Si Donald Trump volviera a reunir en el Capitolio a Mark Zuckerberg (Meta), Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai (Google), Tim Prepare dinner (Apple) y Elon Musk (Tesla), como en el día de su toma de posesión, no pondrían la misma sonrisa con la que aparecieron entonces. Estos cinco gigantes del Silicon Valley han acumulado en tres días pérdidas de 1,26 billones de dólares a causa de las políticas del presidente. Y eso que aún no han entrado en vigor los aranceles anunciados, lo que JP Morgan califica de “las políticas perturbadoras de Estados Unidos”.
El momento es tan delirante que Karoline Leavitt, la portavoz de la Casa Blanca, queda en evidencia cada vez que aparece ante la prensa. Trump va a su bola y los miembros de su Gabinete se contradicen a menudo porque no saben adónde les lleva su jefe, pero todavía menos, sus políticas. Quien parece más informado es el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que es administrador de fondos de alto riesgo, lo que le da el temple para vivir en el abismo.
Trump prefiere el ‘lose-lose’ al ‘win-win’ si los demás países pierden más que el suyo
Está tan desconcertado el private que el lunes un tuit bienintencionado de la cuenta de Hammer Capital, que malinterpretó unas palabras en la Fox de Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, provocó la euforia de Wall Avenue durante los diez minutos que tardó el Gobierno en desmentirlas. En este tiempo, S&P recuperó 2,5 billones de valor. Pero fue una falsa alarma y este dineral se volatilizó como por arte de magia. ¿Qué decía el tuit de X? Pues que Trump iba a a conceder una pausa de 90 días a los aranceles, excepto a China.
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Ayer, las bolsas se recuperaron alrededor del 3%, más por fe que por realidades. La fe antes movía montañas, ahora ni siquiera levanta el polvo de las suelas de los zapatos de Trump. Los planes de contención y las ofertas de negociación de los países más industrializados dieron un respiro. O simplemente es que el sol volvió a salir y el presidente fue el primer sorprendido.
Algunos observadores aseguran que Estados Unidos ha pasado de apostar por el win-win, donde todos ganan, al lose-lose, donde todos pierden, pero el resto pierde más. Trump siempre fue mejor constructor de casinos que jugador de póquer.