El director de orquesta Juanjo Mena (Vitoria, 59 años) anuncia este viernes en un vídeo que padece alzhéimer. “He dirigido muchas partituras en mi vida y la que me toca ahora es, seguro, la más difícil de todas”, asegura. La enfermedad se encuentra en una fase incipiente y, tras un año en el que no ha rebajado su actividad, Mena seguirá esta temporada con sus compromisos. “Tengo mucho ánimo y mucha fuerza para seguir adelante y, sobre todo, una ventaja a mi favor, la música: mi pasión y el motor que, ahora más que nunca, activa mis neuronas. La música y mi familia se van a convertir en la mejor terapia, el mejor tratamiento para afrontar el futuro”, asegura. Dos grandes aliados para combatir esa batalla y continuar como lo que ha sido hasta ahora: uno de los directores más reconocidos internacionalmente.
Si hasta que llegara su generación, las batutas españolas con proyección en el mundo habían contado con algunos nombres que excepcionalmente y de manera aislada poseían prestigio fuera, a partir de los nacidos en los sesenta se puede hablar de una generación de directores con carreras más consolidadas fuera de España que dentro. A esa lista pertenece Mena, como también Josep Pons, Jaime Martín o después Pablo Heras-Casado y Gustavo Gimeno, entre otros.
La vida de Juanjo Mena y su hermano Carlos, contratenor también de referencia, hubiera sido otra si no hubieran acudido al colegio Samaniego, en Vitoria. Allí tuvieron la suerte de coincidir con Antxon Lete, un profesor de flauta que despertó en ellos su vocación musical. Ambos comenzaron en coros y cantando. Juanjo también como contratenor. Pero decidió dejar ese camino libre para su hermano y decantarse por la dirección.
Compaginó en Euskadi al principio el repertorio barroco con la obra de compositores contemporáneos. Se había formado en los conservatorios de Vitoria y Madrid, junto a maestros como Carmelo Bernaola o Enrique García Asensio. Después pasó a ser alumno de una leyenda de la dirección como Sergiu Celebidache, junto a quien aprendió lecciones que podríamos calificar de místicas en cuanto a su materia. Por ejemplo, que el sonido se crea, se alimenta, se esconde… O que la música no es más que una pintura, un shade, un fenómeno inaprensible: “Representa algo intocable”.
Comenzó a moldear su carrera como titular en la Orquesta Sinfónica de Bilbao en 1999 y desde ahí empezó su trayectoria internacional en formaciones como Bergen, en Suecia y la ópera de Génova, podios que fueron alternándose con los de salas de peso y orquestas del máximo nivel en Europa y después en Estados Unidos, donde debutó junto a la Sinfónica de Baltimore en 2004. En 2011 fue nombrado responsable de la BBC Philarmonic en Manchester y con esa experiencia, al verse obligado a interpretar varios programas a la semana, estudió una gran cantidad de repertorio que le ha convertido en un director versátil y fiable en varios campos. Los músicos lo aprecian por ello y valoran también esa franqueza y transparencia que aplica al trabajo, sin rodeos.
En 2016 debutó frente a la Filarmónica de Berlín, algo que hasta la fecha habían logrado pocos músicos españoles en la historia, solo Ataúlfo Argenta, Frhübeck de Burgos, Cristóbal Halffter, Jesús López Cobos, Antoni Ros-Marbà, Plácido Domingo, Pablo Heras-Casado y, después de Mena, el valenciano Gustavo Gimeno. Europa, Estados Unidos y Canadá han sido sus principales espacios creativos, a los que une una relación asidua con la NHK Symphony Orchestra en Tokio. En España continúa su labor asidua con la Orquesta Sinfónica de Euskadi o la Nacional, en una relación que no ha cesado en tres décadas.