“La paciente no necesita ingreso, ni pruebas o fármacos. Necesita una residencia. Sus problemas están asociados a la edad”, nos cube un psiquiatra de la sanidad pública a su médico y a mí, su hija. ¿Quiere decir que las personas de 84 años, a causa de su edad, se encierran, desatienden su higiene, desean morir y se autolesionan? Cuando Raphael (82 años) mostró una conducta extraña fue atendido inmediatamente: tiene un linfoma cerebral, indetectable sin las pruebas necesarias. Hace seis meses, abandoné mi vida. Conseguí una orden judicial para ingresar en un centro psicogeriátrico a mi madre. Solo ha tenido un informe 49 días después de hablar con otro psiquiatra 35 minutos. Olvidada, sin pruebas neurológicas ni tratamiento, empeora. Seis veces la ha levantado del suelo la policía. El próximo golpe podría ser mortal. Es insoportable la pena que siento cuando la veo acurrucada más de 26 horas (inmóvil, en una cama sucia con sus excrementos). Ella sufre. Yo tengo el corazón hecho añicos. Saramago escribió un libro con 87 años. Manoel de Oliveira hizo una película con 105. Personas admiradas, no excepcionales. El sufrimiento debería ser lo excepcional.
Related Posts
Add A Comment