Para Alberto, la danza no es solo una forma de expresión, sino un estilo de vida. Desde que tiene memoria, ha estado dedicado a la danza. Este artista venezolano de 40 años comenzó a aprender danza a los seis años, y a los 16 ya bailaba profesionalmente.
Ahora, a través de la Escuela Albert Studio Dance, abre puertas a jóvenes talentos como teacher y mentor, fomentando una cultura de inclusión y empoderamiento dentro de la vibrante comunidad de danza de Punta Cana. Enseña danza clásica y moderna, así como maquillaje y diseño de moda sostenible.
Oportunidades para los jóvenes
“Punta Cana es un lugar lleno de talentosos bailarines,” afirma Alberto, resaltando la importancia de brindar oportunidades a los jóvenes artistas. “¿Mi misión? Permitir que estos jóvenes artistas moldeen su propio futuro. Cuando la música se detenga, deben estar listos para bailar al ritmo de su propio compás”.
Alberto y sus estudiantes representan el espíritu de unidad y colaboración a través de una mezcla de tradiciones venezolanas y dominicanas. “El intercambio de concepts y experiencias entre jóvenes bailarines de diferentes nacionalidades es muy enriquecedor,” comparte Alberto mientras corrige suavemente las posturas de sus alumnos. “En su pasión compartida, encuentran un terreno común, uniendo fronteras con cada giro”.
La música, una gran herramienta para la integración
En manos de Alberto, la danza se convierte en un catalizador de cambio social. “La música no conoce fronteras y es una gran herramienta de integración. A través del arte y la danza podemos derribar barreras y crear un futuro más inclusivo. Cada paso de un bailarín lleva consigo los sueños de los migrantes en todas partes”, reflexiona.
“La danza corre por mis venas. Con cada movimiento, me transporto a otro planeta, otro mundo y otra atmósfera,” afirma Alberto. “La belleza de la danza está en su capacidad para permitir el intercambio de culturas e concepts. En nuestra región, tan rica y diversa, cada paso significa unidad en la diversidad”.