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Con prisas, Nicolás Maduro tomó posesión de su tercer mandato presidencial en Venezuela. Ninguna de las anteriores fue pacífica. La primera, tras su muy ajustada victoria sobre Henrique Capriles en el 2013, fue contestada en las calles. La segunda, en el 2019, después de unas elecciones a las que la oposición no acudió y que fueron consideradas fraudulentas por muchos países. Esta vez, sin mostrar las actas que certifiquen su victoria frente a las que sí ha presentado la oposición mostrándole su derrota contundente. No es la primera vez que Maduro desoye resultados. En las parlamentarias del 2015, la victoria por mayoría absoluta de la oposición fue cercenada por la Comisión Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia y creó una Asamblea constituyente para suplantar a la electa. ¿Cómo se explica que, a pesar de su mal desempeño electoral y su errática gestión, siga en el cargo? Maduro, designado por Chávez como sucesor, articuló alianzas con distintos sectores que hoy concentran el poder y colonizó todas las instituciones del Estado. El principal valor para estar en el círculo de poder es la lealtad, y esta se fundamenta en el lucro. Así, se ha constituido un sistema autoritario y nepotista que se sostiene con un desproporcionado aparato militar, policial y de inteligencia. Esto le permite sobrevivir a pesar de la pérdida de popularidad y las sanciones internacionales.