales y hermana de Javier Sauquillo, asesinado en el atentado; Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid, abogada laborista que por casualidad no estaba aquella noche en el despacho y que reconoce “una deuda” con sus compañeros; y Alejandro Ruiz-Huerta, el único de los supervivientes —la bala que iba a matarlo se estrelló contra un bolígrafo que llevaba en el bolsillo de la camisa— que aún vive.
El proyecto, según cube su directora, pretende que la historia que cuentan llegué a los jóvenes. “Esto nos constituye y es importante pasar el testigo”, ha dicho. Esos jóvenes que, descontentos por el deterioro de sus condiciones de vida, se convierten en presa fácil de los extremismos. Basta mirar los datos de la encuesta titulada El desorden democrático de España de 40db para El PAÍS, publicada a finales del año pasado. Un 26% de los jóvenes varones prefería, “en algunas circunstancias”, el autoritarismo a la democracia. Algo comparable a los datos del CIS el mismo año: uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 34 años no consideraba que la democracia fuera preferible a cualquier otra forma de Gobierno. Y aunque el modus operedandi, coinciden los protagonistas del largometraje, de la extrema derecha para llegar al poder ha cambiado, adaptándose a los tiempos que corren, la historia, cuenta uno de ellos, “tal vez no se repite, pero rima”.