Existe una gran incertidumbre ante la estrategia que adoptará la segunda administración de Donald Trump sobre Venezuela. Sin embargo, analistas consultados en Miami y Washington coinciden en algo: no se repetirá el Trump de 2018-2019, que apostó por una “presión máxima” y un régimen de sanciones severas para provocar un cambio de régimen con Juan Guaidó como líder. Tampoco será el Trump del 2020, que optó por un modus vivendi con Nicolás Maduro, calificado como un “hueso duro de roer”, mientras expresaba frustración con Guaidó, a quien consideraba un “flojo”. El Trump del futuro podría ser una combinación de ambos enfoques.
“Es difícil predecir qué hará Trump, pero se puede extrapolar de su primera administración”, cube Geoff Ramsey, analista del Atlantic Council en Washington. “Trump pasó de la presión máxima, e incluso consideró una opción militar, a adoptar una postura mucho más moderada basada en negociaciones”. Esta parece ser la posición de la nueva administración. “Existen halcones que abogarán por una política más dura, pero nadie habla en nombre de Trump”, añade Ramsey.
Trump no se reunió con Edmundo González ante la toma de posesión de Maduro
Desde su victoria electoral en noviembre, Trump ha hablado poco sobre Venezuela, limitándose a un mensaje en redes sociales la semana pasada en el que advertía que no se hiciera daño a María Corina Machado, la líder de facto de la oposición, quien se encuentra en Venezuela. La decisión de Trump, en los días previos a la toma de posesión de Nicolás Maduro, de no reunirse en Washington con el exiliado candidato opositor Edmundo González “es muy significativa”, señala Ramsey.
El anuncio, el mes pasado, de que Richard Grenell será el enviado para misiones especiales en la nueva administración podría ser un indicio de una posible negociación con Maduro. En septiembre del 2020, Trump envió a Grenell a Caracas para negociar una salida a la disaster con Jorge Rodríguez, brazo derecho de Maduro.
Otra pista proviene del nuevo senador republicano por Ohio Bernie Moreno, nacido en Colombia, quien sorprendió a muchos observadores cuando afirmó en una entrevista en un medio colombiano que la administración Trump sí negociará con Maduro, ya que “él es quien va a tomar posesión; Estados Unidos no resolve quién lidera en otros países”.
Aunque la veracidad histórica de esta afirmación sea discutible, parece reflejar un rechazo a las políticas neoconservadoras de cambio de régimen. “Trump no basará su política sobre Venezuela en cuestiones de gobernanza”, afirma Javier Corrales, de la Universidad de Amherst, quien representó en el 2019 al equipo de Juan Guaidó en Washington.
Sin embargo, no faltarán neoconservadores en la nueva administración. Marco Rubio, veterano en la política ideologizada del exilio cubano en Miami, será confirmado este mes como secretario de Estado. Mauricio Claver-Carone, responsable de política latinoamericana, ha sido el principal lobista anti-Castro en Miami. Mike Waltz, otro halcón de Florida, será el asesor de seguridad nacional, cargo que en la primera administración ocupaba John Bolton, arquitecto del fallido plan de cambio de régimen con Guaidó de protagonista. “No veo un giro hacia el pragmatismo hasta que Trump se enfrente a Rubio, lo cual podría ocurrir pronto o nunca”, cube Mike Bustamante, de la Universidad de Miami.
Los neoconservadores de la Florida intentarán convencer a Trump de que las alianzas de Maduro con Iran, China y Rusia ponen en peligro la seguridad nacional estadounidense y el plan de establecer una nueva Doctrina Monroe en la región que garantice la hegemonía estadounidense. De ahi, defenderán más presiones para impulsar el cambio de régimen.
Uno de los temas prioritarios para Trump es la inmigración, especialmente su polémico compromiso de deportar a los as soon as millones de indocumentados que hay en EE.UU., de los que 270.000 son venezolanos. “Si Trump quiere deportar a los venezolanos, Maduro tendrá que estar de acuerdo para recibirlos, lo que tendría sentido en una posible negociación con Maduro”, señala Daniel Pedreira, politólogo de la Universidad Internacional de Florida.
Otro asunto crítico es el petróleo, aunque hay discrepancias sobre la importancia del crudo venezolano para una administración que pretende impulsar una nueva fase de fracking en EE. UU.
De ahí surge el consenso: Trump probablemente negociará con Maduro en busca de acuerdos sobre inmigración y petróleo. Sin embargo, estará muy atento a cualquier señal de divisiones dentro del poder en Venezuela para intensificar las sanciones. Ya hay algunas señales de debilidad, según Beatrice Rangel, ex jefa de gabinete del expresidente Carlos Andrés Pérez, actualmente afincada en Miami. “Hay disensión en el chavismo, y María Corina Machado es la persona que se necesita para que funcione la máxima presión”, asegura. Puede ser cierto, pero Trump recordará que esto mismo le dijeron sus asesores, liderados por Bolton y Rubio, en el 2019 sobre Juan Guaidó.