Disculparán la digresión previa pero uno no puede evitar evocar a Emilio Olabarría, el diputado del PNV que en sus buenos días se subía a la tribuna del Congreso y hacia discursos impecables sin un papel en el atrio, o a su compañero Josu Erkoreka, que le iba a la zaga en oratoria y al que le siguió y sigue ahí pese a todo, Aitor Esteban. Todo para decir, así, en normal: ¡qué bien hablan los políticos vascos!
Digamos que al joven lehendakari Imanol Pradales –este año cumplirá en abril los 50– todavía le quedan un par de asignaturas para alcanzarles. Todo llegará.
Pradales pertenece a una nueva generación que tiene el encargo de modernizar el nacionalismo vasco
¡Y qué sensatos son! Acostumbrados a esa tendencia autolesiva del nacionalismo catalán, escuchar a los dirigentes nacionalistas vascos como el lehendakari resulta lenitivo para la gente de orden.
Ahí está Pradales –remero de estribor en su trainera– el primer lugarteniente en el último relevo generacional del PNV con la misión de remasterizar el nacionalismo vasco. Mantener la música, pero que suene mejor.
Un rejuvenecimiento no exento de conflicto sobre el que Pradales ha pasado de puntillas hoy en Barcelona. En breve: Andoni Ortuzar, el líder del PNV, parece decidido a quedarse en su despacho de Sabin Etxea a pesar de que en el relevo generacional que él ha impulsado han caído casi todos sus seniors coetáneos, entre ellos, cabe recordarlo, el ex lehendakari Íñigo Urkullu.
Imanol Pradales, su sucesor, a la vista de quien ocupaba las tres primeras filas del auditorio de la avenida Diagonal donde se ha celebrado el primer Foros de Vanguardia de este extraño año que empieza, sigue suscitando el interés de las principales empresas catalanas y de casi todos los vectores del mapa político catalán. El País Vasco interesa en Catalunya.
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El PNV anda en busca de un reajuste en una sociedad, la vasca, que ha pasado página al drama y quiere abrirse paso en un mundo cada vez mas complejo. Un mundo en el que al veterano nacionalismo vasco ahora no le va del todo bien.
Este es el principal objetivo político del lehendakari, liberal en los modos, socialdemócrata de fondo en un país, el vasco, donde el mundo industrial y cooperativo tiene un brio casi antropológico.
Los debates de los Foros de Vanguardia acostumbran a tener dos partes. La primera en la que el orador hace algo así como una autorepresentación de concepts. Luego llegan las preguntas de los periodistas –en esta ocasión Ramon Rovira, Enric Juliana y Jordi Armenteras– la verdadera prueba de resistencia del orador. Y ahí el lehendakari ha demostrado varias cosas: que su gobierno –en coalición con el PSE, no se olvide– tiene en su frontispicio la palabra diálogo escrito con letras luminosas.
Y en segundo lugar , y en ello seguramente coincide con el president Illa, que su visión de la política tiene mucho más que ver con la economía, el derecho o incluso, si se quiere, la minucia de la fontanería pública que con la hipérbole que caracteriza el día a día en el centro peninsular convertido en un aspirador político pero también y sobre todo económico.
Sobre esto, y a preguntas de Juliana, el lehendakari -que, que se sepa, nunca ha renunciado al independentismo como último propósito- ha reclamado que el País Vasco esté presente en las mesas donde se resolve el futuro, no sólo de la política, también de la economía española, en suma del poder de verdad.
Entre las filas del auditorio tal vez alguien habrá tomado nota.