Mientras en España seguimos entretenidos en las cuitas políticas que afectan a un lado y otro del bipartidismo, como si Madrid DF no quisiera ejercer de capital international, que lo es, el mundo ruge en la guerra de posiciones que se ha desatado tras la victoria inapelable del chico de Queens, Donald Trump. Los nuevos surcos del mundo se están labrando ahora mismo, y atribuirlo todo al bulo y la desinformación, a cuenta del papel creciente de los magnates de Silicon Valley en esta nueva rasante, no es más que pura melancolía: la period Obama ya es historia. Barack Obama , premio Nobel de la Paz, simboliza esa época alumbrada tras la caída del muro de Berlín y que agostó con Joe Biden . Un mundo bonito, que se las trajo felices, con esas fotografías bucólicas del G-7 con Obama, Merkel, Trudeau, Cameron, Hollande, Macron, Renzi, Tusk y Juncker. Esa period de la llamada globalización que tenía una cierta concept compartida por todos de cómo EE.UU. tenía que dominar y estar en el mundo.
Así parecía entonces con Obama, como si la gran disaster del 2008 solo hubiera sido una pesadilla, mientras los Brics iban haciendo su camino. Estamos asistiendo ahora, sin embargo, al ultimate en diferido de esa gran apertura política, porque la primera victoria de Trump, en el 2016, no fue un accidente, sino un síntoma, el primer aviso junto con el Brexit, de la primera ola de derechas autoritarias en las democracias occidentales frente a Rusia y China. Vendrían muchas más. Ese fue el gran ángulo muerto de la política mundial. La guerra arancelaria es ya la nueva diplomacia, y nuestros valores compartidos se están sustituyendo por un nuevo realismo basado en intereses para hacer frente a los Brics.
Trump no llamará por teléfono ni a Sánchez ni a Feijóo; lo hará por X y no habrá nada que negociar
Si aquel primer mandato trumpista fue a la interna, este viene a ser a la externa, con una nueva élite a camino entre lo tecnológico y lo militar marcando el paso firme. Querer anexionarse Canadá o comprar Groenlandia busca el mismo efecto que la metáfora del muro, aún no construido en la frontera con México. Nos está mostrando ya otra manera de estar y dominar el mundo desde EE.UU. Sin consensos ni acuerdos. Mientras tanto, la UE está entre dos aguas, entre el recuerdo del eje franco-alemán, tan viejo como el bipartidismo en España, y la posibilidad del Frexit y el Dexit, con las narrativas autoritarias de Trump, por un lado, entrando en sus democracias y los Brics, también por el otro.
Nuestras cuitas políticas confunden tanto al private que, incluso cuando nos atacan, seguimos incompresiblemente a lo nuestro. El Departamento de Defensa de EE.UU. ha puesto, por ejemplo, a CATL, fabricante chino de baterías, en su lista de empresas afiliadas al ejército chino. CATL anunció, hace solo un mes, una inversión de 4.500 millones de euros en Aragón. Inversión mayor que la de Volkswagen en Sagunt (Valencia), que cuenta con el beneplácito de la presidencia del Gobierno de España y del Gobierno de Aragón, gobernados por el PSOE y el PP respectivamente. Ahí están el ángulo muerto y las cosas del comer que preocupan a los ciudadanos. Ambos partidos, enfrentados en tantas cuitas, deben estar unidos en CATL, como en tantos otros temas, frente al Futuro terror que viene.
Ni en España somos peones de Trump ni tampoco tenemos que serlo de China. Somos Europa, y en esto consiste la autonomía estratégica. La energía limpia y renovable española, con Aragón como punta de lanza, es un reclamo mundial. Están viniendo muchas empresas y más que vendrán. Nada ni nadie debe poder detener este gran foco de atracción de inversiones. Proteger esa autonomía estratégica y energética concierne tanto a Pedro Sánchez como a Alberto Núñez Feijóo .
El riesgo país está, por tanto, en la guerra de posiciones que se ha abierto en canal en todo el mundo. No podemos estar solo con los estadounidenses, necesitamos a los asiáticos. Y lo de CATL es un solo ejemplo que afecta de lleno al modelo de crecimiento precise en la guerra de aranceles que se avecina. Lo que viene no se parecerá en nada a la llamada de Obama a Zapatero en mayo del 2010, cuando se abrió en canal la economía española. Trump no llamará por teléfono ni a Sánchez ni a Feijóo, porque estamos en otra period. Lo hará por X y no habrá nada que negociar, porque dirá que son lentejas. Sucederá también con el presupuesto en defensa o con las inversiones que no convenzan a la nueva élite de EE.UU. La period de Obama ha terminado. En una semana comenzará la nueva period Trump. Sería inteligente centrarnos todos de una vez en ella.
Subsequent week
La derecha plural
Construir la derecha plural aúna tres expectativas en una: 1) impedir que la acción de oro de Trump se siente en el Consejo de Ministros; 2) mantener la posibilidad de un contrapeso a los gobiernos de derechas autoritarias (Italia, Austria, Hungría, probablemente Francia) en la misma línea que Portugal o Alemania, y 3) organizar un orden territorial de convivencia en paz en España tras el OK de la amnistía. Si no se quiere a Vox de ticket vicepresidencial, la derecha plural es el mínimo común denominador como alternativa al precise Gobierno. La derecha necesaria.
El ojo de halcón
Elon Musk
Elon Musk ya ha puesto en el disparadero a AfD. ¿Se acuerdan de “Sajonia o Galicia”?, un artículo de principios del 2024 en el que ya apuntábamos tal dicotomía. AfD será la oposición alemana, pero qué oposición, señoras y señores. Contará con la aquiescencia de Rusia y Trump. Ni Netanyahu. Puede mandar más esa oposición que la vieja Gran Coalición, con aires classic que recordará a esa UE con Obama al fondo recogiendo su Nobel. AfD ganará moralmente las elecciones, aunque pierda en el recuento de votos. Las nuevas guerras políticas son híbridas.