Como los más grandes de la historia del deporte, Mondo Duplantis, mitad hombre, mitad pértiga, vive en un universo propio. Las únicas leyes, las físicas también, el poder de la gravedad mitigado, son las que él impone. Y él se rige solo por una, la de saltar más alto cada mes de su vida, más o menos. O cada siete meses, que es el tiempo que ha transcurrido entre su oro en los Juegos de París, mágico Estadio de Francia, pista violeta, con un récord del mundo (6,25m, 5 de agosto pasado) añadido, su siguiente plusmarca mundial (6,26m, 25 de agosto, Chorzów, Polonia) y su victoria en el mitin All Star Perche en el pabellón cubierto de Clermont Ferrand, el pueblo de la Michelín, del Puy de Dôme y de su amigo Renaud Lavillenie, con récord del mundo, after all, 6,27m al primer intento, rozando la medianoche del último día de febrero de 2025.
El Mozart de la pértiga, pasaporte sueco, vida en Luisiana, hijo de pertiguista norteamericano y heptatleta sueca, cumplió 25 años en septiembre pasado, dos menos que los centímetros en los que ha fijado temporalmente su nuevo límite. Una horas antes de la competición, el atleta había anunciado una nueva vertiente pública de su personalidad, la de compositor y cantante y el lanzamiento de su primera canción, Bop. Después de batir el récord reveló que cuando la compuso hace unas semanas pensaba oírla ya en la pista de Clermont Ferrand mientras saltaba 6,27m. “Es increíble que haya sucedido así”, exclamó. “Lo nunca visto”.
La nueva plusmarca mundial, la undécima que consigue en cinco años, subraya tanto su incapacidad para encontrar sus límites –velocidad, fuerza, precisión técnica, osadía—como su generosidad, su incapacidad para frenarse sea cual sea la competición. En una demostración de economía y eficiencia energética y nerviosa, solo necesitó cinco saltos, ningún nulo: 5,65m, 5,91m, 6,02m, 6,07 y 6,27m. Esta marca es el segundo récord del mundo que regala a su amigo y protector Renaud Lavillenie, su hermano mayor en el atletismo, que organiza la reunión de Clermont Ferrand, después de los 6,22m que saltó en 2023. La recompensa económica es menor infinitamente que la emocional. Y su significado en términos de la historia del atletismo. Cuando en febrero de 2020 batió por primera vez el récord del mundo, 6,17m en la pista cubierta de Torun, Duplantis desposeyó de la plusmarca al propio Lavillenie, que había saltado 6,16m seis años antes ante su majestad Serguei Bubka en su santuario de Donetsk (Ucrania). El pabellón ucranio ardió poco después, producto de un ataque ruso, y Mondo Duplantis comenzó a volar libre. Con 20 años también logró pocas semanas después, con ya la pandemia de covid en las puertas del mundo, su segundo récord (6,18m) en Glasgow. Los más atrevidos de los pronosticadores empezaron a fantasear con la barrera de los 6,25m. Cuando en 2024, a los 24 años, logró por primera vez superar su edad en centímetros, con los 6,25m de París, la frontera de los 6,30m ya pareció sencillísima. La nueva barrera nadie se atreve a fijársela. “Llegaré”, dijo un atleta que apenas ha tenido lesiones en su vida. “Pero antes tendré que saltar 6,28m, 6,29m…”
Detrás de él, en Clermont Ferrand, lejos, se clasificó segundo su amigo Manolo Karalis (6,02m), ya bronce en los Juegos de París. El viejo Lavillenie, cojo, operado, fuerte, contribuyó a la fiesta con un salto de 5,91 a los 38 años.