Convertida en geografía experimental, en la que Vox, PP y PSOE ensayan estrategias para testar posteriores tácticas políticas en España, la Comunidad Valenciana ha alcanzado la categoría de “periferia muda”, incapaz de condicionar ninguna política del Estado que le ayude a superar deficiencias latentes como su financiación. Bien al contrario, todo lo que sucede en esta autonomía viene determinado desde Madrid, porque es en el epicentro desde donde hace tiempo se resolve el presente y futuro de unos valencianos cada vez más impotentes e incapaces de disponer de una mínima capacidad de respuesta y de interlocución, menos aún de presión. Más evidente ahora ante la extrema debilidad de su presidente Carlos Mazón, entregado y atrapado, como el PP, en el marco de la derecha extrema.
Más de cuatro meses después, las administraciones –Gobierno y Generalitat Valenciana– siguen sin abordar la colaboración para la reconstrucción de la dana (Pedro Sánchez y Mazón no se han reunido ni una sola vez para abordar el problema), vulnerando el espíritu del Estado compuesto que subraya la Constitución. Insistimos, periferia muda y espacio experimental, para desesperación de la sociedad civil, cansada de gritar “nadie nos escucha en Madrid”. Sin embargo, lo que sucede en este laboratorio acaba contaminando el escenario español; de ahí la obsesión por controlar los elementos.
La sociedad civil mira a Madrid y grita desesperada: “Es que nadie nos escucha”
No es la única. Hay periferias que se están vaciando, en recursos humanos y materiales, en beneficio de un modelo radial consolidado. Solo Catalunya y el País Vasco condicionan políticas en el Estado, y Andalucía, Galicia y Canarias mantienen su presencia en el tablero de juego por su fuerte identidad regional. Son la excepción. No es el caso valenciano, donde el socialismo, que llegó a ser federación referente, se ha instalado en la periferia de un modelo presidencialista impuesto por Sánchez; y donde el PP, antaño fuerza hegemónica en Valencia, se ha traicionado a sí mismo asumiendo los postulados de Vox para sostener los presupuestos de la Generalitat Valenciana: Santiago Abascal tiene la llave de la política valenciana. Tras el 28-M, el PP ya mezcló el azul con el verde para ostentar el poder, y el PSPV se instaló en una indefinición que se ha perpetuado en el momento más trágico de la historia reciente valenciana. Y Compromís sigue sin rentabilizar sus dos diputados en un contexto en el que solo uno vale ahora su peso en oro en el Congreso.
La historia reciente ya ofrecía abundantes síntomas, desde el hundimiento de todo el sistema financiero propio hasta la identificación, insultante, de la corrupción con los valencianos. Pero la dana ha mostrado con toda su crudeza la debilidad institucional valenciana, condicionada a unos intereses partidistas que ven en esta geografía el lugar idóneo para testar maniobras que puedan servir para objetivos mayores, aunque esto suponga dejar a los valencianos sin la posibilidad de ser escuchados, sin voz, por eso es el mejor ejemplo en España de una “periferia muda”.