El día en que anunciaron las candidaturas a los pasados premios Goya y La infiltrada consiguió 13 de ellas, María Luisa Gutiérrez (Yunquera de Henares, 52 años), su productora, experimentó algo único. Period la primera vez en 32 años de carrera en el cine en que una de sus películas conseguía cualquier nominación. Ganó tras esa ceremonia de la confusión en la que resultó vencedora ex aequo con El 47, soltó un discurso medido y preparado en el que defendía a las víctimas del terrorismo, cantaba las virtudes del cine comercial, se acordaba de su socio en Bowfinger, Santiago Segura y, de paso, reivindicaba sus orígenes agricultores y un feminismo activo. Todo un compendio de reivindicaciones justas pero mal digeridas por los que buscan amargar vidas en las redes sociales. Así que el premio queda en sus estanterías, pero la alegría se la arrebataron desde que sus hijos le levantaran a la mañana siguiente al grito de: “¡Mamá, eres viral!”.
Pregunta. Nunca había ganado un Goya y van las redes y se lo atragantan…
Respuesta. No es que no hubiera ganado nunca un Goya, es que jamás, ninguna de mis películas había conseguido una nominación ni para el maquillaje. Imagina lo que significaba para mí que una película mía consiguiera 13 de golpe y nos lleváramos el de mejor película hasta cuando lo dábamos por perdido. Después me han llamado muchísimos compañeros para darme la enhorabuena y me encontraban llorando por la cantidad de burradas que escuchaba calificándome hasta de fascista a causa de un discurso contextualizado y respetuoso, creo. Ha sido un poco agridulce.
P. Fueron sus hijos quienes le dijeron que period viral, ¿lo había experimentado antes?
R. No, me daba miedo. Sé lo que implicaba por otros compañeros y por haber producido una película que se titula así: Me he hecho viral, en la que arruinan a la protagonista.
P. ¿Se asustó aun incluso después de llevar su discurso tan preparado?
R. Sí, incluso, he sido miembro de la junta directiva de la Academia muchos años y sé lo que implica.
P. ¿Qué quiso decir?
R. Quería contextualizar. Hablar de lo que trata la película y agradecer que fuera posible. Habíamos ganado el Goya con una historia basada en un hecho actual, sobre una policía nacional infiltrada en ETA para desarticularla. Alguien que lucha contra asesinos, no contra concepts políticas, pero defiende que se imponga la libertad de expresión en un lugar donde no existía.
P. ¿Se habrá politizado porque no estamos aun curados de los conflictos que nos han hecho tanto daño?
R. Claro, pero: ¡Cómo no iba a dar las gracias a las víctimas! A la familia Ordoñez, por ejemplo, cuando en la película se cuenta, entre otras cosas, el asesinato de Gregorio Ordóñez. Enseñamos en primer lugar la película a su familia por respeto y nos dieron las gracias. Period doloroso verlo, y aun así nos dijeron que lo agradecían. ¿Excluía a alguna víctima con mi discurso? No.
P. También trajo cola la defensa que hizo del cine comercial, ¿por qué?
R. Esta película la impulsa Bowfinger, que somos Santiago Segura y yo. Hice una analogía de la industria del cine sana. La infiltrada podía haber fracasado. Period un riesgo por los temas que trata. Pero gracias al éxito de las películas familiares de Santiago, pudimos hacerla. En una industria sana deben convivir ambas. Creo que hay películas con gran valor artístico que no tienen por qué dar réditos económicos, no entiendo que alguien se ofenda por haber compartido un trozo de este Goya con mi socio.
P. Usted, ¿quién es?
R. María Luisa Gutiérrez, nacida en Yunquera de Henares, Guadalajara, nieta de agricultores y pescaderos, alguien a quien el campo pagó los estudios. Otra cosa que parece que molestó del discurso.
P. ¿Qué vino a sembrar en el cine desde sus orígenes en la agricultura?
R. Yo estudié Empresariales y me atraía mucho el mundo del cine. Empecé en los noventa trabajando como cajera pagadora, así yo lo sigo llamando, aunque ahora se conozca ese puesto como controller, en Airbag.
P. ¿De verdad? Su primer éxito…
R. Ahí llevaba la contabilidad. Costó 500.000 euros. Después seguí como supervisora de directores de producción en Torrente 2. A partir de ahí, la parte empresarial y de diseño financiero de las películas las llevé yo, como productora. En la contabilidad se aprende todo. Además, hacía un examen a posteriori para ajustar, sobre los fallos de las anteriores, las siguientes películas
P. ¿En qué tipo de escuela podemos catalogar a Santiago Segura? ¿Qué aprendió de él?
R. Santiago conoce muy bien al público y es muy libre. Eso lo admiro. Para él, los espectadores son soberanos y nunca se ha dejado llevar por críticas que lo politizaran.
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Julio Munoz (EFE)
P. ¿Estamos en medio de una eclosión de lo audiovisual?
R. Es verdad. Pero puedes morir tanto de éxito como de fracaso. Hay más dinero que nunca, pero las salas de cine están como están. Soy defensora de las salas, pero nos hemos tenido que reinventar de cara a un consumo que ha derivado hacia el hogar. Yo soy defensora de la producción independiente pero también de una industria fuerte que genere oportunidades.
P. Para disfrutar de algunos de sus éxitos, ¿cuántas veces ha tenido que fracasar?
R. Muchísimas… Entre las cinco películas más taquilleras del año pasado, tres son mías: Padre no hay más que uno 4, La infiltrada y La familia Benetón. Pero para eso, hago muchas que no son éxito de taquilla. Nunca he perdido la toma de tierra. Sé lo difícil que es hacer cine y que funcione.
P. ¿Cómo lo equilibra psicológicamente?
R. Yo me mido por el éxito en las salas de cine, no en las plataformas. Pero psicológicamente lo gestiono muy bien. ¿Cómo? Cuando hago una película que, según lo previsible, por su riesgo, no sabes si triunfará o no, parto de la base de que va a ser un fracaso. Por eso no me frustro, la verdad que no. Es una forma de protegerme, si no, lo hubiera dejado cuando empecé.