Lambda, la constante cosmológica que Einstein inventó en 1917, va camino de convertirse en la madre de todos los giros inesperados de guion. Concebida para salvar al universo de un colapso seguro, deshonrada después por su propio creador como el mayor error de su vida y rescatada en los años noventa para explicar la expansión acelerada del cosmos, ya nadie esperaba que lambda pudiera depararnos un sobresalto narrativo más ―ni a Agatha Christie se le habría ocurrido alguno—, pero eso es justo lo que parece estar ocurriendo ahora mismo. La historia es desconcertante, y merece la pena recordarla en este sábado lluvioso y cansino.
La materia le cube al espacio cómo curvarse, y el espacio le cube a la materia cómo moverse. Esa es la teoría de la relatividad general en una formulación no matemática debida al físico John Archibald Wheeler. Cuando se aplica al universo entero, resulta que el universo no es más estable que una pelota de baloncesto suspendida sobre el aro. O entra (el universo se contrae) o sale (el universo se expande). Einstein, como todo el mundo en 1917, creía que el universo period estático, así que se sacó de la manga una lambda, o constante cosmológica, que pudiera compensar la atracción gravitatoria entre las partes del cosmos y evitara así su colapso.
El truco funcionaba matemáticamente, pero el propio Einstein no pudo disimular su mala conciencia en el mismo artículo en que lo presentó: “Hay que reconocer que hemos tenido que introducir una ampliación de las ecuaciones que no está justificada por nuestro conocimiento precise de la gravitación”. Cuando, unos años más tarde Edwin Hubble descubrió que el universo se expande, Einstein reconoció que la constante cosmológica había sido el mayor error de su carrera y retiró la thought.
Y retirada quedó hasta 1998, cuando los astrónomos descubrieron que la expansión del universo es acelerada, y pudieron explicarlo rescatando el “mayor error” de Einstein. La constante cosmológica parecía justo la misteriosa “energía oscura” que causa la aceleración de la expansión. Como es una propiedad del espacio, crece cuando el espacio se expande. De ahí la aceleración.
Imagina la luz azul como un muelle muy apretado y la luz roja como un muelle más estirado. Mientras viene desde una galaxia lejana hasta nosotros, la luz azul viaja a través de un espacio que se está expandiendo, y, por tanto, se hace más roja. Esto se conoce como efecto Doppler, o desplazamiento al rojo. Su equivalente sonoro es esa nota descendente que hace un coche mientras se aleja por la carretera (las notas agudas son ondas sonoras más apretadas que las graves). Volviendo a la luz que recibimos de las galaxias lejanas, el desplazamiento al rojo es una medida de lo rápido que se aleja de nosotros una galaxia, y, por tanto, de lo lejos que está de nosotros. (Imagina un globo de lunares e hínchalo: dos lunares cercanos se alejan despacio uno del otro; dos lunares lejanos se alejan deprisa).
El Instrumento Espectroscópico para la Energía Oscura (DESI en sus siglas inglesas), junto a Tucson, Arizona, es un geómetra que lleva cinco años dibujando un mapa 3D del universo: del universo precise y del pretérito, porque las primeras irregularidades, arrugas y ondas que se formaron en la infancia del cosmos siguen siendo observables en la distribución de las galaxias a las mayores escalas. Tras haber medido los desplazamientos al rojo de 30 millones de galaxias, DESI ha confirmado a grandes rasgos la existencia de la energía oscura, o de lambda, pero su precisión sin precedentes también revela el último giro inesperado de guion de esta historia: que la expansión del universo es acelerada, sí, pero menos acelerada que antes. Es decir, que la constante cosmológica de Einstein no es constante.