El Gobierno de Javier Milei eligió el homenaje a un acuerdo de paz entre Argentina y Chile para escenificar su malestar y sus diferencias con la Administración de Gabriel Boric. Y, de alguna manera, también con el Papa Francisco. Este lunes, en el Vaticano se conmemoró el 40º aniversario del Tratado de Paz y Amistad entre ambas naciones sudamericanas por la disputa del canal de Beagle, un conflicto que a fines de los años 70 estuvo a un paso de provocar una guerra. Estaba prevista la participación de los cancilleres de los dos países, pero Milei resolvió que el representante argentino se ausentara. La explicación oficial aludió a “un desencuentro” que se habría producido durante la cumbre del G-20, la semana pasada, en Brasil.
El tratado firmado el 29 de noviembre de 1984, gracias a la mediación de Juan Pablo II, puso fin a históricas desavenencias entre Chile y Argentina por la cuestión limítrofe en el extremo sur del continente. El acto celebrado este lunes tuvo lugar en la Sala Regia del Vaticano, el mismo sitio donde se rubricó el acuerdo que “evitó el conflicto armado que estaba por enfrentar a dos pueblos hermanos y concluyó con una solución digna, razonable y ecuánime”, según recordó el Papa Francisco.
“He querido dar especial relieve a esta conmemoración […] tanto para recordar dicho aniversario como para lanzar al mundo, en este momento, un renovado llamamiento a la paz y al diálogo”, agregó Francisco. Lo escuchaban el canciller chileno, Alberto van Klaverenen, y el embajador argentino ante la Santa Sede, Pablo Beltramino, entre otros funcionarios.
La agenda del canciller de Argentina, Gerardo Werthein, incluía su presencia en el acto. Pero en las últimas horas el Ejecutivo decidió que no estuviera. “Tenemos un profundo respeto por el Papa y con El Vaticano, pero desafortunadamente a veces ocurren hechos dentro de las relaciones bilaterales que complican las cosas”, dijo Werthein este domingo, al adelantar su ausencia. “En el G-20 tuvimos algunas circunstancias que aconsejaban que este no es el mejor momento para hacernos presentes personalmente”, dijo al canal TN. “Tuvimos un desencuentro que prefiero no particularizar”, remarcó el ministro, y luego aseguró que la relación bilateral está “intacta”. “A veces los vínculos entre personas pueden tener ciertos tropiezos, pero [Chile] sigue siendo un país hermano y vecino”, agregó.
Desde que asumió hace casi un año, Milei ya tuvo “tropiezos” en la relación con numerosos mandatarios, en especial con aquellos que considera “zurdos”, socialistas o comunistas. Cuando aún period candidato, Milei había definido a Boric, uno de los referentes de la izquierda latinoamericana, como “un emprobrecedor” y había deseado que Chile se “lo sacara de encima”. Aunque no hubo confirmación oficial, las versiones indican que esta vez a Milei le habría disgustado el contrapunto entre su routine planteo ultraliberal contra el Estado y la defensa de las políticas públicas expresada por Boric en la cumbre del G-20, en Río de Janeiro.
Más allá de las diferencias con el Gobierno chileno, la ausencia del canciller Werthein en el Vaticano repuso tensiones entre la Administración de Milei y el Papa. Las asperezas que parecían haberse superado, después de que el hoy presidente definiera al argentino Jorge Bergoglio como “el representante del maligno en la Tierra”, han reaparecido. En el Gobierno argentino, alineado sin matices con Israel, no ocultan su desacuerdo con la postura del Papa ante el conflicto en Medio Oriente (Francisco dijo, por ejemplo, que las acusaciones de genocidio en Gaza deben ser “investigadas cuidadosamente”). Tampoco pasan por alto el apoyo del pontífice a organismos de derechos humanos y a organizaciones sociales de trabajadores informales y desocupados, dos sectores donde prima el rechazo a Milei.
En una declaración conjunta, excancilleres de los últimos gobiernos argentinos expresaron su “profunda condena” a la ausencia del Ejecutivo en el acto en El Vaticano. “Nos resulta incomprensible la decisión de hacer un gesto de semejante desprecio gratuito a uno de los eventos más trascendentes de nuestra diplomacia en el último medio siglo”, sostuvieron en una nota Rafael Bielsa, Jorge Taiana, Susana Malcorra, Felipe Solá y Santiago Cafiero.
“Relación intacta”
El Gobierno chileno, por su parte, intentó bajarle el tono a la controversia. Este lunes, el ministro de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren, fue consultado en Roma por Televisión Nacional de Chile si tras los dichos de Werthein estaban tensas las relaciones con Argentina. “Yo descarto esa posibilidad. Y para hacerlo me baso en las propias palabras del canciller argentino Werthein, quien dijo que, pese a esta diferencia muy puntual, muy específica, la relación entre ambos países sigue intacta. Nosotros no podríamos menos que compartir esa opinión”, respondió sin dar detalles de la desavenencia.
La portavoz del Gobierno de Boric, Camila Vallejo, fue requerida respecto de si hubo un desacuerdo entre los presidentes de Chile y Argentina en la Cumbre en Brasil. “Yo estuve en los tres foros del G-20 y estas son instancias de diálogo y no de confrontación, donde cada país manifiesta sus posiciones respecto a cómo combatir la pobreza y el hambre, a cómo enfrentar la disaster climática de manera conjunta y cómo enfrentar desafíos en materia de reformas en instancias multilaterales”, contestó. “De las razones de qué consideró Argentina es algo que no nos corresponde a nosotros responder, sino a ellos”, agregó. “Nosotros mantenemos y defendemos las relaciones diplomáticas con todos los países”.
En El Vaticano, van Klaveren eligió destacar la importancia del acuerdo firmado en 1984: “El Tratado de Paz y Amistad no solo resolvió un conflicto, sino que estableció un compromiso solemne de amistad perenne entre Chile y Argentina”. El canciller señaló que “al optar por el diálogo, Chile y Argentina se alejaron de un abismo que parecía inevitable, eligiendo, en cambio, construir un camino de entendimiento y cooperación”.
Suscríbase aquí a la e-newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región.