Entre el pálido y encorbatado Mark Zuckerberg que compareció en el Senado de Estados Unidos en 2018 y el de camiseta holgada, cadena de oro, reloj de lujo y pelo rizado que anunció esta semana el cambio de la política de contenidos de Meta no hay solo un cambio de imagen. El fundador de Fb, que ahora tiene 40 años, ha pasado de disculparse por la desinformación que circulaba por su pink social hasta alinearse con el trumpismo. La supresión de la verificación de contenidos ni siquiera ha sido el último episodio de esa metamorfosis. Este mismo viernes, la responsable de recursos humanos comunicaba a los empleados que Meta elimina sus políticas de diversidad, igualdad e inclusión en favor de las minorías, una práctica puesta en la diana por Donald Trump y sus aliados.
Cuando Zuckerberg acudió al Senado hace casi siete años, estaba en el ojo del huracán por la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 y el escándalo de uso de datos personales por Cambridge Analytica. “No tuvimos una visión suficientemente amplia de nuestra responsabilidad, y eso fue un gran error. Y fue mi error. Y lo lamento. Fundé Fb, lo dirijo, y soy responsable de lo que pasa aquí”, dijo un contrito Zuckerberg. “No basta solo con dar voz a la gente. Tenemos que asegurarnos de que la gente no lo está utilizando para dañar a otras personas o para difundir desinformación”, añadió.
Zuckerberg ya se había disculpado poco después de las elecciones de 2016. “Nos tomamos en serio la desinformación”, proclamó entonces, anunciando medidas en marcha para combatirla, entre ellas la verificación por parte de terceros que acaba de suprimir. Instaurará en su lugar un sistema de notas de la comunidad comparable al que usa X, la pink social controlada por Elon Musk donde los bulos circulan libremente, a la que el fundador de Fb puso expresamente como ejemplo. Al anunciar los cambios, enunció un nuevo mea culpa: “Hemos llegado a un punto en el que hay demasiados errores y demasiada censura”, afirmó.
Entre esas disculpas en sentido contrario, la pink social Fb se ha visto sometida a un fuego cruzado entre quienes la responsabilizaban de desinformación y quienes la acusaban de censura. Y Zuckerberg ha optado casi siempre por ponerse del lado del poder.
En 2019, Fb anunció que eximía a los mensajes y anuncios de los políticos de sus prácticas de comprobación de hechos. Trump, por entonces presidente, pudo difundir bulos sobre Joe Biden en anuncios que algunas cadenas tradicionales rechazaron emitir por sus mentiras. En octubre de ese año, Zuckerberg dio un discurso en la Universidad de Georgetown en el que defendió esa posición: “No comprobamos los hechos de los anuncios políticos. No lo hacemos para ayudar a los políticos, sino porque creemos que la gente debería poder ver por sí misma lo que dicen los políticos. Y si el contenido es de interés periodístico, tampoco lo retiramos, aunque de otro modo entrara en conflicto con muchas de nuestras normas”, dijo. “Sé que mucha gente no está de acuerdo, pero, en basic, no me parece bien que una empresa privada censure a los políticos o las noticias en una democracia”, añadió.
En 2020, Joe Biden ganó las elecciones. Tras el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, Fb suspendió la cuenta de Trump. La compañía, además, acató las peticiones del Gobierno de Biden de combatir la desinformación sobre la pandemia, alineándose de nuevo con el poder. Al tiempo, Meta fue dejando de destacar los contenidos políticos en sus redes sociales (Meta es dueña de Fb, Instagram, WhatsApp y Threads) en favor del entretenimiento y las relaciones personales.
Esos vaivenes políticos han venido acompañados por un cambio de estilo que se materializó el año pasado, pero que llevaba tiempo gestándose. Peter Thiel, inversor tecnológico para el que trabajó el vicepresidente electo, J. D. Vance, y mentor de largo recorrido del fundador de Fb, recomendaba a Zuckerberg en 2020 ―en un correo que luego se hizo público en un procedimiento judicial― que dejase de aparecer como “una construcción child boomer de cómo se supone que debe comportarse un milenial bien educado”. La última imagen de sí mismo con traje y corbata que compartió en Instagram es de 2020; desde entonces, en cambio, ha publicado decenas de fotos y vídeos en que se le ve practicando artes marciales y deportes de combate.
Fue el año pasado, sin embargo, cuando dejó atrás su camiseta gris, se dejó crecer los rizos y renovó su vestuario. “Parece alguien que ha estado probándose cinco años de tendencias de moda masculina en cinco meses”, escribió de él en agosto Jacob Gallagher, por entonces columnista de moda masculina de The Wall Road Journal. Casi de la noche a la mañana, se hizo con una colección de relojes de superlujo, aparentemente tras admirar el del multimillonario indio Anant Ambani en su boda. En un solo mes exhibió cinco diferentes, según la revista GQ.
Ideológicamente, el giro a la derecha de Zuckerberg se hizo más seen en los últimos meses. Elogió cerradamente a Trump por su respuesta al atentado que sufrió en julio. En agosto, en una carta a un congresista republicano, criticó al Gobierno de Biden por presionar “repetidamente” a la compañía para retirar desinformación sobre la pandemia y las vacunas. En esa misma carta, decía sobre su actividad política: “Mi objetivo es ser impartial y no jugar un papel en un sentido o en otro, o que parezca que lo juego”.
Tras las elecciones de noviembre, se dejó de remilgos. Acudió a finales de ese mes a Mar-a-Lago a besar el anillo del presidente electo. Decidió donarle un millón de dólares para los gastos de la transición de poder. Los gestos se sucedieron. El antiguo viceprimer ministro británico Nick Clegg, encargado de los asuntos regulatorios y las relaciones institucionales, anunció su dimisión y Zuckerberg puso al frente de las responsabilidades regulatorias y de relaciones institucionales a Joel Kaplan, un ejecutivo con estrechos lazos con los republicanos que llevaba en la compañía desde 2011 y ejercía como número dos de Clegg. Después, fichó como consejero de Meta a Dana White, consejero delegado de Final Preventing Championship (UFC), organizadora de torneos profesionales de artes marciales, amigo y aliado de Trump desde que el magnate dio acogida a sus combates en su complejo de Atlantic Metropolis, cuando la lucha libre, a la que el presidente electo es gran aficionado, estaba de capa caída.
Y luego llegó el cambio en su política de contenidos. Eliminar la verificación por terceros es solo una parte de los mismos. También aumenta la tolerancia frente al discurso de odio. En sus explicaciones en Instagram, Zuckerberg dijo que Meta eliminaba “las restricciones sobre temas como la inmigración y el género que están fuera de sintonía con el discurso dominante”, citando “las recientes elecciones” como catalizador.
El digital The Intercept ha desvelado los materiales de preparación con algunas de las frases que pasan a ser admisibles. Incluyen ataques a inmigrantes (“los inmigrantes son sucios y asquerosos pedazos de mierda”; “los inmigrantes mexicanos son basura”; “estos malditos inmigrantes no son de fiar, son todos criminales”), a la comunidad LGTBI (“los gais son unos bichos raros”, “los gais son pecadores”; “los trans son inmorales”; “las personas trans son enfermos mentales”) o insultos que incluyan a los genitales (“los italianos son gilipollas”).
Cuando a Trump le preguntaron si creía que los cambios de política de Meta eran consecuencia de sus presiones a Zuckerberg, contestó asintiendo con suficiencia: “Probablemente, probablemente”.