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Hay una institución llamada Mercados que no figura en ninguna Constitución, pero expide certificaciones de los errores y aciertos de los gobernantes. Sus dictámenes no alcanzan categoría de ley, pero tienen efectos trascendentes en la economía. No tienen más jefe reconocible que el dinero, pero sí tienen magníficos sensores para detectar dificultades y beneficios y validar previsiones de futuro. Sus reacciones positivas suelen ser indicios de bonanza y las negativas deterioran gobiernos, hunden empresas y arruinan a inversores. A veces parece que tienen más credibilidad que los representantes elegidos por la sociedad.