Si no lo hubiésemos visto, puede que ahora estuviéramos a otras cosas. Puede que esta columna hablara del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y de la edad de oro que ha prometido para los Estados Unidos. O que hablara del enredo político español. Pero lo hemos visto y, gracias a eso, nadie podrá decirnos que es una exageración o una versión de parte. Hemos visto al juez Adolfo Carretero interrogar a Elisa Mouliaá con un tono cortante y seco, y cuestionar que no hiciera las cosas como tenían que hacerse, que es exactamente como el juez cube que tendrían que haberse hecho: diciéndole a Íñigo Errejón lo que el juez opina que tendría que haberle dicho.
Podríamos no haberlo visto, porque nos pareció entender que las filtraciones en la justicia se persiguen y se castigan. Pero lo hemos visto: las maneras del juez Adolfo Carretero de preguntar por las bragas y por los pechos y hasta de preguntarle a ella por qué se sacó el pene el hombre al que ha denunciado por agresión sexual. Esa frase conviene volverla a escribir, porque así se entiende mejor de lo que estamos hablando: el juez Carretero preguntó a la denunciante por qué se sacó el pene el hombre al que ella había llevado a juicio.
A Errejón le asiste el derecho a la presunción de inocencia y la denuncia de Mouliaá habrá de acreditarse en el proceso, pero no hará falta esperar al veredicto de este caso para entender por qué tantas mujeres dudan antes de presentar la denuncia: porque les harán revivir un episodio traumático y porque puede que se topen con jueces como este.
La diferencia esta vez es que hemos visto y escuchado los interrogatorios y nadie nos los tendrá que contar. Hemos podido ver incluso la comprensión que en algún momento llegó a tener el juez con él —”entonces fue un magreo”, le dijo a Errejón— y la dureza que mostró con ella: “Que estaba muy incómoda no; que me dejes en paz, que no me toques. ¿Le dijo algo de eso?”. O: “¿Cuánto tiempo estuvo chupándole las tetas?”. O: “¿No sería que usted sí quería algo con ese señor?”.
Esta vez había vídeo y se ha filtrado. La primera pregunta es por qué. La segunda es qué ocurrirá en aquellas situaciones en las que no haya imágenes o no trasciendan. Quizá esto de ahora sirva para que tantos que siguen sin ver o que le quitan trascendencia, tantos que dicen que las cosas se exageran, caigan en la cuenta de que para muchas mujeres esto no es un vídeo ni un caso aislado ni el producto de ninguna ideología feminista. Esto, por desgracia, es lo que hay. Todavía.