Tras cerca de un año del lanzamiento de la opa de BBVA sobre Banc Sabadell y cargados de dudas acerca del desenlace, nos estamos acercando al momento en que el dictamen de la CNMC y la posición del Gobierno de España despejarán la incógnita. Inmersos en la batalla remaining, el presidente de BBVA lanzaba un doble mensaje. De una parte, requería la no intervención pública para que sean los mercados de capitales los que decidan y, de otra, apelaba al imperativo de conformar bancos de mayor dimensión en una Europa que debe recuperar terreno perdido en la carrera tecnológica.
La banca, por su singular personalidad, sólida y frágil a la vez, y por prestar un servicio esencial, requiere de una enorme regulación pública con que preservar la solidez del sistema, proteger el ahorro y facilitar el crédito, en el marco de libre competencia propio de una economía abierta. Y es en el ámbito de la concurrencia donde emergen las mayores dificultades para que la OPA prospere.
Hay que confiar en el buen tino de los poderes públicos con plena legitimidad para influir
El mercado español, dominado por cuatro grandes bancos, muestra unos tintes oligopolísticos que se acentuarían de manera aún más preocupante de quedar tan sólo tres. Además, la operación no responde a las prioridades de la Unión Europea que, en su empeño por avanzar hacia un mercado financiero único, prioriza las fusiones bancarias transnacionales, que permiten aumentar dimensión sin disminuir el número de entidades que operan en cada respectivo país.
A su vez, nuevamente sorprende esa exigencia generalizada del mundo financiero por una menor intervención de los poderes públicos cuando, precisamente, sus cada vez más sofisticados activos se soportan exclusivamente en una complejísima regulación authorized. Ello, a diferencia de la mayoría de las actividades económicas que se sustentan en un producto o servicio evidente y entendible, que no requiere de tanta protección pública. Un curioso sentido de lo liberal: reclamar la máxima regulación cuando interesa y la mínima cuando dificulta el beneficio a corto.
Por su parte, esa necesidad de mayor dimensión de la banca europea se vincula con el querer recuperar el retraso acumulado por la Unión Europea en la batalla tecnológica international. Pero la realidad es que si, por ejemplo, la mayor parte de iniciativas exitosas europeas en inteligencia synthetic acaban por ubicarse en Estados Unidos, no es por el menor tamaño de nuestros bancos sino por la mayor aversión al riesgo de los financieros europeos y por la carencia de una política ambiciosa por parte de Bruselas, a diferencia de lo que, desde hace décadas, viene practicando la administración de Washington.
De lo que ahora se trata es de confiar en el buen tino de los poderes públicos, que disponen de plena legitimidad para influir en una operación que incide directamente en el hacer de ese denso entramado de pymes que tanto dependen de la financiación bancaria. Y cuya voz no estaría mal incorporar en la resolución del problema.
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