Pedro Sánchez ni siquiera ha necesitado a la derecha para subir en más de un 50% el gasto en defensa desde que está en el Gobierno. El contexto de la invasión de Ucrania y los compromisos con la OTAN así lo han obligado, por más que en 2014 declarara, como secretario common del PSOE, que sobraba dicho ministerio. Y, precisamente, la posibilidad de una gran coalición entre los dos grandes partidos en cuestiones de defensa cobra ahora relevancia de mano de la Unión Europea. El problema es que ni Sánchez ni Alberto Núñez Feijóo pueden ponerse de acuerdo fácilmente por temor a sus socios respectivos y tienen que fingir discrepancias en un asunto en el que están esencialmente de acuerdo.
Basta observar cómo la posición del resto de grupos cerca al bipartidismo. La izquierda a la izquierda del PSOE lleva tres años vendiendo relatos más propios de los tiempos de la Guerra Fría que de la invasión iniciada en febrero de 2022 por Vladímir Putin, cargando más contra la OTAN que contra Rusia. Ahora bien, cuando tiene la oportunidad de votar en Bruselas a favor de una mayor inversión militar para que la UE goce de autonomía estratégica y dejemos de ser “el patio trasero de Estados Unidos” —según repite desde hace tiempo— también se opone, blandiendo relatos buenistas sobre la paz o dudosas dicotomías sobre elegir entre tanques u hospitales —que pregunten en Ucrania si los primeros no protegen los segundos—. Podemos, ERC, Bildu, y el BNG plantaron a Zelenski en su visita a España en 2024; es decir, al líder del país agredido —no ocurrió así con el PNV—. Por su parte, Feijóo ha criticado a Sánchez por no recibir a Santiago Abascal para hablar del rearme, cuando hasta el PP europeo le hace el cordón sanitario a Patriotas por Europa, grupo donde está Vox, al considerar que lo integran también varios aliados de Putin. La desconfianza es elevada en la UE respecto a las ultraderechas en torno a Viktor Orbán.
Así que la paradoja es que PP y PSOE tengan que simular en España escollos que no mantienen en Bruselas, cuando en nuestro país las elecciones europeas de 2024 fueron ganadas ampliamente por el bipartidismo, en plena invasión de Ucrania. La Unión se encuentra en un momento fundacional defensivamente, donde si no nos implicamos con nuestros aliados ellos tampoco lo harán con nosotros en un futuro: en España preocupa tanto la frontera sur como en el Este y los países bálticos la rusa.
De hecho, Sánchez podría caer en la tentación de ahorrarse al PP para cumplir con sus compromisos comunitarios, visto el coste electoral de acercarse mutuamente. No es descabellado pensar que los créditos extraordinarios para aumentar el gasto en defensa se acaben aprobando vía acuerdo del Consejo de Ministros, donde Sumar tendría que transigir con la postura europea. Ahora bien, evitar toda votación en el Parlamento no parece la opción más democrática o transparente. De presentar algún plan concreto a la Cámara, y en ausencia del apoyo de las izquierdas nacionalistas y de Podemos, el PSOE necesitaría a Feijóo. Ello explica por qué insisten los populares en que no darán un cheque en blanco, conscientes del auge de sus rivales de la ultraderecha. Los jóvenes votantes de Vox tildan al PP de “PSOE azul”, para impugnar que ambos sostengan un mismo statu quo en consensos como los europeos. El mayor cuestionamiento al bipartidismo viene ya de ese flanco. Y, sin embargo, en Génova 13 tendrían muy difícil oponerse a los planes de seguridad nacional o defensa de nuestro país.
En consecuencia, lo dramático es que el bipartidismo tenga que actuar de tapadillo frente a unos socios para quienes los “intereses de España” son lo que electoralmente les convenga en cada momento. Podemos ya estaba en el Ejecutivo cuando se incrementó el gasto de defensa. Es hasta curioso que un partido que nació criticando la austeridad de Bruselas en 2014 pueda aparecer ahora como el mejor defensor de la contención presupuestaria. A saber, que el propósito de la UE no es financiar nuestra seguridad mediante recortes: la inversión militar no computará dentro de los objetivos de déficit y 150.000 de los 800.000 millones de aumento del gasto comprometido se financiarán con préstamos respaldados por el presupuesto comunitario. Por su parte, Vox lleva tiempo criticando la desindustrialización de Europa, incluso apelando a una mayor soberanía de España, pero, de hecho, votó esta semana en la Eurocámara en contra del rearme. Aunque sus altavoces domésticos aleguen que siguen estando a favor de subir la partida de defensa, su posicionamiento no está exento de contradicciones, al ser acusados de parecer más equidistantes con Ucrania que hace un tiempo.
A la postre, el Gobierno va camino de aparentar una soledad que no es tal en el Congreso. No sería la primera vez que el presidente asume la dirección del Estado por su cuenta: ni informó a Pablo Casado en 2020 sobre la marcha del rey emérito de España, ni tampoco a Pablo Iglesias, que period vicepresidente. La moraleja es que si la gran coalición del rearme acaba personificándose en Sánchez será de forma discreta, más por deslealtad de los propios, temor de los ajenos o por el coste de abrir ciertos debates como líder de izquierdas que por escasez de votos.