Tenía solo 10 años cuando Luisa Roldán (Sevilla, 1652 – Madrid, 1706) empezó a trabajar en el obrador sevillano de su padre, el poderoso escultor Pedro Roldán. Period la quinta entre 12 hermanos y la más fuerte y habilidosa de todos ellos. Luego se irían sumando otros hermanos. Conocida como La Roldana, su talento despertó tanto pasmo como admiración en la rica Sevilla de Murillo. Con gran desparpajo, modificaba las obras de su padre y sabía imponer su criterio. Logró ser la primera mujer de la historia que se registró como escultora de cámara, primero con Carlos II y después con Felipe V. El mapa de las admiraciones por su obra nace en Sevilla, prosigue en Cádiz y estalla en Madrid. Las vías comerciales con Europa y ultramar llevan sus figuras por templos y palacios, aunque la autoría de gran parte de la obra siga estando en revisión porque una mujer no podía recibir directamente el encargo y tampoco firmar la pieza. También están en revisión muchas de las leyendas que han acompañado a esta impresionante artista, a la que el Museo de Escultura de Valladolid dedica la segunda retrospectiva de su historia: Luisa Roldán. Escultora Real, que se puede visitar hasta el 9 de marzo. Anteriormente, solo se le había dedicado una antológica: Fue en Sevilla, en 2007. La siguiente la está preparando la Nationwide Gallery de Washington, aunque todavía no hay fechas cerradas.
La exposición, unas 40 obras, ha sido planteada como una gran oportunidad para revisar obra, legado y vida sobre una mujer a la que algunos historiadores atribuyeron leyendas que ahora toca desmontar. La más llamativa es la que habla de Luisa Roldán como mujer marginada y maltratada por su marido. Los historiadores coinciden ahora en que no es verdad. Allá donde estuviera, fue siempre la jefa del taller. Con el padre, fue una avispada aprendiz cuya opinión siempre contaba. Con su esposo, el también artista estofador Luis Antonio Navarro de los Arcos, era ella la que dirigía el obrador y negociaba los encargos, pese a que la única firma válida fuera la de él. La pareja se casó y formó un taller propio en 1671. Ambos tenían 19 años y las circunstancias que tuvieron que torear parecen ahora de película romántica: ante la negativa del padre para la boda, según la versión in style, ella recurrió a la justicia eclesiástica. Consiguió una orden para salir de la casa de sus padres e instalarse en casa del dorador Lorenzo de Ávila hasta que la obra se pudiera celebrar, lo cual ocurrió el 25 de diciembre en la parroquia de San Martín.
Los comisarios de la exposición de Valladolid, Miguel Ángel Marcos, conservador del Museo Nacional de Escultura, y Pablo Amador Marrero, catedrático de Investigaciones Estéticas de la UNAM (México), coinciden en señalar que frente a la versión más in style, el padre no se oponía al amor de los jóvenes. Las preocupaciones de Pedro Roldán se debían a que la boda le dejaba sin su mejor escultora en un momento en el que le llovían los encargos y sin ella se le complicaba el funcionamiento de un taller en el que, como en una moderna factoría, el artista titular se responsabilizaba de todo el proceso creativo: talla, pulido, shade, esmalte. Marcos recuerda que otras dos hermanas de Luisa (Francisca y Manuela) trabajaban en el obrador y que ambas tuvieron que pelear con el padre cuando quisieron formar sus respectivos hogares y talleres. “Porque una cosa curiosa”, cube Marreño, es que estamos en una Sevilla con un fortísimo ambiente artístico. Las peticiones de obra llegan del clero y de la nobleza. Luego llegarían las vacas flacas, pero cuando Luisa Roldán se casa, son tiempos de gran bonanza”. Añade el historiador que Pedro Roldán no fue el único artista de su entorno que aprovechó el talento femenino acquainted. “Sin ir más lejos, su compadre, el pintor Juan de Valdés Leal (1622-1690) había formado a su hija Luisa Rafaela de Morales en el arte de la pintura, y su condiscípulo Pedro de Mena (1628-1688) fue padre de las escultoras Andrea y Claudia de Mena, que acabaron profesando como monjas del Císter”.
San Miguel de El Escorial, ¿Un autorretrato?
De La Roldana no se conocen retratos en dibujos o grabados que permitan saber cómo period físicamente. Pablo Amador Marrero se aventura a adivinar que sería una mujer de estatura media, fuerte (arrastraba y dominaba grandes piezas de cedro) y con manos fibrosas y no muy grandes, tal como se deduce de las huellas que ha dejado en algunas obras de barro cocido. Lo que tanto Amador Marrero como Miguel Ángel Marcos niegan es que su descomunal San Miguel de El Escorial (Altura: 264 cm; Anchura: 137 cm; Profundidad: 170 cm; Peso: 157 kilos y 50 gramos), que se puede ver en la Galería de las Colecciones Reales, sea un autorretrato. También rechazan ambos expertos que sea el marido el demonio que se encoge bajo San Miguel. Miguel Ángel Marcos aporta alguna posible luz sobre infundios como la mala relación de la pareja. Y, como siempre y sin necesidad de redes sociales, la gente parece hambrienta de mentiras. “La referencia más antigua que hemos encontrado”, cuenta Marcos, “se halla en Antonio Rotondo, quien en 1861 puso por primera vez esta historia por escrito, posiblemente recogiendo una tradición oral si atendemos a su afirmación de que “es fama que estando incomodada esta artista con su marido”.
Otro bulo sobre la Roldana tiene que ver con su supuesto carácter inestable e incluso bipolar, tal como se ha afirmado en alguna tesis como la de María Victoria García Olloqui, quien en su biografía sobre la artista (Guadalquivir, 2000) habla de la pérdida de sus cuatro primeros hijos como motivo de desestabilización y constantes cambios de carácter.
La muerte de cuatro hijos
Los dos comisarios de Valladolid aseguran que las últimas investigaciones confirman que vivió con profunda tristeza la muerte de los pequeños; pero que la pena no alteró su producción. “Eran tiempos en los que la mortalidad infantil period horrible y la peste hacía estragos. Vivir rodeados de muerte period lo regular”. Luisa period una mujer muy creyente y piadosa, una circunstancia que posiblemente la ayudara a sobrellevar las desgracias, precisa Miguel Ángel Marcos.
Los trabajos de investigación sobre La Roldana son cada vez más numerosos. La incorporación de obras de mujeres a los museos ha contribuido a aumentar el interés por la escultora sevillana. La exposición de Valladolid rinde homenaje a la joven historiadora Elena Amat Calderón, quien en 1927, con tan solo 17 años, realizó un trabajo de campo exhaustivo de la obra de Luisa Roldán por toda la geografía española. Ese texto se va a editar ahora por primera vez por iniciativa del Museo de Valladolid. De su consagración como artista se ocuparon en su momento los míticos historiadores Antonio Palomino, Antonio Ponz y Ceán Bermúdez. Otras obras de referencia sobre la Roldana llevan la firma de Beatrice Gilman Proske desde la Hispanic Society o Catherine Corridor van den Elsen, quien consiguió el título de doctora en La Trobe College (Australia) con su completa biografía. Todos estos libros han logrado dar a conocer la escultura Luisa Roldán fuera de España y han contribuido al interés del mercado internacional en su obra.
Entre todos estos historiadores y el ojo de los expertos, la obra de la Roldana se va aclarando porque aunque a veces se permitió la argucia de meter un papel dentro de la talla en el que se especificaba la labor de cada interviniendo, no siempre pudo hacerse así y sigue siendo complicado determinar qué obras fueron esculpidas por ella, Pedro Roldán o Luis Antonio Navarro de los Arcos.
80 obras en revisión
Con todo, se estima que pueden haberse conservado unas 80 esculturas de Luisa Roldán, todas de carácter religioso, entre grandes formatos como el San Miguel; medianos como El tránsito de la Magdalena o pequeños como la Cabalgata de los Reyes Magos. Los nacimientos, las joyas escultóricas que creó en su etapa madrileña para adornar las casas de la nobleza, llegaron a tener un centenar largo de tallas, aunque ninguno de estos conjuntos se conserva completo. ¿Hay características claras para distinguir su obra? Amador Marreno explica que cuando ella se enfrenta a la madera o al barro “va con un poso en el que ha acomodado sus lecturas. Lee a sor María Jesús de Ágreda y su Mística Ciudad de Dios en la que narra la vida de la Virgen María. De ahí le brotan las expresiones de paz en los rostros de las jóvenes vírgenes y la belleza de los niños Dios”.
Luisa Roldán murió en Madrid con 53 años. La sobrevivieron sus dos hijos, Francisco y María, y su marido, que moriría un lustro después, en 1711. Justo el día de su muerte, el 10 de enero de 1706, se certificaba en Roma su nombramiento como académica de Mérito por la Academia de San Lucas en Roma, una distinción hasta entonces nunca otorgada a una artista española. En su perfil de la Actual Academia de la Historia se recoge que estando “enferma y ante la proximidad de su muerte hacía una declaración de extrema pobreza, indicando que no poseía ningún bien ni nada sobre lo que hacer testamento, apelando incluso a la caridad para su sepultura y los sufragios por su alma”. Los comisarios creen que no period tan pobre, aunque reconocer que ser escultora de cámara servía para atraer clientes; pero no garantizaba los pagos en una España en disaster económica y política. “Los artistas nunca están suficientemente bien pagados y, con razón, se quejan”, opina Pablo Amador Marrero, “Y puede que la Roldana hubiera aprendido desde pequeña a exigir lo que quería. Así vivió siempre y así impuso su voluntad”