Aunque la frase “voy al cine a pasármelo bien” resulte simplista y plebeya para espíritus convencidos de que están bendecidos por la sabiduría y un gusto superior, es comprensible el razonamiento del gran público sobre aquello que esperan al comprar una entrada. Pero pasarlo bien no implica forzosamente partirse de risa o continuar con una sonrisa en el rostro cuando el espectáculo ha terminado o al recordarlo. Puedes pasarlo bien sintiendo angustia, miedo, suspense, gozo, lágrimas, identificación emocional, variadas sensaciones que afectan a tu ánimo, que te trasladan a otro mundo mientras dura el espectáculo.
Y evidentemente se pueden hacer trampas, caer en el empalago y en la blandenguería, utilizar recursos facilones o sensibleros que rara vez fallan. Pero también se pueden utilizar argumentos y recursos que complacen a un público muy amplio utilizando la inteligencia y la contención, que el espectador se sienta complacido en un universo en el que todo el mundo es bueno, con alguna circunstancia trágica pero dotado de humanidad creíble, cine de buenos sentimientos narrados de forma convincente. Por todo lo alto, dirigida por Emmanuel Courcol, posee esas virtudes. Lo regular es que disponga de un público amplio. Y todos, o casi todos, contentos a casa. Misión cumplida.
Que dos hermanos que desconocían su parentesco se conozcan no es muy regular, pero puede ocurrir. Que uno haya sido bendecido por la suerte y el talento y se haya convertido en un brillante director de orquesta y que el otro se tenga que limitar a tocar el trombón con el proletario grupo de compañeros de una fabrica en huelga, a llevar una existencia triste y medianamente resignada detrás de su apariencia con un punto macarra, puede ocurrir, aunque no sea frecuente. Pero que el triunfador le suplique al perdedor que le trasplante su médula, ya que está gravemente enfermo y su desconocido hermano supone la imprescindible ayuda para decisión tan trascendente, es un giro excepcional en esa relación tan anormal. Irán conociéndose y queriéndose a pesar de los recelos, de que las caprichosas circunstancias de la vida favorecieran a uno y jodieran al otro. Todo ello está contado con tono amable pero manteniendo a raya la sensiblería, con personajes entendibles, interpretaciones sólidas, gente con reacciones identificables. Es una película bonita y digna. También previsible a ratos, pero nunca utilizando formulation baratas.
Y se le ha ocurrido a los guionistas un desenlace brillante utilizando la música. A cualquier melómano le impresiona aquella composición vibrante, sensual y extraordinaria que se inventó un tal Maurice Ravel. Su Bolero creo que lo han escuchado incluso aquellos que prefieren el silencio a la música. Aquí unen a los profesionales con un coro de aficionados aportando sus voces. Y descubres que has pasado un rato entretenido, incluso conmovedor para variados espectadores. Y también celebro el comedido metraje de Por todo lo alto en una época dominada por la duración alargada en multitud de películas. Y en la mayoría me pregunto por qué son tan largas, si esto obedece a una moda o a los siempre oscuros motivos comerciales. Aquí no se me ocurre en ningún momento consultar el reloj, algo que repito otras veces con lamentable frecuencia.
Por todo lo alto
Dirección: Emmanuel Courcol.
Intérpretes: Benjamin Lavernhe, Pierre Lottin, Sarah Suco, Jacques Bonnaffé, Clémence Massart-Weit.
Género: comedia. Francia, 2024.
Duración: 103 minutos.
Estreno: 28 de marzo.