Salió al escenario toda vestida de negro, con un maxicinturón plateado brillando en su cintura. Una imagen estilizada de una mujer de 70 años. La melena castaña agitándose. Y dijo: “Mucho tiempo sin vernos ¿eh? Os he echado mucho de menos… Pero volvemos a estar aquí, más fuertes que nunca, con más ganas que nunca y con más amor que nunca. Y os estoy amando locamente y os seguiré amando locamente”. Estuvo 12 minutos en la tarima. Cantó, y sobre todo bailó, tres temas: Asingara, Ya no quiero pensar y Te estoy amando locamente.
Carmela Muñoz, superviviente del dúo de hermanas Las Grecas, reapareció anoche, después de 25 años, en el Centro Cultural Pilar Miró del barrio madrileño de Vallecas en el ciclo Miradas Flamenkas (hasta el 8 de diciembre). El pageant cumple su quinta edición homenajeando a Las Grecas en el medio siglo de su primer disco, un obús llamado Gipsy Rock (1974). “No me sale la voz, no me sale la voz”, se lamentaba Carmela, nerviosa, en el camerino los minutos previos a su breve actuación ante un native lleno, 200 personas. Pero cuando pisó el escenario la voz le respondió, algunas veces trémula, otras con garra. Carmela se envalentonó arropada por el calor acquainted. Su presencia fue el acto ultimate de una hora y cuarto de espectáculo donde actuaron sus dos hijos, que son el percusionista flamenco Julio y el cantante de música urbana El Greco; y sus sobrinos, todos cantantes, Salvador, Tamara y Tania. Estas dos últimas, dos de las cinco hijas de la otra parte de Las Grecas, Tina Muñoz, fallecida en 1995 con 38 años después de años atravesada por problemas de salud psychological y drogas.
Hace cinco décadas de Te estoy amando locamente, aquella composición interpretada con desparpajo flamenco por dos chiquillas hermanas gitanas e impulsada por la furia rockera de guitarras eléctricas y zambombazos de batería. Una canción que animó las parrandas de una España que vivía con esperanza los estertores del dictador, una composición que inspiró nada menos que Entre dos aguas, la pieza más popular de Paco de Lucía.
Se festejó anoche el primer disco de Las Grecas, Gipsy Rock, un álbum que aún escuchado hoy remueve al oyente. Los sevillanos Smash abrieron el camino de la fusión del rock y el flamenco, pero lo de estas dos muchachas criadas en el barrio madrileño de San Blas desbordó las expectativas. Carmela tenía 20 años cuando se editó el álbum, Tina 17. La discográfica consideraba un éxito vender, en 1973, 10.000 unidades del sencillo Te estoy amando locamente (con Amma Immi en la cara B) y se fue a los 500.000 ejemplares. La canción, levanta ánimos de ferias y reuniones, se integró en un disco de robusto rock con voces aflamencadas, Gipsy Rock (1974). Jugó un papel básico para su elaboración el productor José Luis de Carlos, aficionado al rock que había estado en el Competition de Woodstock de 1969 y alucinado (quién no si estuvo allí) con Jimi Hendrix. Ese fue su objetivo: crear un disco de rock duro psicodélico con guitarras hendrixianas para acompañar el descaro rumbero de las hermanas. Triana todavía no había debutado (El Patio se publicó en 1975) y para el estreno de Leño, con unas guitarras borricas probablemente inspiradas en Gipsy Rock, faltaba aún más (1978/79). Temas como Te estoy amando locamente, Orgullo, Achilipú o Bella Kali, contenidos en Gipsy Rock, sonaron perpetuamente en una España que comenzaba a ver la engañosa fiesta de la Transición a la vuelta de la esquina.
Las hermanas gitanas Carmela y Tina Muñoz habían escuchado flamenco desde niñas, ya que su padre period un gran aficionado y se arrancaba a cantar cuando las reuniones se calentaban. La familia viajó de Valladolid a Madrid (Tina ya nació en la capital) y se instaló en la periferia, el barrio de San Blas. A mediados de los sesenta, con las hermanas a punto de entrar en la adolescencia, se trasladan a Argentina en busca de mejores oportunidades laborales para el padre, que trabajaba de tapicero. Al regresar a Madrid, Carmela y Tina, convencidas de su potencial como dúo musical (”mira qué bien cantan, la niñas van para artistas”, escuchan en las fiestas familiares), “se llenaron de pintura para aparentar ser más mayores” y se presentaron a pedir una oportunidad ante Manolo Caracol en el tablao que regentaba, Los Canasteros. El cantaor les hizo una prueba y las contrató.
Meses más tarde, El Pesacaílla y Lola Flores subieron la apuesta: les triplicaron el sueldo si cantaban en su native, Caripén. “Eran dos niñas gitanas, flamencas, guapas y con mucho estilo. Esa mezcla fue un escándalo. Y encima exhibían una gran personalidad en el escenario. Se corrió la voz y ahí empezó todo”, comenta por teléfono antes del concierto de Vallecas Emmanuel Losada Muñoz El Greco, 30 años, hijo de Carmela y músico. En estos tablaos las descubrieron Camarón de la Isla y Paco de Lucía. También el productor José Luis de Carlos, que llamó a su amigo músico Felipe Campuzano y comenzaron a armar Gipsy Rock para la discográfica más potente del momento, CBS.
Fueron modernas, descaradas y un referente también estético, con sus camisas de satén anudas a la cintura y mostrando el ombligo. Representaron, en definitiva, la libertad, en este caso desde la perspectiva femenina. Pero la carrera de Carmena y Tina con Las Grecas fue breve, apenas seis años, de 1973 a 1979. En 1980, los adalides de la modernidad dictaron que su música estaba pasada de moda. Editaron cuatro discos, con calidades dispares y sus vidas descarrilaron por la pendiente de las desgracias. Lo relata el hijo de Carmela, Emmanuel: “Las engañaron y por eso duraron poco. Eran muy jóvenes y se aprovecharon de ellas. Fue la época que period, y estaban rodeadas de lobos. Y luego llegó la enfermedad de mi tía, que lo agravó todo”. Tina, efectivamente, vivió los últimos años de su vida hundida en desdichas producidas por una esquizofrenia y el consumo de sustancias. Vivió en la calle y falleció (“de sida”, según confesó su hija Saray a este periódico en 2017) en un centro de acogida de Aranjuez (Madrid). Carmela, apurada de dinero, intentó reflotar Las Grecas con otras formaciones, pero no funcionó y dejó de intentarlo en 1999. Desde entonces, solo ha actuando esporádicamente en alguna ocasión, sobre todo acompañando a sus hijos. La de ayer fue su reaparición oficial. “La veo con mucha ilusión, y encima canta que te mueres. Yo espero que retome su carrera”, asegura hoy su hijo.
La thought del espectáculo de anoche en Miradas Flamenkas empezó a tomar forma, según Tania Muñoz (hija de Tina), de 43 años, cuando ella se presentó al espacio de talentos musicales Factor X en mayo pasado. “Desde mi aparición en el programa se puso en boca de todos de nuevo la figura de Las Grecas, y por ahí fuimos avanzando hasta que llegó la propuesta del pageant”, comenta a este periódico. El caso de Tania retrata la azarosa última etapa de la vida de su madre, Tina. Tania fue dada en adopción junto a una de sus hermanas cuando tenía cuatro años. No fue hasta que cumplió 36 años cuando supo que period la hija de una de Las Grecas. “En 2017 mi hermana se iba a casar y tuvimos que pedir la partida de nacimiento. Fue cuando empezamos a investigar y averiguamos que nuestra madre period Tina”, asegura Tania Muñoz (o Marta Hidalgo hasta 2017), que trabaja de retratista, pero también le salen “algunos bolos” como cantante. “Mi madre tenía la voz desgarradora, la pasión y la fuerza. Y mi tía Carmela la sensibilidad. Period un combo perfecto. Como también soy cantante veo que defendían tonos altísimos. Dentro del mundo del pop podrían compararse con Whitney Houston o Mariah Carey”, expone Tania. En 2019, Rosalía descubrió a las nuevas generaciones al dúo al interpretar Te estoy amando locamente en mediáticos festivales como el estadounidense Coachella o en la edición argentina de Lollapalooza.
El pequeño recital de anoche de Carmela Muñoz finalizó con una improvisación de palmas y cantes con ella en el centro recordando sus característicos bailes cuando en los setenta el dúo provocó la admiración y la simpatía de miles de personas. Cuando se marchaba entre aplausos por un lado del escenario, un grito se escuchó por encima de las ovaciones: “Que viva la sabiduría gitana”.
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