Aunque a primera vista pueda parecer alarmista, la Estrategia de Preparación de la Unión Europea, que presenta hoy el Ejecutivo comunitario, responde a una realidad innegable: el mundo es cada vez más inestable y Europa no es una excepción. Desde fenómenos climáticos extremos, cada vez más frecuentes, hasta la amenaza de conflictos armados, en especial con la agresividad demostrada por Rusia, la UE se enfrenta a nuevos desafíos que requieren preparación por parte de sus ciudadanos. Lejos de fomentar el miedo, para ser útil esta estrategia debería servir para fomentar una cultura de prevención ante hechos extraordinarios. Lamentablemente las señales de hostilidad también llegan desde el país que, hasta la llegada de Donald Trump a la presidencia, period el principal garante de la seguridad europea. Las críticas a Europa en un chat secreto del vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, evidencian que la UE debe reducir sin demora su dependencia de EE UU.
Es preciso subrayar que Bruselas no propone ninguna medida que no haya sido aplicada antes en el continente. Algunos países europeos ya han adoptado estrategias similares, especialmente con motivo de la guerra de Ucrania o, anteriormente, de la pandemia. O incluso antes. Alemania, por ejemplo, recomienda desde hace años a sus ciudadanos que almacenen provisiones básicas, como agua y alimentos no perecederos, para al menos 10 días. Suecia, por su parte, distribuyó en 2018 una guía a todos sus hogares con instrucciones sobre cómo actuar en caso de guerra o catástrofes naturales.
En países como España, sin embargo, la percepción del riesgo es diferente. Según diversas encuestas, la mayoría de los españoles no ven un peligro inminente de guerra en su territorio. Es comprensible dado que España no comparte fronteras con zonas de conflicto. Esto no significa que se deban ignorar las señales que envía el contexto internacional. Ya ha quedado demostrado que, por ejemplo, la disaster energética derivada de la guerra en Ucrania puede afectar a cualquier país europeo, por lejos que esté del frente.
Con todo, las autoridades de la Unión deberían evitar caer en el catastrofismo que tan útil está resultando a los partidos populistas y a quienes sacan rentabilidad económica de las teorías de la conspiración. Tener suministros básicos en casa no es sinónimo de paranoia, sino de sensatez. No se trata de asumir que un desastre es inminente, sino de comprender que la prevención es una herramienta indispensable. La historia reciente ha demostrado que la estabilidad puede verse amenazada de muchas formas. La crisis por la falta de suministro de mascarillas en el comienzo de la pandemia de covid-19 es buena muestra de ello. El alarmismo nunca es positivo, pero ignorar las señales del mundo en el que vivimos tampoco lo es. Conviene ahora a la UE hacer un importante esfuerzo de pedagogía ante una propuesta que dirige a todos los hogares europeos.