Justo Herrera es asertivo. Comunica con una claridad indiscutible en cada frase, sin dejar cabos sueltos en las concepts que comparte. En el despacho del Vicerrectorado de Economía e Infraestructuras de la Universitat de València (UV) recibe a EL PAÍS para hablar del papel del comité de emergencias de la universidad, grupo que coordina, junto a la gerencia de la institución, desde hace cinco años. Esta comisión propuso la suspensión de las clases 24 horas antes de que la Generalitat enviase un primer aviso masivo a la población. La decisión puso a salvo a cerca de 60.000 estudiantes, profesores y trabajadores vinculados a la entidad educativa. Cinco meses después de la dana que dejó 228 fallecidos en la provincia, Herrera desentraña el mecanismo interno de la universidad frente al desastre. La jueza de Catarroja, que indaga eventuales responsabilidades de la Administración, ha tenido en cuenta la actuación del comité de esta institución en el proceso judicial en marcha.
Pregunta: ¿Quién compone el comité de emergencias?
Respuesta: El comité está formado por personas que representan a los diferentes ámbitos de gobierno y de gestión de la UV y que tienen información que aportar en la toma de decisiones en casos de emergencia. Tenemos la representación de estudiantes y de los centros a través de los decanos de campus, que ayudan a difundir la información de la manera más rápida posible, un aspecto elementary en cualquier acontecimiento. También contamos con la presencia de las jefaturas de servicio con competencias en riesgos laborales, seguridad, mantenimiento de infraestructuras o tecnologías de la información. Y buena parte del equipo de gobierno y gerencial de la universidad. El comité se constituye para evaluar el riesgo de los eventos, normalmente meteorológicos, y se convoca por la iniciativa de cualquiera de sus integrantes.
P: ¿Qué información se usó para la suspensión de clases el 28 de octubre?
R: Hubo un aviso especial del 112 el día 28 de octubre a última hora de la mañana que recomendaba retirar vehículos de zonas inundables, alejarse de las veras de los ríos y barrancos ante la previsión de la Aemet [Agencia Estatal de Meteorología] de que el día 29 podría producirse la activación de las cuencas de los ríos y barrancos, e inundaciones locales. Esto nos puso en alerta. Durante la tarde del 28 estuvimos haciendo un seguimiento de la evolución de la situación, porque si tomábamos la decisión de suspender clases debía hacerse con tiempo suficiente para que el estudiantado y el profesorado lo supiera y evitase desplazarse el día 29 a primera hora. Finalmente, cerca de las 20.00 horas del 28 nuestra rectora determinó la suspensión de las clases, tras decretar el nivel de emergencia dos. Fue una medida excepcional, ante un riesgo que se apreció como relevante. El nivel 3 —suspensión de la totalidad de las actividades universitarias— lo decretamos al día siguiente, el 29 de octubre, a media mañana, cuando vimos que Aemet había establecido la alerta roja prácticamente en toda la provincia de Valencia. Los niveles de alerta roja también habían sido muy excepcionales en la Comunidad Valenciana hasta ese día.
Decretat nivell d’emergència 2 a la UV per la climatologia adversa
Suspensió de totes les activitats docents a tots els campus de la UV. Mantingueu-vos atents als nostres canals oficials per a més informació! pic.twitter.com/ur9SCD9UXK
— Universitat València (@UV_EG) October 28, 2024
P: ¿Cómo se tomó la decisión?
R: No sabíamos qué población en concreto se vería afectada, si la comarca de L’Horta Sud, L’Horta Nord, o cualquier otra que afectase a la movilidad de nuestra comunidad universitaria. En principio la localización del riesgo period indefinida o indeterminada, pero ya el mismo día 28 entendíamos que podría suponer un riesgo en los traslados de la comunidad universitaria. Podría haber ocurrido que todo se hubiera quedado en una alarma, pero lo que ocurrió durante todo el día 29 fue en sentido contrario, cuando, ya sobre las 10.30, la Aemet pasó a nivel rojo prácticamente toda la provincia de Valencia. Fue ahí cuando tomamos la decisión de suspender toda actividad, no solo la docente, sino también la administrativa, investigadora y cultural, y mandar a la gente a su casa. La universidad no suspende las clases de manera gratuita ni ordinary. La última vez fue para el campus de Burjassot, en septiembre de 2023, por un episodio de lluvias intensas que nos llevó a decretar el nivel de alerta 2.
P: ¿Recibieron alguna comunicación directa del 112 o de la Aemet con esta información?
R: El comité estaba pendiente desde el día 27, cuando aún las previsiones hablaban solo de una alerta amarilla, pero a nosotros no nos llamó nadie, simplemente estábamos atentos a los medios de difusión, fundamentalmente redes sociales, del 112 y de la Aemet. Nosotros entendíamos que period nuestra responsabilidad estar atentos y no esperar a que nadie nos avise directamente. Cuando cualquier aviso público de las entidades de emergencia se difunde, nosotros lo capturamos, lo aprovechamos y lo analizamos. Recuerdo que esa tarde también hubo varios ayuntamientos que progresivamente fueron suspendiendo las clases del día siguiente y también tomamos en cuenta esta información.
P: ¿Y la Generalitat o el Ayuntamiento?
R: No estábamos en contacto con ellos. Dábamos por supuesto que, si period la Generalitat la que generaba la información, lo regular es que estuvieran incluso mejor informados que nosotros porque nos estábamos alimentando de lo que ellos decidían hacer público. Entonces no, no tuvimos esa interacción. Luego sí. Evidentemente, tras los episodios que sucedieron la noche del 29 de octubre, se puso en contacto con nosotros la secretaría autonómica de Universidades para la coordinación de las medidas a tomar por parte de las dos universidades públicas en la provincia de Valencia.
P: Carlos Mazón tildó la decisión de la Universidad de Valencia de exagerada.
R: Ojalá hubiera tenido razón. Y que esa evaluación superficial sobre la decisión tomada por una institución que mueve 60.000 personas hubiese sido exagerada. Ojalá él hubiera acertado y nos hubiéramos equivocado las instituciones que decidimos prevenir, porque estaríamos hablando de otra cosa.
P: ¿En qué medida fue afectada la universidad?
R: Nuestra comunidad educativa fue tremendamente afectada. Aparte del inmenso dolor que nos ha causado el efecto sobre todas las personas de unas poblaciones de las que nos sentimos parte, sufrimos en primera persona la tragedia. Tenemos unos 55.000 estudiantes, 47.000 de grado y unos 8.000 de máster en el conjunto de la UV. Luego tenemos 4.100 trabajadores entre profesorado y private investigador, y 2.200 personas entre private técnico de gestión, administración y servicios. Sobre un 17% de nuestra comunidad universitaria residía o reside en algunas de las poblaciones afectadas, unas 11.000 personas. Y gracias a una consulta interna sabemos que 1.029 personas vivían además en zonas gravemente afectadas y sufrieron directamente el daño de la riada. También tuvimos constancia de que 108 habían perdido su vivienda ordinary y que 13 habían sufrido la pérdida de un acquainted. Pero hubo cero fallecidos dentro de nuestra comunidad universitaria.
P: ¿Qué podría haber hecho la universidad mejor?
R: Estamos trabajando en una revisión de los protocolos para introducir más matices y elementos, aunque creo que una de las ventajas de nuestro protocolo es la flexibilidad, es decir, que podemos declarar un nivel de alerta dos, uno o tres, y adaptarlo a la situación con los pormenores que acompañan a la declaración de dicho nivel. Y si el protocolo fuera muy exhaustivo, podríamos perder esta flexibilidad. ¿Qué se podría haber hecho mejor? Si hubiésemos conocido lo que ahora se está conociendo a través de las informaciones que se están haciendo públicas durante estos meses, hubiéramos llamado a donde hubiese sido necesario para dar un toque de atención, como imagino que hubiese hecho cualquier otra institución.
P: ¿Se debería involucrar más a la universidad en la gestión de desastres?
R: Nosotros siempre ofrecemos nuestro apoyo en todos los foros, donde pedimos incluso que se cuente con la universidad a todos los niveles, como parte de nuestro compromiso con la sociedad. Estuvimos involucrados en el tema del voluntariado, movilizando y coordinando a la comunidad universitaria en las tareas de limpieza, recuperación de patrimonio cultural, cesión de instalaciones para trasladar colegios, y todo en lo que hemos podido ayudar, hubo mucho voluntarismo, pero period necesario que fuese ordenado para que fuera efectivo. También hay personas de la UV que pueden aportar mucho a la hora de analizar riesgos y crear instrumentos más ágiles de detección de riesgos. La UV también ha sido contactada por otras universidades que quieren conocer y aprender de nuestro protocolo de actuación durante los eventos previos a la dana. A todo esto añadir que algunas personas de nuestra comunidad universitaria nos comentaron que gracias al aviso de la universidad, incluso sus familiares tomaron más precauciones.