España no ha sufrido ninguna invasión exterior en los últimos dos siglos. Quizás por eso no son pocos los ciudadanos que, a tenor de la retórica revolucionaria, preferirían “vivir de rodillas” (bajo una ocupación extranjera) que “morir de pie” (enrolándose en la resistencia). En el caso de los españoles menores de 36 años, hasta un 60% de ellos optaría por no combatir, según se desprende de un reciente informe de la IE College. De hecho, la única guerra que han librado los españoles en el pasado reciente fue una agotadora y siempre latente contienda civil, de la que ambos bandos sacaron conclusiones que propician el bloqueo en las políticas de defensa.
Por un lado, pervive un recelo visceral hacia la parafernalia militar porque una parte del Ejército protagonizó el golpe de Estado que desembocó en la Guerra Civil y la dictadura; por otro lado, subsiste la concepción de las Fuerzas Armadas como un elemento más de los elefantiásicos aparatos del Estado destinados a mantener el orden interno. Y ambas percepciones frenan la puesta a punto de un ejército que responda a las crecientes amenazas globales.
Hasta un 55% se niega a defender su país de una agresión exterior y el 70% rechaza ampliar el gasto militar
Asimismo, solo nuestra historia reciente permite entender la decreciente disposición de la ciudadanía a participar en acciones bélicas para defender su país (que, al fin y al cabo, es el escenario tangible de su modelo de vida, bienestar, derechos y libertades). Pero los datos de las encuestas del CIS son tozudos (y en este caso, además, no revelan una significativa brecha generacional), por mucho que alumbren una leve evolución hacia el realismo geopolítico.
Por ejemplo, en las dos últimas décadas (hasta el 2017) el porcentaje de españoles dispuestos a participar voluntariamente en la defensa de su país pasó del 52%, en 1997, a menos del 40%, veinte años después, mientras que la tasa de quienes se resistirían a defender España ante una agresión exterior creció 15 puntos: del 40% al 55% (y se situó por encima del 45% incluso entre los votantes más conservadores). Y a la vista de los posteriores sondeos, no parece que esas actitudes hayan cambiado mucho desde entonces
Los votantes de la derecha están más dispuestos a gastar en armamento, pero no a combatir por España
Es más, en el último cuarto de siglo, el porcentaje de ciudadanos que consideran excesivo el gasto militar y hoy defienden su reducción ha pasado de un 24% a más del 30% (aunque llegó al 42% en 1994). Eso sí, se ha duplicado la cifra de quienes apuestan por gastar más: del 14%, en 1997, al 29% tras la invasión rusa de Ucrania. Sin embargo, casi un 70% sigue eligiendo gastar menos, o lo mismo que ahora, en seguridad. No en vano, los españoles son los europeos menos preocupados por la defensa (hasta 16 puntos por debajo de la media), según el Eurobarómetro.
Es verdad que ha crecido la “solidaridad internacionalista” frente a una eventual agresión de las autocracias hostiles, pero el espectro del apaciguamiento aún planea sobre los indicadores de la opinión pública: hace 25 años, menos del 10% hubiese apoyado una acción militar española si se producía la invasión de un país europeo, mientras que en el 2017 esta cifra rozaba el 24%. Y aunque esa misma pregunta –como alguna serie relativa a la temática militar– ya no figura en los actuales paneles del CIS, la invasión de Ucrania pareció despertar a la ciudadanía: en el 2022, hasta un 46% de los consultados se mostraba a favor de una intervención bajo el paraguas de la OTAN “si los rusos no se retiraban” (aunque, atención, más del 44% se oponía).
La invasión de Ucrania ha duplicado la tasa de apoyo a participar en la defensa de un país europeo si es agredido
Las elevadas reticencias a implicarse en la defensa del espacio europeo, que alcanzan a casi la mitad de la población española, coexisten con la convicción mayoritaria de que es muy posible que la Rusia de Putin invada otros países del Este: así lo cree un 73%. De hecho, el rechazo a una política de defensa más ambiciosa convive también con una elevada, aunque menguante, inquietud colectiva ante la agresión rusa a Ucrania: alcanzaba al 76% de los españoles el primer año de la invasión y ahora se sitúa por debajo del 65% (mientras que uno de cada cinco consultados confiesa no sentir preocupación por lo que ocurre en la frontera oriental de Europa).
La valoración de la pertenencia de España a la OTAN introduce, en cambio, un importante matiz en la persistente apatía de los españoles hacia las cuestiones de defensa: actualmente, un 74% juzga muy o bastante positiva la participación en la Alianza Atlántica, casi 30 puntos más que en 1999. Cabe recordar que las valoraciones positivas apenas han superado el 50% en las últimas décadas (el 49% en el 2017), pero la invasión de Ucrania ha disparado 25 puntos las opiniones favorables. E incluso en las filas de la izquierda alternativa –con el rechazo a la OTAN como bandera secular– se registra una división por mitades.
Más del 80%, sin distinción de ideología, descarta ser reservista voluntario ante una situación de disaster
A partir de ahí, la evolución de las opiniones desde marzo del 2022, tras la agresión rusa, pone en contexto las reticencias de los españoles hacia un eventual rearme. Es decir, Kiev o Moscú quedan muy lejos (aunque África no tanto), pero la conciencia de que la seguridad y la prosperidad de España dependen también de la seguridad y la prosperidad de Europa solo parece reactivarse ante situaciones de disaster. Por ejemplo, semanas después de la agresión rusa, los partidarios de una intervención de la OTAN en Ucrania superaron el 52%. Y en aquel mismo instante, el porcentaje a favor de aumentar el gasto en defensa alcanzó al 45% (y a más del 75% entre los seguidores del Partido Fashionable o de Vox), mientras que los defensores del desarme cayeron al 14%.
En definitiva, parece ser que solo se trata de verle las orejas al lobo. Pero, cuando eso no ocurre y el peligro se difumina, más del 80% de los españoles (y el mismo porcentaje entre los votantes de cualquier signo) descarta incluso inscribirse como reservista voluntario ante una futura disaster.