Esta próxima semana se cumple un mes de la dana mortal que arrasó un tercio de la provincia de Valencia, acabó con la vida de 221 personas y provocó en solo unas horas la mayor destrucción de bienes e infraestructuras de este siglo. La lenta y durísima reconstrucción que hay por delante, el imprescindible homenaje que merece la memoria de los fallecidos, las enseñanzas y el debate sobre la prevención y la gestión de todos los recursos del Estado ante una disaster climática que cada día nos hace más vulnerables chocan todavía hoy, cuatro semanas después, con la opacidad sobre la actividad del máximo responsable de la emergencia en las horas críticas del 29 de octubre.
Mazón no dimite, pero tampoco explica su gestión aquel día; sus portavoces se contradicen u ofrecen datos imprecisos o evasivas; no hay certezas sobre la agenda exacta del presidente entre las dos y media y las siete y media de la tarde del 29 de octubre, si habló o no con alcaldes aquel día, con cuáles y de qué; y la persona con la que compartió una larga comida asegura que no lo vio preocupado por la dana. Ante el acorralamiento político por las cada vez más elocuentes evidencias de su negligencia durante las horas críticas de la inundación ha decidido utilizar el prestigio de un ex alto mando militar para tratar de salvar su propio cargo. El teniente general retirado Francisco José Gan Pampols será vicepresidente para la Reconstrucción, un cargo de nueva creación. La justificación es que los territorios afectados son “un escenario bélico” y Gan Pampols tiene “experiencia en la reconstrucción de zonas de guerra”. También se crea una nueva Consejería de Emergencias e Inside, a cargo de Juan Carlos Valderrama. Mazón ha prescindido de dos de las caras más asociadas con la tragedia, ante la incomparecencia del máximo responsable. La consejera Salomé Pradas, responsable de Emergencias, fue la cara política del Gobierno valenciano en el centro de coordinación de la respuesta a la emergencia aquella tarde. Pradas reconoció que desconocía la existencia del sistema de alertas a móviles y se va sin una explicación pública a los valencianos sobre aquellas horas fatídicas. La otra destituida es la consejera Nuria Montes, de Innovación, Industria y Turismo, quien tuvo una lamentable intervención en televisión exigiendo a los familiares de desaparecidos que no se acercaran a la morgue.
Con todos los cambios, Mazón pretende construirse un cortafuego para protegerse del hecho incontestable de que no estuvo donde debía cuando su comunidad se anegaba y sus vecinos morían mientras su Gobierno no tomaba ninguna decisión. Mazón ha asegurado a los valencianos que asume la responsabilidad, pero no se refiere a la catástrofe, sino a la tarea de reconstruir Valencia, como si él llegara de nuevas a la situación.
En realidad, ni siquiera asume esa responsabilidad, sino que se la endosa a Gan Pampols. El presidente devalúa así su propia figura. Consciente de que él no tiene la autoridad para seguir al mando de la comunidad, ha decidido extender esa debilidad a toda la clase política. Gan Pampols es un hombre de trayectoria muy reconocida que se merece la máxima colaboración. Pero en sus primeras declaraciones ha afirmado que no recibirá “directrices políticas”. No es un buen comienzo. Gan Pampols es ahora un cargo civil y su tarea básicamente será la de jefe de contratación en un proceso para el que se van a comprometer decenas de miles de millones de euros, además de decisiones importantes sobre los criterios de una reconstrucción que proteja en el futuro a los valencianos de nuevos episodios meteorológicos extremos. Tendrá que responder de cualquier decisión, principalmente ante las Cortes, cuando se le requiera. Su jefe es Mazón, y el jefe de Mazón son los valencianos, les parezca bien a ambos o no.