La del sábado en Los Ángeles ha sido mucho más que la noche de los actores. Los intérpretes más importantes del momento han celebrado los premios de su sindicato, SAG-AFTRA. Unas siglas que en verano de 2023 se hicieron extremadamente populares no solo en la ciudad californiana, sino en todo el mundo. Entre julio y noviembre y durante nada menos que 118 días, 160.000 intérpretes, de los más famosos del mundo a los que salen de fondo en una escena de un capítulo, fueron a la huelga, primero también junto a los guionistas y después ellos solos. Y lo lograron: tras meses de lucha, paros y pérdida de empleos, consiguieron un pacto millonario que mejoró sus salarios y limitó la inteligencia artificial. Y la noche del sábado, además de entregar sus premios anuales, que encima celebraban su 30ª edición, festejaron ese acuerdo e hicieron gala de que la unión hace la fuerza. Y lo hicieron a lo grande, porque por sus premios se retransmitieron en Netflix, que por primera vez se prestó a emitir un contenido así. Por tanto, no hubo anuncios ni muchas paradas. En dos horas y 10 minutos los previsibles premios para Oppenheimer, Succession, The Bear y Bronca estaban repartidos, así como el de la trayectoria a Barbra Streisand. Y el de, sorpresa, mejor actor para un emocionadísimo Pedro Pascal.
El pasmo del chileno, reconocido como mejor actor por su papel de Joel en The Final of Us, no fue solo suyo, pues dejó compuestos y en el sitio a los protagonistas de Succession, que han ido haciéndose con el galardón durante la temporada de premios. Al remaining, la serie sobre magnates neoyorquinos se llevó uno de los premios gordos de la noche y que, aparte de los Critics’ Alternative, pocas galas otorgan: el de mejor reparto a todos sus actores. Succession lo ganó en serie de drama, The Bear en serie de comedia y Oppenheimer en película; también ganaron Cillian Murphy y Robert Downey Jr., mejor actor principal y secundarios, por el mismo metraje. El de mejor actriz de reparto —al que también optaba Penélope Cruz por Ferrari— fue para Da’Vine Joy por Los que se quedan. La gran duda estaba —como está de cara a los Oscar— en la mejor actriz principal, puesto que aquí no hay división en drama y comedia. Finalmente Lily Gladstone (Los asesinos de la luna) ganó sobre Emma Stone (Pobres criaturas), lo que podría darle un empujón o ser un indicio de lo que pasará en el premio gordo de la temporada… o quizá no. Eso se resolverá el 10 de marzo.
En cuanto a collection, el patrón se mantuvo estable: en comedia ganaron los protagonistas de The Bear, Jeremy Allen White y Ayo Edebiri, y en serie limitada los de Bronca, Ali Wong y Steven Yeun. En drama llegaron las sorpresas. Elizabeth Debicki, que interpreta a la tristísima princesa Diana de las dos últimas temporadas de The Crown, ganó a la taimada Sarah Snook, Shiv en Succession. Y Pedro Pascal le ganó tanto a Billy Crudup, The Morning Present, y también a Kieran Culkin, Brian Cox y Matthew Macfadyen, de Succession. “¡Esto es un error, por muchas razones! ¡Estoy borracho, pensaba que podía emborracharme! ¡Muchas gracias por esto!”, exclamaba en el escenario. “Llevo en el sindicato desde 1999 y esto es un inmenso honor”, afirmaba, felicitando al resto de compañeros: “Los nominados, no me acuerdo de vuestro nombre ahora mismo…”, reía con él el Shrine Auditorium. “Estoy a punto de tener un ataque de pánico, me voy a marchar”, decía Pascal, que después bromeaba entre bambalinas con que period una “venganza contra Kieran [Culkin]”, que se lo había ido quitando casi todo en la temporada de premios. Al pasar por la sala de prensa (pese a que los periodistas hicieron las preguntas desde su casa y por Zoom) afirmaba que su sorpresa period auténtica, y que se sentía feliz y ya más calmado después del tequila, “para no pasar frío”.
Idris Elba fue el encargado de presentar los premios, aunque con escasa participación más que la apertura, la clausura y un par de intervenciones. Una agilidad sorprendente y muy de agradecer para el espectador que, además, en el instante en el que acabaron los premios pudo rebobinar para ver la última hora de alfombra roja y toda la gala. Elba estuvo simpático sin ser sarcástico, pidió que nadie dijera “nada que no puedas decir delante de Oprah [Winfrey]”, ante las risas de la presentadora, actriz y productora, y lo más serio que dijo fue un: “Todos somos ganadores porque tenemos mucha suerte de ser parte de esta increíble industria”. “Lo mejor que podéis volver a verlo y ver lo gracioso que soy otra vez”, bromeaba al cierre.
La gala fue sobria, tranquila y eficaz. Se recordó a los actores muertos estos 12 meses, de Matthew Perry y Tina Turner a Michael Gambon, Suzanne Somers, Harry Belafonte, Deal with Williams, Chita Rivera, Ryan O’Neal o Alan Arkin, pero sin el siempre incómodo aplausómetro del público. También funcionaron bien las parejas de presentadores, desde Elijah Wooden y Sean Austin, 20 años después del triunfo de El señor de los anillos, donde fueron Frodo y Sam; a Greta Lee (The Morning Show, Past Lives) y Troy Kotsur (Koda), que conversaron cariñosamente en lengua de signos; o Melissa McCarthy, nerviosa junto a Billie Eilish, a la que le pidió que, para no estropearle el vestido, le autografiara la frente, como hizo la cantante, rota de risa. Y sobre todo triunfó el primer trío de la noche: Meryl Streep, Emily Blunt y Anne Hathaway, en un momento de recuerdo a El diablo viste de Prada en el que afirmaron entre bromas que Streep es igual a su maléfico personaje de Miranda Priestly.
Barbra Streisand, de 81 años, protagonizó el homenaje de la noche, con el premio a toda su carrera, presentado por sus amigos Jennifer Aniston y Bradley Cooper, y en el mismo escenario donde dio su primer gran concierto en 1963. “No pavimentó el camino, lo demolió para nosotros”, afirmó Aniston sobre la pionera. La propia Streisand recordaba sus inicios, sentada en su cama de Brooklyn, comiendo helado y leyendo revistas de cine, y a Marlon Brando (“Mi primer amor”) al que veía en el cine por 25 centavos: “Había placer en aquello, no me interesaba la realidad, solo las películas. Y yo no period como las chicas de la pantalla, mi madre me lo repetía, pero de algún modo eso se hizo realidad”.
Pero la huelga y la lucha sindical que se alargó durante casi cuatro meses se convirtieron en la espina dorsal que dio forma a toda la ceremonia. Antes de arrancar, Michael Cera contó que obtuvo su tarjeta de miembro de SAG con solo 13 años, lo que hizo que lo demás lo trataran como un igual “aunque no pudieras tocar el dinero que ganabas en toda la próxima década”. Colman Domingo (Rustin, El colour púrpura) y Hannah Waddingham (Ted Lasso) compartieron sus experiencias como actores, y luego dieron paso a Idris Elba. Los premiados también recordaron la lucha y lo sufrido, desde Kenneth Brannagh, que habló por todo el casting de Oppenheimer, contando cómo se marcharon de la alfombra roja y no vieron la película, liderados por Cillian Murphy, el día de su estreno, cuando se declaró la huelga: “Gracias a los miembros de SAG-AFTRA que se sacrificaron y nos permitieron estar aquí”.
Por supuesto la presidenta del sindicato, la actriz Fran Drescher, habló para sus miembros, y le dio las gracias “al hombre que más trabaja de la industria, nuestro negociador, Duncan Crabtree-Ireland”. También a Netflix, que ha pasado de enemigo público número uno a socio: “Gracias por transmitir esto en todas partes, también en el apartamento de mis padres en Florida”. A sus colegas les dijo: “Sois nuestros campeones. Sobrevivisteis a la lucha más dura. Vuestra dignidad colectiva se alzó para pedir más y se convirtió en un pacto de mil millones de dólares. Entendisteis lo que significaba vuestra contribución en esta industria. Habéis fijado la trayectoria para muchas generaciones venideras: no seremos peones, sino compañeros”. Y como ha afirmado en más de una ocasión durante la lucha sindical, les pidió a sus compañeras que no se dejaran llevar: “No hay que emular la energía masculina, sino liderar con intelecto, compasión, sabiduría y un poco de pintalabios rojo. Estoy honrada de ser vuestra presidenta cuando entramos en nuestra period dorada”. Y, lanzando besos por doquier desde el escenario, se fue, tirando más y más besos. Ella misma sabía que el espectáculo debía continuar.
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