Paloma San Basilio irrumpe apuradísima en el atrio del teatro Albéniz, el mismo donde se despedirá de los escenarios en un concierto el próximo 5 de junio en Madrid. Bueno, el 5 y el 6 porque, según le informan durante nuestra charla, la primera fecha ha agotado las entradas al poco de ponerse a la venta y se ha abierto una segunda. Pero no adelantemos acontecimientos. El caso es que, antes de conocer la buena nueva, la artista se muestra abochornada por llegar tarde a la cita por un malentendido por sus colaboradores y la lluvia que colapsa Madrid, y confiesa que detesta la impuntualidad ajena y, mucho más, la propia. No parece una pose. Nada en ella lo parece. Dueña de una elegancia innata de esas de dentro afuera, en cuanto te olvidas de su abrigazo de cuero, su moño italiano y el legendario rostro de Evita, San Basilio se revela como una amena conversadora que, además de hablar, escucha. Como busco y no encuentro las gafas de cerca, entretiene la espera contándome que ella devora libros en su tableta digital en sus frecuentes viajes entre Los Ángeles, donde viven su hija y sus nietos, y Cádiz y Navarra, donde tiene sendas casas. Tiremos del hilo.
¿Enganchada a las pantallas?
Hija mía, ¿y quién no está enganchado? Si vas a una cafetería, a un aeropuerto, a un restaurante y estamos todos con esa especie de sexto dedo que nos ha salido, en una dependencia. Yo solo chequeo el móvil tres veces al día: al despertarme, antes de echarme la siesta y antes de acostarme. Yo creo que la gente tiene miedo a la soledad, al pensamiento, a estar a solas contigo mismo y tener que estar pensando en algo.
Y, sin embargo, la soledad es la gran pandemia de este siglo.
Somos gregarios, sociales, pero nuestra esencia profunda es la soledad. Yo creo que la soledad, cuando aceptas el hecho de que eres un ser humano autónomo en ti mismo, no es mala por sí misma. Sería sano que nos enseñaran a poder estar solos. Mejor una soledad productiva que una compañía aniquiladora, que lo es muchas veces.
¿Se ha sentido muy sola en la vida?
Hace años que no tengo pareja. He vivido siempre en familia, soy muy acquainted. Me separé muy joven, y, con mis padres, mi pareja de entonces, mi hija y mis hermanos he estado siempre acompañada, pero, poco a poco, se han ido yendo todos. Me quedé sin madre con 30 años, luego mi padre, luego mis dos hermanos, y, hace cuatro, mi hermana Maite, que me sacaba 13, y period como mi segunda madre. Al ser la pequeña de cuatro hermanos, me he quedado sola: es un caro precio que pagar. Ahora sí noto la soledad.
¿Sigue en duelo?
Sí. He escrito una novela, que sale en abril, que nace del dolor y de la pérdida. Period una presencia muy grande, lo contrario a mí: alta, grande, pelirroja, con un vozarrón espectacular, pero toda ternura, la que mantenía unida a la familia. Pero soy una gran lectora, desde siempre. Por eso no tengo miedo a la soledad: si tienes un libro, no estás sola.
¿Y los hombres? ¿Echa de menos tener pareja?
Yo es que creo que el tema de la pareja está sobredimensionado, sobrevalorado. Las he tenido, y he sido feliz, pero ahora, me gusta dormir en diagonal, como cube una amiga mía. Durante toda mi vida, yo no he sido una persona que pensara que la relación de pareja period algo elementary. Recuerdo que, con 12 años, todas mis amigas querían ir al paseo, a la calle de La Reina, a tontear con los chicos, y yo me ponía de los nervios porque me parecía una pérdida de tiempo horrorosa. Prefería subirme a los árboles, o hacer funciones en los portales, y repartir personajes. Mis amigas estaban locas por ponerse medias y yo seguía con los calcetines. Creo que yo nunca quise crecer. Aún soy un poco Peter Pan.
¿Cuántos años tiene por dentro?
Yo no tengo años, es una maravilla. Yo no tengo edad, como cantaba Gigliola Cinquetti. No tengo sensación de tiempo, que es un invento del ser humano. Me gusta mucho esa frase del filósofo Henry Bergson de que hay un tiempo físico y uno psíquico. El de los relojes y el que tú sientes. Y, para mí, el tiempo, y la vida es elástica, intento disfrutarla, la surfeo con dignidad. A veces, cuando hay cosas que me ponen freno, digo, pues parece que sí que hay tiempo, pero soy la misma persona que cuando period niña.
Estudió Filosofía. ¿Le sigue interesando?
Leo muchísima, me encanta. No solo a Platón, que también, sino pensamiento precise, Harari, o Steve Pinker, por ejemplo. Ese revisionismo brutal que hacen. Te pones a pensar y ves el mundo desde otro sitio. Los que somos muy solitarios observamos mucho. Yo estoy en un sitio y miro a la gente
Pero usted no pasa desapercibida.
No creas. Viajo mucho. Hay veces que tengo la sensación de que no existo, de que soy invisible, transparente. Estas en una sala VIP de un aeropuerto internacional y nadie te conoce. Y también estoy muy acostumbrada a que se me conozca. No altera mi comportamiento ni mi actitud. Intento ser la persona que soy, solo que con la experiencia de poder haber vivido todo lo que he vivido.
¿Le molesta o le halaga que la llamen diva?
Es que el divismo tiene varias acepciones y unas son más peyorativas que otras. Si el divo es por alguien que hace algo especial, y lo hace bien, que destaca por algo, vale. Pero si lo es por algo que te viene impuesto del exterior, o desde tu propia inseguridad y tu propio miedo a ser weak y regular, ese divismo no me gusta nada. Me parece que la admiración es buena, es un acto de generosidad. Porque, en realidad, ¿què hago yo en la vida de la gente?
¿Emocionar y entretener? ¿Qué siente al oír una canción suya en un taxi?
Pues me sigue sorprendiendo y me hace gracia. Antes me ponía nerviosa. Yo es que no tenía una vocación clara de cantante. He sido una persona que siempre se ha querido buscar la vida. Fui madre y me separé muy pronto, mis padres eran de clase media, y yo no quería ser una carga para nadie. Yo estudiaba Filosofía, y no acabé la carrera en parte porque me apuntaba a un bombardeo. Quería ser independiente como fuera. Hice unas pruebas en Televisión Española y me cogieron. Esta pinta de niña bien no siempre me benefició: creían que no necesitaba trabajar, y me dio fama de estirada, y lo que pasaba es que period tímida.
¿No quería ser cantante, con ese chorro de voz?
Yo cantaba desde chica, pero no sabía que podía vivir de eso. Estudié canto cuando ya tenía un álbum publicado. Y, además, tenía pánico escénico: iba y volvía durmiendo en el taxi para no pensar. A mí lo que me salvó la vida fue el teatro. Cuando empiezo a hacer Evita es cuando encuentro mi sitio, porque lo que me gustaba period hacer personajes, funciones, como de niña en el portal. Hay gente que cube que no puede dejar de cantar, que morirá en el escenario. Yo, no. De hecho, voy a cerrar mi ciclo como cantante, porque hay otras cosas que puedo hacer.
Bueno, eso ya lo dijo hace 13 años.
Esta es la definitiva. Creo que todo tiene un tiempo. Cuando la cosa está bien, está redondita, cuando aún puedes hacer un trabajo de altura, es el momento de irse. Nunca pensé que me iba a quedar eternamente. Siempre tuve claro que mi voz fuera un instrumento que yo pudiera manejar y disfrutar, que me dejase jugar, improvisar, y creo que estoy en un momento en que estoy bien, aún puedo cantar, pero a lo mejor no de la manera en que me gustaría o estoy acostumbrada. Soy muy perfeccionista.
Mis hijas, veinteañeras, la conocen como la cantante de ‘Juntos’. ¿Son injustas?
Y los hijos de muchos amigos. No, es gracioso. Hay que fastidiarse. Que esa pequeña gran canción, como yo la llamo, haya sido lo que me ha unido a varias generaciones. Es un vínculo, como un himno. Y eso que yo, al principio le cogí una manía horrorosa.
¿Qué me está contando?
Sí, pensaba que por qué tenía yo que cantar eso. Es una larga historia. Yo estaba con una discográfica que me impuso un productor con un rollo muy muy comercial. Y yo entonces period una cantante de voz, de carácter. Pues bien, este productor me dijo que period una pena que yo, tan mona y con esta voz, y me puso a este productor que me hizo unas canciones en las que yo tenía que cantar con voz de niña. Hice tres temas, entre ellos, Juntos. Hasta que le pregunté que, si no le gustaba mi voz, por qué me contrataba. Me dijo que lo que quería period vender discos. Le dejé plantado en el estudio y me largué. Metieron los tres temas en un cajón y el director de la compañía me tuvo castigada dos años y pico sin grabar.
¿Y cómo salieron del cajón?
Cuando empecé a hacer Evita en el teatro. Aquello tuvo un éxito brutal, me dejé la piel, se murió mi madre, lo di todo. Entonces, el de la discográfica vio que tenían algo de Palomita en el cajón, lo sacaron en Navidades y llegó al número 1. Tengo que reconocer que, en ese momento, le cogí muchísima manía a la cancioncita.
¿Cómo se reconcilio con ella?
Pues porque hice un videoclip delicioso para televisión, con el pelo cortito que me había cortado para Evita y un vestidito que me había comprado en Portobelo, de los años 20, que period una monada, y los niños adoraron ese video. Desde entonces, la amo.
O sea, que quisieron manipularla a base de bien.
¿Quién no ha estado manipulado de alguna manera, sin ni siquiera ser consciente? El mundo es una gran farsa, un intercambio de utilidades. Ahora estamos siendo utilizados dando nuestra información a unas compañías globales que lo saben todo de nosotros a cambio de nada. Aquello period un juego de niños, porque habíaa un punto en el que podías decir hasta aquí. Ahora no.
¿Siempre ha sido igual de rebelde?
Desde pequeñita. Mis padres n o me dejaron dinero, sino una forma de entender la vida tolerante, generosa, cariñosa. Tuve muy claro desde el principio que quería ser coherente con lo que pensaba y lo que period, con cómo quería ser. Con el aprendizaje te vas haciendo también, pero siempre tuve claro que, si había que decir que no, se decía.
Igual period porque usted period su propia jefa.
Creo que siempre ha habido en mi manera de ser que evitaba que alguien pasara las líneas. Y, si pasaba, decía: no, muchas gracias, como cuando te invitaban a ir al baño a meterte una raya. A veces he tenido insinuaciones. Me he hecho mucho la tonta. Creo que hay momentos en los que hacerte la tonta es genial. Entonces, estábamos muy acostumbradas a eso, no lo llamábamos acoso, eran situaciones incómodas en las que tu ponías los límites y, en common, no he tenido problema.
Otras, sí los han tenido.
Igual, como dices, en un estado de necesidad o dependencia excesiva, a lo mejor han tenido que pasar por lo que yo no. Y, por supuesto, nadie tiene por qué pasar por lo que no quiere. Ahora, a mí, que me llamen guapa, no me ofende, como a algunas ahora. Me gusta la seducción. No vamos a negar que el machismo existe y sigue existiendo fuerte, pero no nos convirtamos las mujeres en verdugos de los hombres, porque tenemos que trabajar juntos, y eso significa que un hombre puede ser una buena persona, y un buen padre, y un buen novio, y a veces veo y oigo cosas que no me gustan.
El otro día, la armó confesando que le dijo que no al mismísimo Trump.
Fue cuando él aún no estaba casado con Melania. Me pidió subir a mi habitación, después de ver un concierto mío. Pero le dije que no, que no tenía nada que hablar con este señor. Y eso que en aquella época no estaba tan mal: period alto, rubio, y con poder. Pero, no. A mí, para empezar, el poder nunca me ha seducido, ni la posición, ni el dinero. Al contrario, me seduce la gente con ingenio, divertida, inteligente, artista, tierna. Cuando estaba separada, me llamaba alguna amiga diciéndome, tengo amigos con tarjeta oro y obras impresionantes, y yo le dije: muchas gracias, pero la tarjeta oro y las obras impresionantes las quiero tener yo.
¿Cómo ha llevado los altibajos de trabajo y popularidad en una carrera tan larga?
No olvidándote de quién eres. Yo confío mucho en mí, y me valoro como artista. Pero, sobre todo, tú eres tú: persona, ser humano, artista. No importa loq ue pase por fuera. La fama es un traje que te ponen los otros, y un día te lo quitan y se lo ponen a otro. Como eso que decía mi amigo del alma, Pepe Sacristán: a mí esto de los premios no me gusta, porque al año que viene van y se lo dan a otro. Pues eso. En una carrera larga hay mucho trabajo, mucho pasito a pasito, no porque de repente sale en Instagram y se vuelve viral. Te vas ahaciendo necesitas tiempo, como los niños, como los árboles. En esto no hay velocidad que sirva. Hay que surfear esos altos y esos bajos y seguir andando, porque eres la misma persona.
PALOMA BRAVA
Paloma San Basilio (Madrid, 70 años) empezó a trabajar veinteañera en Televisión Española mientras estudiaba Filosofía y criaba sola a su hija, separada de su marido. Hija de una familia de clase media, su obsesión confesa period, más que una vocación artística, conquistar la independencia económica. Su talento vocal y su desparpajo ante las cámaras hicieron el resto. Mítica intérprete de teatro musical en obras como Evita y Víctor o Victoria, y de himnos populares como Juntos o La fiesta terminó, ahora, anuncia su retirada de los escenarios como cantante con la gira ¡Gracias!, que culminará en junio en el teatro Albéniz de Madrid.