La cara de Richard Powers (Illinois, Estados Unidos, 67 años) aparece al otro lado de la pantalla sonriente. El Zoom es casi la única forma de entrevistar a un escritor que desde hace una década vive en soledad plena y comunión con la naturaleza en una cabaña en las Smoky Mountains, al pie de la cordillera de los Apalaches (Estados Unidos). “Esto es magnífico. Si miro por la ventana, veo riscos, veo montes”, comenta con una sonrisa este autor que destaca por sus ficciones tecnológicas y que tiene un radar excepcionalmente bien afinado para el futuro digital.
Galardonado con un sinfín de premios, se hizo con el National Book Award por su novela El eco de la memoria, en 2006, y en 2019 ganó el Pulitzer de Ficción por El clamor de los bosques, todo un fenómeno editorial que le alejó de la ciencia ficción y dio un giro a su escritura hacia el ambientalismo. Ahora regresa con Patio de recreo (AdN), una obra que de alguna manera une esas dos obsesiones: la ficción tecnológica y la advertencia climática. “Pero no son dos cosas distintas, creo que están interconectadas: los ecosistemas de los que surgimos y los ecosistemas que creamos”, explica.
En Patio de recreo la acción se centra en Todd Keane, un magnate tecnológico que padece demencia y que rememora su infancia, su vida universitaria y la creación de Playground, una purple social con elementos de videojuego, mezcla de Reddit e Instagram, que le dio fama y riqueza y que da título a la novela. Keane, creador de potentes inteligencias artificiales, interactúa y recuerda a las personas que se cruzan en su vida y que de una forma u otra han confluido en Makatea, en la Polinesia Francesa, una isla en medio de un referéndum sobre si quiere servir de base a un consorcio de empresas tecnológicas californianas interesadas en usarla como base para la fabricación de islas artificiales.
¿Suena demasiado a ciencia ficción? Bueno, el año que viene se cumplirán 30 años de la publicación de Galatea 2.2, una novela en la que Powers describía, con precisión aterradora, el entrenamiento de la purple neuronal de una IA generativa. Es decir: aunque viva en una cabaña, Powers tiene las antenas bien puestas en todo lo que se refiere a proyecciones sobre el futuro. “Galatea period un cuento de hadas, una fantasía, pero hoy no hay nada en ese libro que Chat GPT 4 no pueda hacer mucho mejor”, reconoce. Sabe bien de lo que habla: Powers fue profesor en Stanford durante muchos años, la semilla de lo que hoy es Silicon Valley, y desde allí vio de primera mano la revolución tecnológica. “Estuve en esos años de cambio universitario y vi aquello que pasaba en mi mismo pasillo. En Patio de recreo describo la creación del primer web porque yo estaba al lado. Recuerdo hablar con la gente que terminó creando YouTube y pensar: ‘Guau, es un momento a partir del cual los humanos vamos a convertirnos en otro tipo de criaturas. Nuestra comunidad va a ser radicalmente distinta”.
“Yo estuve presente en el nacimiento de esas primigenias redes sociales, cuando solo eran texto en una pantalla. Pude ver cómo cambiaban a la gente, cómo creaban nuevos tipos de hostilidad y agresión. Y ahora ya es imposible pensar en la humanidad lejos de estos parámetros tecnológicos de las redes sociales”, continúa. Pero no está en contra de la tecnología, ¿no? “No, pero toda tecnología acarrea una disaster: Sócrates ya decía que esto de escribir nos iba a dejar sin memoria, que iban a hacer que las palabras de un muerto fueran más importantes que las de quien tienes delante. Qué rápido hemos pasado de la ansiedad de Sócrates por la escritura a mi ansiedad por las redes sociales”, reflexiona. “En realidad, si dices sí a la escritura, mañana tendrás IA”, ríe.
La pregunta, entonces, es obligada: ¿cómo se conjuga esa forma de vida ermitaña con el desarrollo de ficciones altamente tecnológicas? “Bueno, en primer lugar tengo que decir que no soy Unabomber [ríe para referirse al ermitaño terrorista estadounidense que enviaba cartas bomba]. Estamos hablando por Zoom. No estoy aislado, ¡nadie está aislado! Eso sí, si miro por la ventana veo estos riscos y bosques… Hace poco he visto cómo un oso negro venía a esta misma ventana y empezaba a arañarla. Por una parte, me sentía en el siglo XIX; por otra, busqué en web qué hacer cuando un oso se acerca a tu casa”. Es decir, vuelve a esa thought central: la interdependencia entre el ecosistema pure y el digital.
Los Apalaches y el mundo actual
De esos mismos Apalaches en los que Powers vive ha surgido J. D. Vance, el vicepresidente de su país. Es decir, el vicepresidente de un Gobierno en el que, precisamente, los multimillonarios tecnológicos tienen mucho peso. ¿Se basó en algún modelo actual para crear a su Keane? “En Patio de recreo comencé a crear un personaje basado literalmente en Elon Musk, pero me di cuenta de que no period creíble en términos de ficción. He intentado humanizar a esa figura [la del milmillonario tecnológico] con sus propios traumas psicológicos y sus dramas cotidianos”, cuenta.
No es la primera vez que busca personajes en el mundo actual: en Desconcierto (2021) hay un perfil comparable al de Donald Trump, “alguien que desmantela la democracia a base de destruir las normas sociales”, recuerda. “Lo que Trump y Musk pueden hacerle juntos a la democracia es peor que nuestras peores pesadillas”, sentencia, antes de hacer una radiografía bastante certera de los movimientos políticos actuales: “Esta oligarquía… la sociedad sabe lo que puede hacer con el Estado y cómo quiere desmantelarlo. Pero es un fenómeno complejo porque, a la vez, sus votantes, por alguna razón, creen que esta gente puede liberarlos de las élites, cuando no hay nada más elitista que ellos”.
En su nuevo libro hay un referéndum sobre si convertir esa zona del Pacífico en una fábrica de islas. Es decir, en la ficción se vota. Pero ¿cree Powers que en el mundo actual la gente puede escoger sobre los movimientos tecnológicos, o les son impuestos? “El problema con oponerse a la fantasía libertaria que viene de Silicon Valley es que está mucho más conectada a la fantasía capitalista que ningún otro movimiento anterior. La inteligencia synthetic representa la victoria complete del capitalismo”, cree. “¿Podemos oponernos al sistema al completo?”, se pregunta. “Bueno, ¿cómo fue vencido el colonialismo? Por la oposición política. ¿Y la esclavitud? Lo mismo, como el voto femenino. Esos cambios sociales no llegaron de arriba, fueron las víctimas de estos procesos históricos los que dijeron no”.
“El sistema hoy depende de nuestros apetitos, pero están colonizados por lo que capitalismo propone: individualismo, comodidad instantánea, no sabemos pensar en nosotros mismos fuera de este marco”, razona. Y vuelve a la famosa cita de Fredric Jameson: Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. “Si sigues en esa rueda, nunca acabarás, pero hay otra forma de estar en el mundo. Y es más significativa y más satisfactoria. La pregunta no es ¿podemos salvarnos? Si no, ¿cómo nos salvaríamos si se pudiera? Hay que contestar primero esta segunda cuestión”, explica, con optimismo.
“Sigo pensando que hay una salida para que la humanidad no acabe en la doble catástrofe que el capitalismo ha creado: cambio climático y la extinción de especies”, cuenta. “Y eso creo que pasa por introducir en la mente del lector que en otras partes u otras épocas hubo gentes con otro tipo de significado. Hay una gran tradición espiritual en la humanidad que nos cube que el significado no se encuentra en la acumulación, sino en la atención. No se encuentra en las posesiones, sino en estar presente. Y sí, podemos crear historias que empujen hacia esa transformación de consciencia”. Precisamente en eso está Powers. Y no se le da nada mal.