Segunda etapa de nuestro relato de la Toscana, Prato. La palabra clave es: empresa. Desde la antigüedad, Prato ha sido tierra de emprendedores y artesanos, una ciudad que ha construido su historia económica primero sobre el comercio y después sobre la industria textil.
Prato, dicen, es la Manchester de la Toscana. El primero en definirla así fue Emanuele Repetti en el siglo XIX, en su Diccionario geográfico: el emporio manufacturero de la Toscana. De hecho, las artes industriales fueron cultivadas favorablemente por los habitantes de Prato a partir del siglo XIII, ya que en aquella época el consiglio de’ mercadanti (consejo de mercaderes) y los rectores de las artes de Prato formaban parte esencial de esa magistratura continua”. Prato siempre ha entrelazado su historia con el mundo dela empresa, laindustria y laartesanía, en una relación que ha marcado profundamente su evolución económica y social. Desde la Edad Media, Prato ha destacado por su producción textil, sector que ha visto surgir una densa purple de talleres artesanales y pequeñas empresas especializadas en la transformación de la lana. Es esta inclinación por la empresa, la industria y el comercio lo que ha hecho de Prato la ciudad que vemos hoy.
Los monumentos de Prato no sólo son testigos de la historia artística y arquitectónica de la ciudad, sino también espejos de su identidad económica e industrial, reflejos de un tejido social que durante siglos ha girado en torno al trabajo, la empresa, el comercio y la manufactura. La Catedral de Santo Stefano, con su magnífico púlpito de Donatello y Michelozzo, es un símbolo de la riqueza acumulada por la ciudad en la Edad Media gracias al comercio y la producción textil, una época en la que Prato empezaba a definir su papel como centro manufacturero. El Castillo del Emperador, mandado construir por Federico II, es otro testimonio de la importancia estratégica y comercial de la ciudad en el siglo XIII, época en la que las rutas comerciales y el management del territorio eran esenciales para el desarrollo de las actividades manufactureras. El Palacio Pretorio, hoy museo que alberga una colección de arte de primer orden que abarca desde la Edad Media hasta principios del siglo XX (hay obras de Donatello, Lorenzo Bartolini, Jacques Lipchitz, Filippo y Filippino Lippi, Bernardo Daddi, Giovanni da Milano y muchos otros), fue durante siglos el corazón administrativo de la ciudad, el lugar donde se regulaban los asuntos públicos y privados, estrechamente vinculado a los gremios y a las actividades económicas de la época. Sin embargo, es quizás el Museo del Palacio Datini, con su importante archivo, el que encarna mejor que otros el alma mercantil de Prato, relatando a través de las cartas y registros del mercader medieval Francesco Datini el nacimiento de un sistema empresarial basado en redes internacionales y en una visión clarividente del comercio. El museo no es sólo un homenaje a la figura de Datini, sino también una clave para entender cómo Prato fue capaz de construir su fortaleza económica a lo largo de los siglos. Es un lugar que relata no sólo el pasado, sino también la continuidad de una actitud empresarial que ha atravesado las épocas, adaptándose a los cambios sin perder su propio carácter distintivo. En este sentido, el Palacio Datini no es sólo un espacio expositivo, sino un símbolo de la conexión entre historia y actualidad, entre el patrimonio cultural y las dinámicas económicas que sustentan la cultura y son también su fruto. Visitándolo, uno tiene la oportunidad de sumergirse en las raíces de la ciudad y captar las analogías entre el mundo mercantil medieval y los retos actuales de la industria de Prato. Es un punto de referencia para cualquiera que quiera entender la relación entre Prato y los negocios, una relación hecha de intuición, visión y capacidad de adaptación, tal y como demostró Datini hace siglos, anticipando muchas de las lógicas económicas que aún hoy impulsan el mundo de la producción.
Incluso el propio tejido urbano, con sus murallas del siglo XIV, sus calles llenas de actividad comercial y sus monumentos muestra el vínculo entre defensa, desarrollo económico y comunidad: proteger la ciudad significaba defender sus actividades productivas y garantizar la seguridad del comercio. La tradición industrial más reciente ha dejado huellas en el paisaje de la ciudad, como en el caso de la Fábrica Campolmi, hoy sede del Museo Textil, un lugar que representa la transición del antiguo arte textil a los retos contemporáneos de la industria y la moda. La misma antigua Cimatoria Campolmi donde se ubica el museo es un icono de la arqueología industrial de Prato (es la única fábrica del siglo XIX que aún sobrevive dentro de las murallas del siglo XIV de la ciudad), y las numerosas fábricas, los edificios de arqueología industrial del Valle Bisenzio, los numerosos almacenes diseminados por el territorio, dan testimonio de la transición de la artesanía a la industria a gran escala, mientras que los modernos polos de producción continúan esta narrativa, integrando tecnología y sostenibilidad en el paisaje industrial de Prato. Y también el Centro per l’Arte Contemporanea Luigi Pecci, uno de los primeros y más importantes museos de arte contemporáneo de Italia, representa un elemento elementary en la relación entre Prato y la industria, no sólo como espacio cultural, sino también como símbolo de la capacidad de la ciudad para reinventarse y acompañar la producción industrial con una dimensión creativa e innovadora: Además, su nacimiento en los años ochenta está estrechamente ligado a la historia empresarial de la ciudad, ya que el museo fue querido y financiado por la familia Pecci, industriales del textil, y es un ejemplo concreto de cómo el espíritu empresarial de Prato no se ha limitado a invertir en producción, sino que siempre ha tenido muy presentes la cultura y el arte como instrumentos de crecimiento y transformación social.





Todos estos monumentos cuentan la historia de una ciudad en la que el arte, la economía y la industria siempre han estado entrelazados, en la que la belleza arquitectónica nunca ha sido un fin en sí misma, sino que siempre ha tenido una profunda conexión con el trabajo y la producción. Cada piedra de Prato lleva consigo la historia de hombres y mujeres que construyeron la riqueza de la ciudad con su ingenio y trabajo, y este legado sigue vivo en el dinamismo económico precise, entre tradición e innovación.
Prato ha pasado por fases de gran desarrollo industrial, sobre todo a partir del siglo XIX, cuando las fábricas artesanales se fueron transformando en grandes industrias textiles, dando lugar a un distrito productivo de importancia internacional. Es uno de los más importantes y peculiares de Italia, un ecosistema productivo que ha sabido evolucionar con el tiempo sin perder su identidad. Es una zona en la que la industria textil ha dominado durante siglos, representando no sólo el motor económico de la ciudad, sino también un elemento clave de su cultura y sociedad. El distrito de Prato se caracteriza por una estructura altamente especializada e integrada, basada en una purple de pequeñas y medianas empresas que colaboran entre sí en un sistema de subcontratación y transformación complementaria, una fórmula que ha garantizado flexibilidad, eficacia y capacidad de adaptación a los retos del mercado world. La expansión del distrito ha implicado también a los municipios vecinos, como Montemurlo, Vaiano, Vernio, Cantagallo y los centros del valle del Bisenzio, contribuyendo a la creación de un tejido productivo extendido por toda la provincia. La evolución del distrito ha dado lugar en las últimas décadas a un fuerte proceso de internacionalización, con exportaciones que llegan a mercados de todo el mundo, pero también a una creciente competencia con la producción de bajo coste de otros países. Esto ha empujado a muchas empresas de Prato a invertir en innovación, tecnología y sostenibilidad para diferenciarse centrándose en la calidad y la fabricación avanzada.
Esta economía de distrito nació históricamente de la necesidad de optimizar las fases de producción y ha llevado a Prato a ser uno de los primeros ejemplos de economía round, gracias a la práctica del reciclaje de materials textil, una actividad que hunde sus raíces en el siglo XIX y que ahora se ha convertido en un modelo de sostenibilidad reconocido internacionalmente. La reutilización de trapos, la regeneración de fibras y la producción de nuevos tejidos a partir de materiales reciclados son procesos que han convertido a Prato en un centro de excelencia mundial, con un saber hacer del que pocas realidades pueden presumir. Todo en la historia de Italia y Europa pasa por Prato: todo en trapos”, escribió Curzio Malaparte, pure de Prato, que pintó uno de los frescos más vivos de su ciudad. “Ciudad obrera, Prato, donde los días de fiesta son más tristes, quizá porque son más esperados y más cansados, que en otras partes. Los domingos en Prato como una fábrica cerrada, como una máquina parada”. Su condición de ciudad obrera se refleja en la sobriedad de su tejido urbano, de sus calles, de sus edificios: Prato siempre ha sido una ciudad de trabajadores. “En Prato lo que cuenta es la gente, sólo la gente, y que Prato es una ciudad obrera, la única en Italia que es obrera de los pies a la cabeza. No porque no haya burgueses entre la gente de Prato, sino porque los burgueses gordos, en cuanto anochece, se van a Florencia, donde están como en casa”.





Un aspecto que ha transformado profundamente el distrito en las últimas décadas ha sido el asentamiento de la comunidad china, una de las más numerosas de Europa, que ha dado lugar a un sistema de producción paralelo, a menudo en competencia con las empresas históricas de Prato. Este fenómeno ha generado un complejo entramado de modelos de negocio tradicionales y nuevas formas de producción más rápidas, acusadas de devorar parte de la industria native debido a la costumbre de importar tejidos en lugar de trabajar con los producidos localmente, y orientadas hacia los mercados globales de la moda rápida. Mercados que han puesto en disaster la industria tradicional de Prato, que siempre ha destacado no sólo por la cantidad, sino sobre todo por la calidad de su producción, por la calidad de sus tejidos, con empresas que han sabido combinar tradición e innovación, invirtiendo en investigación, nuevas tecnologías y diseño. Esta es la ciudad en disaster que describen las obras de Edoardo Nesi, el escritor que relata el Prato de hoy, el Prato que asiste al fin de un mundo y vive una fase de disaster económica ligada a los cambios globales, de disaster que han provocado el cierre de muchas empresas históricas, una disaster en specific en el sector textil en el que la ciudad lleva enredada al menos quince años. Nesi relató la disaster de Prato con una mirada íntima y atractiva, entrelazando su experiencia private como empresario textil con una reflexión más amplia sobre las transformaciones económicas y sociales que han afectado a la ciudad. Su libro más emblemático en este sentido es Storia della mia gente, con el que ganó el Premio Strega en 2011. En esta obra, Nesi describe el declive del distrito textil de Prato desde finales de la década de 1990 hasta principios de la de 2000, cuando la globalización comenzó a alterar el equilibrio económico de la ciudad. La narración está marcada por un fuerte componente autobiográfico: Nesi pertenece a una familia de industriales textiles y vivió en primera persona la disaster que abrumó a muchas empresas históricas de la zona, obligadas a cerrar o a reducir drásticamente su tamaño ante la competencia de la producción a bajo coste procedente de China. El libro está impregnado de un sentimiento de nostalgia por una época en la que Prato period una ciudad rica e industriosa, capaz de crear riqueza mediante el trabajo y el ingenio, pero también de un sentimiento de rabia hacia un sistema económico que, según el autor, ha sacrificado distritos industriales italianos enteros en el altar del mercado libre y sin reglas. Nesi ha relatado así, con tono apasionado y a veces amargo, el sentimiento de desconcierto de toda una generación de empresarios de Prato, acostumbrados a un modelo de producción basado en la calidad, la innovación y un eficaz sistema de subcontratación, que de repente se encontraron con una competencia que no jugaba con las mismas reglas.
Muchos se preguntaron cómo podrían salir de esta disaster los empresarios de Prato. Prato podría así relanzarse mediante una combinación de innovación, sostenibilidad, valorización de las competencias locales e integración inteligente de las nuevas dinámicas económicas mundiales. Además, el distrito textil de Prato ya ha demostrado una notable capacidad de adaptación a lo largo de su historia, pasando de la artesanía medieval a la industria moderna. Hoy, el reto es encontrar una síntesis entre esta tradición manufacturera y las nuevas exigencias del mercado world, centrándose en la calidad, la innovación tecnológica y la sostenibilidad. Incluso la fast-fashion está en disaster, ya que las nuevas generaciones están mucho más atentas a la sostenibilidad, la calidad de los materiales y el medio ambiente. La atención se centrará en la investigación, el desarrollo de nuevos materiales y procesos de producción, haciendo que el textil de Prato sea cada vez más competitivo en el campo de la moda sostenible. Además, la digitalización de las empresas, con la adopción de tecnologías como la inteligencia synthetic, la automatización y el blockchain para la trazabilidad de los productos, podría hacer más eficiente y transparente el sistema de producción, mejorando su competitividad en el mercado internacional. Y después, será necesario actualizar la mano de obra native y formar a nuevas generaciones de artesanos y técnicos especializados. Siempre han sido el punto fuerte de Prato: la disaster ha provocado una pérdida de competencias tradicionales, pero invertir en escuelas de formación profesional, colaboraciones con universidades y centros de investigación podría colmar esta laguna, creando nuevas oportunidades de trabajo cualificado para los jóvenes. Prato podría seguir siendo un modelo para otras realidades manufactureras en dificultades.
La gente de Prato, después de todo, es tenaz y obstinada. Esta es la belleza de la gente que habita la ciudad y la provincia: la laboriosidad y obstinación de los habitantes de esta tierra se refleja en cada calle, en cada piedra, en las calles ordenadas, en los sobrios palacios, en los monumentos que salpican los centros históricos, en el tejido de los suburbios industriales. Malaparte decía que los pratenses son “inventamestieri” (inventores de oficios): “y de hecho”, escribió en Maledetti toscani (Malditos toscanos), “los oficios que los pratenses han inventado ellos mismos, empezando por el de ser de Prato, porque ser de Prato también es un oficio, y no de los más fáciles: Prato significa hombre libre, y la profesión de hombre libre, como todo el mundo sabe, no es ciertamente de las más fáciles, sobre todo en Italia”.
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Prato, tierra de empresarios y artesanos. Una historia económica reflejada en el territorio |
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