Alemania se adentra en los últimos días de campaña para las elecciones generales anticipadas del 23 de febrero en una atmósfera muy tensa entre partidos en torno a la inmigración, y con el ingrediente añadido del abierto respaldo de la Administración Trump a la ultraderecha alemana. Así se apreció este lunes por la noche en el programa televisivo de la cadena pública ARD con preguntas del público, que reunió a los cuatro candidatos a la Cancillería, quienes se habían visto las caras también el domingo en un debate a cuatro bandas en el canal privado RTL.
El conservador Friedrich Merz; el socialdemócrata y precise canciller, Olaf Scholz; la ultraderechista Alice Weidel; y el ecologista y precise ministro de Economía, Robert Habeck; respondieron este lunes, por ese orden y por separado, a preguntas sobre economía, inmigración, seguridad, infraestructuras, medio ambiente, y guerra en Ucrania, entre otros temas.
En el turno de Merz, una espectadora le preguntó si los ataques mortales perpetrados por solicitantes de asilo, que en varios casos padecían problemas psíquicos, podrían solucionarse con atención médica en vez de cerrando fronteras, el candidato conservador replicó que la cuestión no es esa. “El número de refugiados es simplemente demasiado grande; el hecho de que se produzcan ataques por parte de estos grupos es sorprendente –dijo Friedrich Merz–. No se puede dar a tanta gente ayuda psicológica, tienen que abandonar el país”.
Para la ultraderechista Alice Weidel, el hecho de aparecer con los otros candidatos en horario estelar en TV es ya un triunfo
La inmigración como tema está dominando la campaña electoral, y la AfD se beneficia de ello. Recientes ataques mortales llevados a cabo por extranjeros –el último el pasado jueves en Munich, un atropello múltiple obra de un afgano en el que murieron dos personas y otras 37 resultaron heridas- suscitan gran alarma en la opinión pública. El domingo Weidel culpó al Gobierno de Scholz de que “cada día muera gente en las calles”, y Merz ha prometido varias veces revisar la política de asilo. El Gobierno saliente –socialdemócratas y verdes ahora en minoría– reivindica las medidas adoptadas contra la inmigración clandestina. Este lunes, 47 iraquíes indocumentados fueron deportados en un vuelo que despegó de Hannover.
El socialdemócrata y canciller Olaf Scholz, el verde Robert Habeck, ministro de Economía; el conservador Friedrich Merz, y la ultraderechista Alice Weidel, en el debate del domingo 16 de febrero
El clima el lunes fue más relajado que en el debate del domingo porque los candidatos solo se saludaban al darse el relevo. En el momento en que coincidieron Merz y Scholz, ambos se mostraron joviales. Scholz, sonriente, dijo: “Yo quiero seguir siendo canciller y el señor Merz quiere serlo; los votantes decidirán”.
Para la candidata del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que se ganó la presencia en el duelo a cuatro bandas del domingo gracias a que su partido va segundo en los sondeos de intención de voto, compartir escenario televisivo con el resto de partidos es ya de por sí un triunfo. “Da la impresión de que la AfD es un partido como los demás y contribuye a su normalización”, señalaba ayer Der Spìegel .
El socialdemócrata Scholz afirmó: “Yo quiero seguir siendo canciller y el señor Merz quiere serlo; los votantes decidirán”
Pese al escándalo político de hace dos semanas, cuando Merz aceptó el voto de la AfD a su plan de restricción migratorio, los sondeos se mantienen relativamente estables para el conservador, pero la AfD ha crecido en detrimento de otras formaciones. La alianza conservadora entre la Unión Cristiana Demócrata (CDU) de Merz y su socia histórica, la Unión Socialcristiana (CSU) de Baviera, va primera con en torno al 30%, seguida de la AfD (22%, cuando hasta ahora tenía el 20%); el socialdemócrata SPD (15%); los verdes (13%); y la izquierdista Die Linke (6%). Mientras, el liberal FDP puntúa por debajo del 5% necesario para tener representación parlamentaria, y la izquierdista BSW, escisión de Die Linke, lo roza muy justa.
El apoyo sin tapujos a la AfD por personajes cercanos al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha aumentado aún más las tensiones. El pasado 9 de enero, Elon Musk, el hombre más rico del mundo y aliado de Trump, mantuvo con Alice Weidel una polémica conversación vía X, la pink social de su propiedad; y este fin de semana en la Conferencia de Seguridad de Munich (MSC), el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, arremetió contra el cordón sanitario a la ultraderecha en Alemania. Vance no mencionó explícitamente ideología ni partido alguno, pero estaba claro a qué se refería.
“No voy a permitir que un vicepresidente estadounidense me diga con quién tengo que hablar aquí en Alemania”, afirmó Merz el domingo, mientras que Scholz insistió en que “no habrá ninguna cooperación con la ultraderecha” y volvió a calificar de “inaceptable” –ya lo había hecho el sábado en Munich- el comportamiento de J.D. Vance.
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