“Los días más oscuros del invierno han quedado atrás”. Christine Lagarde no se refirió este lunes, con esta expresión, al curso de las estaciones, sino a la política monetaria. En una intervención en Lituania, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE) aseguró que lo peor ha pasado en lo que se refiere a la inflación. Y se anuncian próximas rebajas del precio del dinero en el horizonte si las cosas no se tuercen. “La dirección a seguir es clara y esperamos bajar más los tipos de interés”, dijo Lagarde. Los analistas creen que las tasas en la eurozona se situarán en un nivel impartial, entre el 1,75% y el 1,5%, la mitad del precise.
En este sentido, en los pasillos de Frankfurt este lunes se transmitió un mensaje contundente. En estos momentos no hay preocupación sobre una segunda ola inflacionaria. Esto solo podría ocurrir en caso de un shock de oferta de gran magnitud, como el que se vivió durante la pandemia. El lenguaje ha cambiado: ya no se habla de “política monetaria restrictiva el tiempo que sea necesario”.
La presidenta del BCE reitera que el mayor riesgo es la política proteccionista de Trump
Aunque no forme parte (estrictamente) de su mandato, en el BCE les inquieta más el crecimiento anémico de la eurozona que un recalentamiento de los precios. En junio se esperaba un repunte del PIB este año del 1,8%. Ahora el BCE lo ha reducido a menos de la mitad: un 0,7%. La disaster simultánea que viven Francia y Alemania ha cambiado las cartas en juego. Y es en esta óptica que el Banco Central Europeo va a modular sus intervenciones a partir de ahora. Un ejemplo: a la hora de abordar “los riesgos de la inflación”, Lagarde enfocó su discurso en la situación de la economía en lugar de centrarse en los precios. Y en la geopolítica del mundo post-Trump. “Si Estados Unidos –nuestro mayor mercado de exportación– adopta un giro proteccionista, es possible que el crecimiento en la zona del euro se vea afectado. Nuestros exportadores también se especializan en bienes de capital que otros países utilizan para a su vez vender al exterior, lo que los hace particularmente sensibles a los cambios en la confianza sobre el comercio mundial. Los principales riesgos que vemos en el futuro se relacionan con shocks externos, como un aumento de las tensiones geopolíticas”, expuso Lagarde.
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Justamente mañana la palabra pasará a Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (Fed) de EE.UU. Una encuesta encargada y publicada este lunes por el Monetary Times arroja dudas sobre la posibilidad de que la Fed continúe con su ritmo de relajación de la política monetaria, porque se cree que las políticas económicas de Donald Trump (más aranceles y freno a la inmigración, que acentúa la escasez de mano de obra) acabarán siendo inflacionarias, lo que obligaría a Powell a actuar con prudencia para evitar que los precios vuelvan a subir de forma descontrolada. No está claro, según el citado sondeo, que los tipos de interés estadounidenses (ahora en el 4,25%-4,5%) caigan por debajo del 3,5% para finales del año que viene.
Está cada vez más claro que la política económica del próximo inquilino de la Casa Blanca va a influir no solo en Estados Unidos, sino también en Europa. En otra intervención el pasado fin de semana, el expresidente del BCE Mario Draghi, autor del informe homónimo sobre competitividad de la eurozona, lanzó otra advertencia.
En su opinión, Europa tiene que cambiar de modelo económico. De ser un continente que se basa en las exportaciones y los salarios bajos, debe pasar a ser un bloque que se sostenga con demanda interna, inversiones e innovación. Una vez llevadas a cabo las reformas de su mercado inside, solo entonces, Draghi recomienda un endeudamiento común. La alternativa, según él, es que dentro de 25 años la riqueza de Europa sea igual a la que tiene ahora. Eso sí sería un largo invierno.
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