No se puede analizar la importancia de la inteligencia synthetic (IA), ni sus capacidades, riesgos o futuros logros, sin hablar de dinero. Sin tener presentes a las empresas y magnates que lanzan esos productos para forrarse. No habrá beneficios para la humanidad si no hay forma de monetizarlos; siempre habrá peligros mientras no sea rentable controlarlos. Más allá del cliché del observe the cash (sigue el rastro del dinero) popularizado por Hollywood, tenemos la ventaja de que son los propios tecnoligarcas los que se empeñan en recordárnoslo una y otra vez. Como Elon Musk, que trata de dinamitar los planes de Sam Altman de convertirse discretamente en el jugador más poderoso del tapete de la IA.
El lunes a última hora supimos que Musk ha juntado a un grupo de inversores para comprar OpenAI por 97.400 millones de dólares. Ya hemos visto a Musk demandar a esta empresa tras acaparar la atención mundial, así que es difícil saber cuánto influye el carácter infantiloide y rencoroso de Musk en este movimiento (le ha troleado llamándole directamente “timador” en su purple X). Pero más allá del chiste de la masculinidad frágil, con su órdago Musk nos permite preguntarnos cuáles son las cartas que tiene Altman en su mano. Porque el líder de OpenAI, la firma que revolucionó el sector con ChatGPT, quiere disparar el valor de la empresa. ¿Cómo?
Después de muchos rumores y scoops periodísticos, OpenAI confirmó que pretende cambiar su estructura empresarial en una publicación en su blog el 27 de diciembre de 2024. Porque OpenAI, cuando la lanzaron Altman, Musk y otros inversores en 2015, se constituyó como una organización sin ánimo de lucro (nonprofit). Con los mil millones iniciales pretendían montar un laboratorio puntero que desarrollara verdaderas máquinas pensantes antes que “los malos”, como decía Altman. “Nuestra misión es garantizar que la inteligencia common synthetic beneficie a toda la humanidad”, reza la net de la empresa todavía hoy. Tres años después de constituirla, cuando empezó a asomar la pasta, comenzó el baile: Musk quiso tomar el management, pero Altman se llevó el gato al agua. Se creó una empresa con ánimo de lucro (OpenAI International LLC), controlada por la unique, para poder recibir más dinero de inversores interesados en disparar el desarrollo de la IA. Apareció Microsoft en escena y la estructura empresarial se complicaba.
Diez años después del nacimiento de OpenAI, la humanidad no es tan importante. Altman quiere convertir la compañía en un gigante tecnológico que ingrese y genere mucho dinero y el corsé nonprofit no se lo permite. Su plan pasa por compensar a la compañía sin ánimo de lucro a cambio de tomar el management de la compañía con ánimo de lucro. ¿Cuánto dinero es suficiente? En la última ronda de financiación, OpenAI se valoró en más de 150.000 millones. Bloomberg sitúa ahora esa valoración en torno a los 300.000 millones de dólares, ¿por cuánto pensaba comprarla Altman, que se llevaría un 7% de la tarta? Ahí es donde entra la jugada de Musk con sus 97.400 millones. Hay una expresión muy común en la psicología de las decisiones, popularizada por el Nobel de Economía Daniel Kahneman: el efecto ancla. Inevitablemente, cualquier cifra que ponga Altman sobre el tapete se comparará con la de Musk. Ya no podrá hacerlo por cuatro perras o no podrá, al menos, hacerlo discretamente.
Las incongruencias de Musk son innumerables. En 2018 quiso controlar OpenAI para ser él quien pilotara el éxito que se veía venir. En 2023, cuando ChatGPT captó la atención del mundo entero, Musk exigió públicamente una moratoria en el desarrollo de la IA, mientras silenciosamente ponía en marcha su propia empresa, xAI. Quería que la Administración Trump abanderara la inversión en IA, y cuando su presidente lanzó un programa (Stargate) de la mano de OpenAI lo quiso dinamitar. Pero los puntos oscuros de Altman también son notables. Ahí es donde Musk tiene razón, al margen de sus verdaderas motivaciones: en 2023 la junta decidió apartar a Altman porque no se fiaban un pelo de él, porque no creían que fuera capaz de construir la IA en beneficio de la humanidad. Todos los pioneros de OpenAI, los mejores cerebros de la empresa, incluidos los ingenieros que más sabían de los peligros de su tecnología, le han dejado solo.
El domingo, Altman publicó un artículo en el que reconocía que los beneficios de la IA no serán mágicamente distribuidos: “La historia del progreso tecnológico sugiere que la mayoría de los indicadores que nos importan (salud, prosperidad económica, and so on.) mejoran en promedio y a largo plazo, pero reducir la desigualdad no parece ser algo que la tecnología garantice por sí sola”. Y añadía: “En explicit, el equilibrio de poder entre el capital y el trabajo podría alterarse fácilmente, y esto podría necesitar una intervención temprana”. OpenAI es Altman y Altman es OpenAI, pero eso tiene un precio: para él y puede que para todos.