Soy uno de los nueve millones de españoles jubilados o en edad de jubilarse, uno de esos que vivimos bajo la dictadura con plena conciencia y nunca olvidaremos la inmensa alegría y esperanza con que recibimos la muerte del dictador. Por fin se acababa aquel largo tiempo de silencio y miedo y se abría una nueva etapa hacia la libertad por la que hubo que seguir luchando unos años aún, arriesgándose a ser detenido, torturado, expedientado, expulsado del trabajo o de los estudios. A riesgo incluso de la propia vida. Pero a Feijóo, que tenía 14 años el 20-N, le da pereza que hablemos de ello, y dice que solo es un truco del Gobierno. No debemos frivolizar ni minimizar —y mucho menos ensalzar— la dictadura que suprimió por la fuerza todos los derechos civiles y democráticos y que cortó de raíz cualquier atisbo de igualdad entre los hombres y las mujeres, sometidos durante 40 años a la voluntad private de un dictador que logró mantenerse en el poder hasta su muerte. Solo evitaremos que algo así vuelva a pasar si lo recordamos nosotros y se lo contamos a los más jóvenes.
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