“Es que van a arrasar”, me cube el chaval, 18 años recién cumplidos, sobre la extrema derecha. A su lado, su novia, de la misma edad, le escucha silenciosa. “Es que todo el mundo está harto”, añade. ¿Hartos de qué? “Es que tenéis que venir al insti. La gente está cansada de los que pasan, de los que no estudian”, añade, sin precisar a quién se refiere. Para explicarse mejor, activa el teléfono, que tiene en la mano, y enseña un vídeo. “¿Veis?”, señala. En pantalla sale el secretario common de Vox, Ignacio Garriga, en el Saló de l’Ensenyament, en Barcelona, rodeado de varios jóvenes. Se acercan, le saludan y se toman fotografías con él, mientras de fondo suena un musicote épico.
Al joven de 18 años le parece preocupante, porque entre sus colegas hay dos posturas más o menos hegemónicas: los que aseguran que probablemente votarán a Vox en sus primeras elecciones, y los otros, los que elegirán a Sílvia Orriols, la líder del partido islamófobo Aliança Catalana. “No puede ser”, se queja contrariado.
“Pero es que tampoco lo ponen fácil”, suspira, otra vez con el teléfono listo en la mano para enseñar más pruebas. Se trata de otro vídeo también de Garriga, esta vez de visita en Salt (Girona) tras los altercados que se vivieron allí a mediados de marzo. “Si él va ahí, y salen unos chavales a insultarle, pues le dan más popularidad”, lamenta. De la grabación de los imanes del pueblo en la que llaman a la calma ni siquiera ha oído hablar.
“¿Pero vosotros a quién vais a votar?”, les pregunto. Ella cube que no tiene ni concept, pero que, en principio, apoya los postulados feministas, algo que a él le recuerda enseguida a la exministra de Igualdad Irene Montero. “Es que casi ni criticó a [Íñigo] Errejón con lo que pasó”, argumenta, en alusión al terremoto por las acusaciones de violencia sexual contra el entonces diputado, que le costaron su dimisión y tener que dejar la política.
Todo le ha llegado a través de su móvil, no lo esconde. Y, ahora, el joven libra una batalla inside entre lo que ve cada día en la pantalla, lo que le han enseñado y sus concepts. No votaría nunca a Vox ni a Aliança Catalana, repite, pero los vídeos adictivos que le sirve TikTok cuestionan sus valores.
Otros días, la conversación en la sobremesa ha girado en torno a los impuestos. “No entiendo por qué se paga tanto”, opinan los jóvenes de la casa, convertidos repentinamente en expertos económicos. “No es regular”, insisten, con una derivada también in style del mismo asunto: para enriquecerse, solo hace falta saber invertir. Lo cube TikTok y, si lo cube TikTok, debe ser verdad.
“Estoy harto de que los multimillonarios les digan a los niños que ni siquiera pueden encender el calefactor que solo necesitan ser más emprendedores”, se queja en la misma plataforma Gary Stevenson, autor de El juego del dinero (Península), de quien, por supuesto, el joven de 18 años no ha oído hablar. Stevenson exige que los millonarios paguen más impuestos y una mejor distribución de la riqueza. El economista: “Si eres joven, aunque encuentres un trabajo regular, no será suficiente para comprar una casa, para tener una familia”. Quien lo logra supone más la excepción que la norma. “¿Qué tipo de mundo hemos construido?”, se pregunta.
Pedirles a los dueños de las redes sociales que compensen un poco el algoritmo es seguramente pedir demasiado. Sugerirles que no solo vendan a los jóvenes vídeos de criptobros, sino también otros como los de Stevenson resultaría de locos. Mientras tanto, no hay que desperdiciar ninguna ocasión para recordarles que el lugar del que parten es lo que más va a condicionar su destino. Y que lo suyo es votar en consecuencia.